¿Acabará Urtasun con el maltrato de la Historia de España en los museos?
El abandono de la Historia en nuestros museos se debe a que ni unos ni otros saben qué hacer con periodos problemáticos del pasado como la conquista de América o la Guerra Civil.
Por primera vez en mucho tiempo, un ministro del Gobierno español, en este caso el de Cultura, ha hablado de poner nuestros museos al día, y en concreto de "descolonizar" sus contenidos.
Bienvenida sea al menos la inquietud. Pero no sabemos si estamos ante el comienzo de un ciclo de repensar, actuar e invertir en la oferta de los museos españoles en general, o de un cambio puntual, más ideológico que sopesado y de bajo presupuesto, centrado sobre todo en dos de ellos: el Museo de América y el Museo Nacional de Antropología.
Los dos museos citados son instituciones modestas, tienen un número discreto de visitantes anuales y bastantes problemas. Por ejemplo, el Museo de América está alojado en un edificio anticuado, la recepción al visitante es pobre, la iluminación es a veces mala, las cartelas de las vitrinas son difíciles de leer y la exhibición incluye interpretaciones rancias. Con mucho, lo mejor que ofrece es su colección de objetos, muchísimos de ellos simplemente maravillosos.
El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, ha anunciado que pretende llevar a cabo una revisión de las colecciones de Museos Estatales con el objetivo de "superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas que han lastrado en muchas ocasiones" pic.twitter.com/2WTzguiG2r
— EL ESPAÑOL (@elespanolcom) January 23, 2024
Otro problema grave no es tanto que su enfoque sea "colonial" como que, después de pasar horas en él, a la salida todavía no sabremos lo que este museo nos quiere contar. España no se merece esto, sino un gran museo de América.
Tenemos modelos a seguir. Bélgica, por ejemplo, reabrió hace unos años, a fuerza de poner mucho dinero, convenientemente remozado y sí, "descolonizado", el magnífico Museo Real de África Central, cerca de Bruselas.
En España hay un marcado déficit de museos de historia. De entrada, no hay un Museo de Historia de España o de los Españoles, como ustedes prefieran.
Esta escasez es muy evidente para la Guerra Civil y el franquismo. Sobre estos períodos cruciales de nuestro pasado reciente, apenas si hay unos pequeños museos locales como los de la zona de la batalla del Ebro agrupados en un consorcio (COMEBE), el de la Paz de Guernica y la modestísima exposición en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, que cabría en un pisito.
Y qué decir de la falta clamorosa, casi medio siglo después de restaurada la democracia, de un centro de interpretación en el Valle de Cuelgamuros. Compárese esta situación con, por ejemplo, Francia, donde hay más de cien museos dedicados sólo a la Segunda Guerra Mundial.
Y compárese también la triste situación de las ruinas de Belchite, donde no hay ni un aparcamiento asfaltado, con la de Oradour-sur-Glane (un pueblo "mártir" destruido por los nazis quienes masacraron a sus habitantes), que cuenta con un gran centro de acogida que incluye un amplio museo.
Se ha argumentado que el que no tengamos un museo de Historia de España, y que los que hay sobre la Guerra Civil sean más bien discretos, se debe simplemente al escollo interpretativo de nuestra guerra (sobre la que algunos dicen que no nos ponemos de acuerdo), ya que las guerras civiles son mucho más difíciles de representar que las internacionales (especialmente si estas son también de liberación nacional), y que lo mejor es dejarlas tranquilas.
"La mayoría de los historiadores sí estamos de acuerdo en casi todo lo fundamental sobre nuestro pasado, pero los políticos dicen que no"
La objeción tiene algo de válida, pero no deja de ser una mentira piadosa que nos contamos y que deja a demasiados actores libres de escrutinio. La verdadera explicación es que en España se ha fomentado el miedo y la vergüenza de nuestra Historia, la de anteayer y la más lejana.
Ello se debe fundamentalmente a razones ideológicas internas y contrapuestas, pero extrañamente complementarias. La mayoría de los historiadores sí estamos de acuerdo en casi todo lo fundamental sobre nuestro pasado, pero los políticos dicen que no. Y ellos son quienes disponen de medios poderosos, entre ellos los museos, para contar a los ciudadanos qué creer.
Esto funciona así:
Por un lado, buena parte de la derecha española se niega a reexaminar su papel en el siglo XX y a asumir el antifascismo. Y por eso, en aras de no reabrir no se sabe qué heridas, predica el desconocimiento.
Por su parte, una porción importante de la izquierda ha adoptado el discurso nacionalista periférico de entender la Historia de España no como la de una nación y sus gentes sino como la de un simple Estado que nos ha legado a los pobrecitos pueblos ibéricos, tan dispares ellos, un yugo institucional y social impuesto por unas élites centralistas encabezadas por la monarquía.
Ni unos ni otros saben qué hacer ni con el siglo XX, ni con otros periodos y fenómenos previos muy problemáticos como fueron la conquista y colonización de América o la esclavitud. Y por eso ambas posturas han coincidido en que no había que invertir en museos de Historia que explicasen la realidad de España, desde el matrimonio de los Reyes Católicos hasta el último suspiro de Francisco Franco. Y por eso Cataluña puede tener un Museo Nacional, pero España no.
"En España podríamos empezar por hacer algo similar a Alemania, e invertir para crear de una vez un buen museo de la Guerra Civil y la dictadura"
Si queremos, la situación puede cambiar. De nuevo, buenos modelos no faltan.
Pongamos otra vez el caso de Alemania, país inigualable en cuanto a eso de tener un pasado difícil. Si bien es cierto que hasta ahora no se ha dignado a representar bien su pasado colonial (como tampoco lo han hecho la mayoría de nuestros países vecinos), desde luego sí que ha realizado un trabajo magnífico en su programa público de pedagogía histórica sobre el régimen nazi y sus crímenes.
Este Estado europeo cuya estructura territorial federal más se aproxima a la española, después de escurrir el bulto durante bastante tiempo, ha asumido en las últimas décadas su pasado. Porque ha decidido construir su identidad nacional actual en el rechazo, omnipresente en sus museos, de los valores que llevaron al país a sus políticas genocidas bajo el nazismo. Y así, por ejemplo, nadie que visite el centro de interpretación Topografía del Terror de Berlín podrá salir indiferente a su contenido estremecedor.
En Alemania, además, los políticos federales se han puesto de acuerdo sobre unos mínimos, han proveído los medios y han dejado trabajar a los expertos. Y por eso allí pueden convivir sin molestarse el Museo Nacional de Baviera en Múnich con el excelente Museo de Historia Alemana de Berlín.
En España podríamos empezar por hacer algo similar, e invertir para crear de una vez un buen museo de nuestra Guerra Civil y de la dictadura, quizás en Cuelgamuros, y así erigir un centro internacional de referencia. También podríamos comenzar a pensar en un nuevo y digno Museo de América y, desde luego, en cerrar de una vez el hueco enorme de la ausencia de un Museo de Historia de España.
Después de lo dicho, volvemos al principio de estas líneas. Ya que a lo peor (ojalá que no, pero lo oído hasta ahora genera serias dudas) resulta que nuestro ministro de Cultura está empezando, y quizás acabando, su labor en este tema por el tejado postcolonial (con un proyecto de moda, más bien barato y que cree una polémica llena de tópicos y opiniones previsibles y a la postre nada productiva), y que aquí se acabe la renovación.
De ser así, seguiremos maltratando a la Historia de España en nuestros museos, y de este modo descuidaremos aún más los cimientos sobre los que se construye la identidad de un país.
*** Antonio Cazorla es catedrático de Historia de Europa en la Trent University, Canadá y cofundador del Museo Virtual de la Guerra Civil española.