La renuncia por parte del PSOE a la enmienda en la que proponía endurecer la regulación de la prostitución ha permitido dar luz verde a la ley de garantía de la libertad sexual, más conocida como ley del sí es sí, el proyecto estrella del Ministerio de Igualdad de Irene Montero. La norma llegará la semana que viene al Pleno del Congreso.
Podemos sospecha que la enmienda no era más que una treta del PSOE para obstaculizar la aprobación de la ley. Late al fondo la convicción de que la legislatura se ha acabado y que la coalición de Gobierno está en proceso de descomposición. Ni PSOE ni Podemos quieren aparecer sin embargo como los culpables de la futura ruptura, aunque ambos la desean, y de ahí la batalla por el alma de la ley del sí es sí.
La enmienda del PSOE había sido pactada con el PP. El presidente contentaba así al sector feminista de su partido provocando a la vez el rechazo de sus socios de Gobierno y de Ciudadanos, que no están por la abolición de la prostitución, sino por su regulación. El eje de la enmienda era la prohibición de la llamada tercería no locativa y el proxenetismo no coactivo, es decir la persecución de aquellos que incentiven la prostitución a través del alquiler de espacios, con o sin el consentimiento de la mujer.
En una jugada típicamente sanchista, el presidente del Gobierno iba a lograr así la cuadratura del círculo. Retrasar o impedir la aprobación de uno de los proyectos más emblemáticos de Unidas Podemos sin aparecer como el culpable de ese fracaso. Obligando además a retratarse a los morados como partido partidario de la prostitución.
Consenso recuperado
Pero la supuesta renuncia del PP a dicho pacto, muy probablemente provocada por la beligerancia y los recientes insultos del Gobierno contra los populares en el Congreso de los Diputados, han obligado al PSOE a desistir de sus deseos abolicionistas.
La ley vuelve así allí donde estaba, al consenso de la izquierda y el nacionalismo. Si el PSOE pretende ahora un endurecimiento de la ley contra la prostitución, deberá hacerlo en una ley independiente, como le exigían Unidas Podemos y el resto de sus socios.
La justificación del PSOE para la retirada de una enmienda que iba a provocar el rechazo de todos sus socios es que el PP sólo pretendía comprometerse a votar sí a la aprobación de dicha enmienda, pero no a la ley en su conjunto. Según el PSOE, eso habría hecho fracasar la norma, ya que esta necesita de mayoría absoluta en el Congreso, y el incumplimiento de uno de sus principales compromisos con Podemos.
Abolicionistas y regulacionistas
El PP dice por su parte no comprender el paso atrás del PSOE. Según los populares, sus intenciones siempre habían estado sobre la mesa. Votar favorablemente a la enmienda del PSOE contra la prostitución, pero "no" a la ley en su conjunto, contra la que han presentado una enmienda a la totalidad.
Una segunda versión dice que el PP, enfadado por las provocaciones del PSOE en el Congreso, habría cambiado su "sí" a la enmienda por una abstención, lo que habría hecho decaer esta.
La batalla entre abolicionistas y regulacionistas no se libra sólo entre partidos, sino principalmente en el seno del PSOE, donde no todos los socialistas defienden la abolición de la prostitución. La batalla es también entre PSOE y Unidas Podemos por el liderazgo del feminismo y por la imposición de una determinada visión de este: queer y favorable a la prostitución, en los morados, biologicista y abolicionista, en los socialistas.
Que el anteproyecto siga adelante no quiere decir en ningún caso que la ley vaya a ser aprobada durante esta legislatura. El PSOE cuenta con recursos sobrados para ralentizar su aprobación y dejarla en barbecho. Si esta ley será o no la excusa que justifique la futura ruptura de PSOE y Podemos está por ver, pero la apuesta hoy es esa.