La muerte por infarto del mantero senegalés de 35 años Mame Mbaye la noche del jueves en Lavapiés, quince minutos después de una operación policial contra la venta ilegal, desató una ola de disturbios y protestas que ha crispado la normal convivencia en este barrio de Madrid y que ha obligado a los cuerpos de seguridad a activar protocolos especiales ante el riesgo de una escalada violenta. Sobre todo después de que, este viernes, los antidisturbios tuvieran que emplearse de nuevo a fondo para impedir que una turba agrediese al cónsul de Senegal.
Las algaradas, iniciadas por compatriotas del fallecido, fueron aprovechadas desde el primer momento por grupos antisistema para quemar contenedores, destrozar escaparates, saquear establecimientos y sembrar el caos en el centro de la capital. El estallido de rabia y vandalismo fue azuzado con bulos en los que se culpaba a la Policía de la muerte, bulos a los que Podemos, IU y los concejales más radicales de Manuela Carmena dieron alas irresponsablemente.
Rumores y difamaciones
Ni Mame Mbaye murió a manos de los agentes ni había en realidad ningún motivo para achacarles un fallecimiento ciertamente desgraciado y fuera de lo común: de los 1.700 muertos por infarto en Madrid en 2016 sólo cuatro tenían la edad de este hombre. Sin embargo, los rumores y la difamación sin escrúpulos se extendieron como la pólvora con ayuda de los partidos de la izquierda radical y las instituciones.
En la misma comparecencia en la que un concejal del Ayuntamiento de Madrid explicaba las circunstancias del deceso -y cómo una patrulla socorrió al fallecido a los minutos de recibir el aviso-, IU pedía en Twitter “el cese de la violencia policial” y exigía “depurar responsabilidades”; una portavoz de Podemos en el Congreso se valía también de la red social para acusar a los antidisturbios de “castigar a un barrio que sufre”; y plataformas de ayuda a los inmigrantes convocaban una manifestación contra el “racismo institucional asesino”.
Irresponsabilidad deleznable
Que el fallecimiento de un inmigrante sin papeles durante 14 años suscite debates sobre las dificultades de un colectivo muy vulnerable es razonable. Pero que partidos y concejales con responsabilidades de gestión alienten infundios contra los cuerpos de seguridad del Estado, a sabiendas de que caldearán más el ambiente en un momento de máxima tensión, resulta deleznable.
Las formaciones de izquierda radical tienen serios problemas para conciliar su querencia revolucionaria con sus obligaciones cuando llegan al poder. Esa bipolaridad les lleva muchas veces -en palabras de Pablo Iglesias- a “cabalgar contradicciones” derivadas de querer estar al mismo tiempo en los escaños y en las barricadas. Ahora, la muerte del mantero enfrenta a Manuela Carmena -que se vio obligada a volver a toda prisa de París- con su Policía y con sus ediles más furibundos. Y todo, a un año de las elecciones.