Dice Vox que el PP es el PSOE con cuatro años de retraso sin sospechar que quizá eso les convierte a ellos en el Podemos de 2019. Quizá Vox está haciendo eso que no debe hacer nunca un traficante, que es meterse su propio producto. Ese rollo de que "sólo queda Vox" porque todos los demás son unos moñas, unos arrastrados y unos desertores. Esa matraca de que Vox es el aroma a ozono que revela la llegada de una tormenta purificadora que limpiará las calles de la cochambre progresista, como un Rorscharch de Recoletos. Quién nos iba a decir que la guerra cultural iban a acabar siendo María Guardiola, Carlos Alsina, Pablo Motos y un par de docenas de quinceañeros de Twitter que no saben pa'quién vendimian. Si cortas tanto tu propia mandanga es difícil reconocer cuándo te estás metiendo dosis homeopáticas de tus propias fantasías.
Como le ocurrió a Pablo Iglesias en 2016, Vox también cree que los 52 escaños de 2019 son un suelo que sólo puede crecer. Que esos 3.656.979 votos le pertenecen a Vox en régimen de exclusividad. Yo le daría una vuelta a la tesis.
Vox se equivoca, por supuesto. Como se equivoca al creer que el ruido idiota de las redes sociales, espoleado por ellos mismos como quien se jalea furiosamente frente al espejo, es una muestra representativa de la sociedad española.
En realidad, ningún sondeo le da hoy a Vox una cifra de escaños remotamente cercana a la de 2019. La historia se repite. Podemos consiguió 71 diputados en 2016 gracias a sus 5.087.538 votos. Hoy, sólo siete años después, Podemos no existe ya. Yolanda Díaz, que se ha apropiado de la marca porque era más fácil eso que ganarle unas primarias al candidato de Pablo Iglesias, luchará este 23 de julio por mantener la cota de los 30. Es probable que su nivel real sean los 15-20 escaños de la IU de los 90. Es probable que ese sea también el nivel real de Vox.
Ahí va una pregunta interesante. ¿Qué porcentaje del voto a Vox es prestado y qué porcentaje de ese porcentaje volverá al PP en cuanto los de Santiago Abascal cometan el error ontológico de entregarle al PSOE una comunidad que los socialistas habían perdido en las urnas? Ya sé que el mito dice que quien vota a Vox no vuelve a votar jamás a ningún otro partido. Permitan que me ría.
El problema para Vox es que eso, entregarle al PSOE una comunidad que los socialistas habían perdido en las urnas, ya ha ocurrido. Fue ayer, en Extremadura. Allí desembarcó Jorge Buxadé al grito de "dejadme solo", quizá en la creencia de que María Guardiola era una rubia un poco boba a la que sólo hacía falta disciplinar. El resultado final de la sesión de disciplinamiento es que Vox acabó regalándole la presidencia de la Asamblea al PSOE. Es decir, el control de la Cámara regional y, más importante aún, la capacidad de controlar los tiempos para que la convocatoria de unas hipotéticas segundas elecciones coincida con la fecha más conveniente para el PSOE.
Lo fácil era traicionar lo que dije y gobernar con quienes viven de debates caducos. Pero no soy así.
— María Guardiola (@MGuardiolaPP) June 20, 2023
Ellos querían sillones, yo un gobierno estable. PSOE y Vox no pueden bloquear el cambio que los extremeños han pedido. pic.twitter.com/JwenTdOAd9
"No daremos nuestros votos a cambio de nada" dicen ahora en Vox. Como si desalojar al PSOE del poder no fuera algo. Como si eso no fuera lo que Vox ha prometido a sus votantes durante los últimos cuatro años: desalojar al PSOE de las instituciones. ¿O es que Vox, como Pedro Sánchez, ha cambiado su "posición política"?
Lo que Vox no parece comprender es que la alternativa a darle sus votos al PP a cambio de nada es dárselos al PSOE a cambio de esa misma nada. Porque esas eran todas las opciones. No había más. O PSOE o PP. Eso era todo. Y Vox ha optado por el PSOE.
"Es un grave error" me dicen en el PP. "Es cierto que están en un punto muy difícil. No se pueden bajar los pantalones hasta los tobillos. Pero lo que han hecho en Extremadura tiene un relato imposible. Y en política la verdad no importa, importa la posverdad. Lo normal ahora es que hagamos una campaña pidiendo el voto útil con la idea de que Vox está dispuesto a dejar ganar a Pedro Sánchez con tal de medrar".
El PP también tiene un problema. Porque este Vox no es ya el Vox de Iván Espinosa de los Monteros y Víctor Manuel Sánchez del Real, que no por casualidad ha sido purgado de las listas tras convertirse en uno de los pocos miembros del partido que se ha posicionado en defensa de Ucrania y en contra del Kremlin. Este Vox es otra cosa. Uno capaz de regalarle comunidades al PSOE si el PP no le concede todas sus exigencias.
Guardiola le ofreció a Vox la presidencia de la Asamblea, la secretaría de la Mesa, el senador autonómico por Extremadura y un acuerdo programático de quince puntos. Vox, con 5 diputados por 28 del PP, y con un 8% de los votos frente a un 39%, lo rechazó todo y pidió sillones. Sillones y sólo sillones.
No los obtuvo y su respuesta fue entregarle la Asamblea al PSOE. De la magnitud de la pifia tendremos más datos el próximo 23 de julio.
Hay un segundo factor. Quizá si María Guardiola fuera un hombre, Vox hubiera aceptado su oferta. Pero sólo tienen que leer Twitter hoy. ¿Cómo va Vox, un partido tan viril, a ceder frente a una candidata del PSOE? Sí, "del PSOE", dicen. Como ese Pedro Sánchez que pone la raya de lo progresista en Bildu, y que cree que de ahí a la derecha todo es ultraderecha, Vox pone la raya del PSOE en María Guardiola. No sólo quieren entrar en el gobierno de Guardiola sin los escaños necesarios para ello, sino que se creen con el derecho de escoger a los candidatos del PP. "Esta no nos gusta, que es demasiado progre". En una comunidad con la composición sociológica de Extremadura y donde el PSOE ha ganado casi todas las elecciones desde 1978. Se ve que han analizado bien el asunto.