El nuevo curso político promete ser calenturiento, fiel a este verano extremo que ha batido récords de calor en Europa y diríase que en todo el globo como una deriva que va de la profecía autocumplida a la experimentación in situ del cambio climático. Lo cual se traduce en un mayor desquiciamiento general y de la política en particular, como un efecto inevitable del calor exagerado en la conducta humana, enfurecida por los címbalos del sol, como describía la crispación Albert Camus en El extranjero.
Podemos esperar lo peor de esta rentrée.
El duelo Pedro Sánchez–Alberto Núñez Feijóo promete. Es, sin duda, la pareja que suscita más expectación en ausencia de otros personajes del elenco, como los Pablos (Iglesias y Casado).
En el reparto femenino, se espera más del careo de Isabel Díaz Ayuso y María Jesús Montero. Algunas voces piden paso en la representación. Nadia Calviño desentierra la foto de Feijóo con el narco en el yate de hace 27 años, mientras Isabel Rodríguez sentencia que al líder del PP "España le viene grande".
Es cierto que las pitias del oráculo de Sanchez van ganando en protagonismo a los profetas de Feijóo. Los Pons, Gamarra, Bendodo, Tellado y Rollán deberán emplearse a fondo cual escudos humanos si es cierto que viene caminando la vivisección de Feijóo.
Este verano se habla mucho del Falcon y de Griñán, los talones de Aquiles del presidente. Como durante años se habló de "Luis, sé fuerte", el punto flaco de Mariano Rajoy, hasta que Bárcenas pasó a ser una herencia envenenada entre gallegos. Herencia que hoy permite a Pilar Alegría y a Isabel Rodríguez recordarle a Feijóo que aún habita la sede de la calle Génova cuando el presidente popular acusa al PSOE de "cocinar en secreto" el indulto a Griñán.
En España, antes de esta canícula apocalíptica, la derecha y la izquierda se enfrentaban miméticamente por Franco y ETA. Ahora que vuelve a rodar el balón en la carrera de San Jerónimo, el PP viene de chinchar al Gobierno con lo de la bajada de impuestos y añade las banderillas de otro clásico, el uso del avión privado oficial del Ejército del Aire (y los helicópteros del Escuadrón 402).
Feijóo ha hecho una declaración de intenciones, que está en el manual de estilo de toda oposición, prometiendo utilizar lo menos posible el jet cuando llegue a la Moncloa, lo que trajo consigo que le mentaran el yate que le persigue desde el verano de 1995 en la ría de Vigo.
Feijóo también regañó a Sánchez por volar de Lanzarote a La Palma en el jet en lugar de en el Jet Foil, ignorando que ese barco de alta velocidad no opera en Canarias desde 2005. La ministra portavoz del PSOE, Pilar Alegría, le saltó al cuello con el desliz y Pablo Echenique se burló del político listo del PP.
Son los calores y las encuestas. Quedan quince meses para las elecciones generales, si este partido dura 90 minutos. Previsiblemente, Sánchez entrará en el barro, que no es buen escenario para un candidato alternativo como Feijóo, nimbado con la aureola de hombre comedido.
Sánchez se libró de Iglesias, que era la mosca cojonera, y parece combinar mejor con Yolanda Díaz. Pero le lastra la condena de Sísifo y no ha conseguido subir en los sondeos. Si "la última bala" no va a ser un cambio de Gobierno, como aseguró en La Palma, le queda sólo el tren de Bejís, cruzar las llamas en el vagón de la historia.
El ave fénix se crece en la combustión. Así que Sánchez quemará las naves. Y Feijóo, con los cuernos del diablo en un eclipse solar, escarbará en la inflación, en la recesión galopante, en el encarecimiento hipotecario por los tipos del BCE, en el caos energético, el retroceso del PIB y, en fin, el desempleo.
La tormenta de verano presagia que la política volverá al redil de la economía. Porque todo apunta a que las plagas sufridas pasarán factura y el bolsillo de la gente irá a las urnas con remiendos y descosidos.
[El PSOE acusa a Feijóo de recuperar el pasado "más oscuro del PP"]
La corriente arrastra a Feijóo hacia la Moncloa, si Ayuso no se interpone y el big data de sus cálculos electorales se cumple como en Andalucía. Pero sólo si los planetas no se alinean a última hora de un modo imprevisto, como le fueron propicios a Felipe González en 1993 con las encuestas en contra.
Aznar puede contarle a Feijóo qué pasó.
Eran los primeros debates televisivos entre presidenciables. El primero, en Antena 3 (moderado por Manuel Campo Vidal), lo ganó Aznar. Fue más brillante que un González sobrado que no se preparó el envite y que para colmo sufrió un contratiempo aéreo al regresar la noche anterior de Canarias.
El segundo round, en Telecinco (Luis Mariñas, fallecido, fue el maestro de ceremonias), salvó a González de perder como pronosticaban los sondeos.
Sánchez y Feijóo deberían repasar esos dos debates, 25 años después.