Dice Gary Lineker que el fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y en el que al final siempre gana Alemania. La política española es otro deporte. Ese en el que cientos de salmones socialistas y populares nadan corriente arriba durante toda su carrera, dejándose la piel muerta de su propio partido por el camino, hasta llegar al programa electoral de Ciudadanos. Eso los listos, claro.
Hagan la prueba. Lean cualquier entrevista con Alfonso Guerra, Felipe González, Nicolás Redondo Terreros, Alfredo Pérez Rubalcaba, Edurne Uriarte, Joaquín Leguina o Celestino Corbacho y pongan sus respuestas en la boca de Albert Rivera. Encajan, ¿cierto? Ahora, pónganlas en la de Pedro Sánchez. Ni a cañonazos. Ahí lo tienen.
Ocurre lo mismo, grosso modo, con populares como José María Aznar, Esperanza Aguirre, María San Gil o Jaime Mayor Oreja. Y, si me apuran, hasta con Adolfo Suárez, Antonio Cánovas del Castillo o Manuel Azaña. Especialmente con este último, que debe andar arañando la lápida a la vista de cómo PP y PSOE repiten con entusiasmo los mismos errores que nos condujeron hasta 1936. Bueno, miento: la II República fue bastante más dura con la ultraderecha nacionalista catalana de lo que lo han sido PP y PSOE en democracia.
Cierto es también que no todos los salmones populares y socialistas acaban remontando el río hasta Ciudadanos. Los hay que se dejan llevar corriente abajo hasta desembocar en lo que ellos creen el mar republicano y que no es más que esa charca caliente en la que flotan al pairo nacionalistas forales, populistas de poca calaña y nostálgicos del 36, del 68 y del 33 d.C.
También los hay que se quedan en un recodo del río, aturdidos, sin saber dónde cae el norte y dónde el sur, comiendo de las migas que deja caer el dictador bananero de turno entre masacre y masacre de sus ciudadanos. Los hay, finalmente, que se jubilan cobrando por largar en La Sexta la misma mercancía averiada que largaban con veinte años en La 1.
Pero nunca es tarde si la dicha es buena. Y si Cs debe ser el partido en el que desembocan, ideológica o personalmente, populares y socialistas cuando estos recobran el sentido común o reúnen el valor para romper con su antigua formación, bienvenidos sean esos ciudadanos renacidos.
Puesto en la tesitura de elaborar mi dream team particular de políticos a los que votaría sin demasiadas disonancias con mis propias ideas, y conseguido el desembarco de Inés Arrimadas en el Congreso y el de Juan Carlos Girauta en Toledo desde una Barcelona de la que se van yendo todos los buenos, me pido a José Ramón Bauzá en Cs. Y si, de regalo, cae algún socialista histórico por el camino, uno de los votables, tampoco le haré ascos. A fin de cuentas, ¿que otra prueba más contundente habría de la incapacidad de PP y PSOE para retener a los mejores de los suyos?