Vaya semanita la suya. Luis de Guindos. No había acabado de comparecer ante la Comisión de Economía y Competitividad del Congreso para dar cuenta de las circunstancias que rodearon el nombramiento del exministro José Manuel Soria como alto cargo del Banco Mundial y su posterior renuncia, cuando le tocaba presentar España amenazada, ese tocho planetóxico del que, sin haberlo abierto siquiera, ya lo conocíamos todo. O casi todo. Puesto que juraríamos haber leído un argumento similar en cierta novela de Philip K. Dick. De hecho, podría haberlo titulado así: "¿Sueñan los economistas ultrapeperos con puertas giratorias eléctricas?".
La respuesta es sí. Cada noche, mientras España duerme, los banqueros patrios se juegan el porvenir, al cinquillo, sobre sus coloridas colchas. No obstante, tienen que acabar la partida antes de que Rin-Rin, el ratoncito rosa, toque la campana y despierte de su letargo al resto de la población civil. Lo que, traducido al lenguaje de Güindos XP, significa que el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, defendió la subida del IRPF y del IBI y la congelación del sueldo de los funcionarios, tras aprobar un ajuste de 27.000 millones de euros, aunque De Guindos confiese que él era partidario de subir solamente el IVA. Recuerda, sin embargo, que solo unos meses más tarde, el Gobierno también lo incrementó.
Las balas silbaban cerca del ministro de Economía en funciones cuando denunció las black. Es lo más trascendental que cuenta en su planetórrido libro. Y añade luego, a lo Rust Cohle cañí: “Mi seguridad era que contaba con el respaldo del presidente”. Por lo visto, esos mismos proyectiles resuenan hoy cerca de sus orejas. Sobre todo ahora que le toca comerse, a la fuerza, el marrón del caso Soria.
¡Luissss, ssssé fuerte! ¡Sssssé fuerte! Le recomiendan, entre ssssssibilantesssss pitidos, algunas de esas balas. Lo que, pasado al Güindos XP, simboliza metafóricamente que el Gobierno de Rajoy evitó nuestro rescate gracias a las medidas que se aplicaron para que el país pudiera superar esta crisis económica que concluirá, si Dios y San Jean-Claude Juncker quieren, a finales de 2016 o principios de 2017. Siempre según, eso sí, la palabra de este Philip K. Diguindos emparanoiado que no deja de dedicar ejemplares a sus groupies anhelosas en la planta eroticofinanciera del Cortinglés.
Y precisamente aquí, como en un sueño dentro de otro sueño, es donde uno percibe que España está amenazada. Sí. Pero por plúmbeos ministros con déficit de atención que parecen sacados de un grupúsculo marxista. De la rama grouchoana.