En su estupendo artículo sobre "el segundo advenimiento" de Trump, Fintan O'Toole explica en The New York Review of Books el lado oscuro de la resiliencia. Es decir, el peligro que rodea a aquellos líderes autoritarios que recuperan el poder después de perderlo o, por analogía, que superan momentos críticos en los que su caída parece inminente.

Todos sus ejemplos, empezando por Trump, se encuadran en la derecha dura: el húngaro Orbán, el polaco Kaczynski, el eslovaco Fico o el propio Netanyahu. Pero el caso de Sánchez también encaja perfectamente en el modelo.

Tanto porque en 2016 fue noqueado en el partido y se convirtió en un socialista populista para recuperar el poder interno al grito de "no es no", como por su huida radical hacia adelante siempre que ha visto en riesgo la Moncloa.

MAKE SANCHEZ GREAT AGAIN

MAKE SANCHEZ GREAT AGAIN Javier Muñoz

Ocurrió en 2019 cuando pactó con quienes le "quitaban el sueño" sólo unas semanas antes. Ocurrió en 2022 cuando, tras la humillación en Andalucía y la llegada de Feijóo, se inventó la "conspiración de los señores de los puros". Y ocurrió en 2023 cuando, tras perder claramente las elecciones en votos y escaños, traspasó todas sus líneas rojas amnistiando a Puigdemont y pactando con Bildu.

Ya este año vivimos los "cinco días que conmovieron el PSOE", a cuenta de la mera admisión a trámite de la primera querella contra Begoña, y ahora estamos inmersos en los tres días en los que pulverizará el menor vestigio que permita distinguir al PSOE de su persona. Antes Sánchez era del PSOE, ahora el PSOE es de Sánchez.

Como bien dice O'Toole, el concepto clave que resume el riesgo que corremos los gobernados por estos dirigentes resabiados que han sido capaces de sobrevivir a las adversidades se llama "desinhibición". Volverán a gobernar o seguirán haciéndolo sin las constricciones y escrúpulos que les colocaron con uno o los dos pies fuera del poder.

La imagen de Trump levantando el puño desafiante, tras haber sentido la raspadura de la bala disparada contra él en la oreja, es un buen compendio. Lo de que el PSOE "adelanta por la izquierda", también. Os vais a enterar.

Nadie hubiera dicho que primero indultaría a los condenados del 'procés', luego suprimiría la sedición y la malversación política, para finalmente amnistiar a Puigdemont

Es la traslación a la política de esa fuerza especial que hace a Rocky Balboa levantarse al borde del KO y, olvidando toda cautela defensiva o límite reglamentario, lanzarse en tromba hasta, como dice Lobato, "aniquilar" a su adversario. Lo que no mata, engorda… al 'killer' que llevan dentro.

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Cuanto mayor es la presión, más implacable es la respuesta. Cuando Sánchez firmó el "pacto del abrazo" con Rivera, nadie hubiera dicho que nombraría vicepresidente a Pablo Iglesias y respaldaría el 'sí es sí' y la 'ley trans' de una ministra inverosímil llamada Irene Montero.

Cuando iniciaba sus cursos políticos convocando al Ibex y los directores de los medios junto a su plana mayor, nadie hubiera dicho que inventaría impuestos ad hoc para bancos y energéticas y retiraría despóticamente la publicidad institucional a quienes publicaran noticias incómodas, cubriéndoles de insultos.

Cuando prometía restaurar el delito de convocatoria ilegal de referendos y traer preso a Puigdemont, nadie hubiera dicho que primero indultaría a los condenados del procés, luego suprimiría la sedición y la malversación política y terminaría amnistiando a Puigdemont a cambio de sus votos.

Nadie imaginaba que convertiría la hipertrofiada plantilla de la Moncloa en una máquina de guerra sucia para combatir a sus enemigos políticos a imagen y semejanza de la Casa Blanca de Nixon

Cuando se presentaba como un "político limpio" dispuesto a ser intransigente con la corrupción, nadie hubiera dicho que resultaría tan laxo como para permitir que su número dos cobrara sobornos y tan autoindulgente como para negarse a asumir ninguna responsabilidad al respecto.

Cuando hablaba de respetar las reglas del juego acordes con sus convicciones democráticas, nadie hubiera dicho que colocaría a sus exministros en la Fiscalía General del Estado, en el Banco de España y en el Tribunal Constitucional.

O que cambiaría la ley de RTVE para repartírsela con sus socios como si fueran los despojos de un combate. O que convertiría la hipertrofiada plantilla de la Moncloa en una máquina de guerra sucia para combatir a sus enemigos políticos a imagen y semejanza de la Casa Blanca de Richard Nixon.

"Tenemos la carta porque llega", le escribió la jefa de gabinete del eximio Óscar López a Lobato, refiriéndose al documento confidencial de la fiscalía difundido para perjudicar a Ayuso. Es decir, que 'llegó' volando hasta Moncloa en una pretendida inversión del orden de factores que sí altera el producto.

Un "Sánchez Acera", así se denominará a las profecías autocumplidas en las que los depositarios de los secretos de Estado conviertan en fuentes de información confidencial a los medios adictos

"La tienen los medios", añadió. O sea, que la paloma mensajera habría partido de la redacción de un medio. Algo sin precedentes en la historia de la fontanería política. Y no digamos del periodismo de investigación: los pájaros de las filtraciones volando hacia las escopetas de los filtradores.

Hicieron un "Sánchez Acera". Así se denominará a partir de ahora a las profecías autocumplidas, en las que los depositarios de los secretos de Estado conviertan en informantes a los medios a los que informan. Pero, por lo que me dicen, no será el juez Hurtado el que se trague de forma pacífica y mostrenca una trola de ese calibre.

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Sánchez ha demostrado sobradamente que, con tal de permanecer en el poder, es capaz de hacer cosas insospechadas, dignas del repudio de cualquier demócrata. Y cada día trae su propio afán.

Pero también es cierto que no ha montado desde el poder una trama de secuestros y asesinatos, que no ha permitido la distribución de los fondos reservados entre los altos cargos a modo de sobresueldos y que no ha pagado sobornos a funcionarios para que mantuvieran la boca callada, como ocurrió con Felipe González.

Ni siquiera ha sido declarado culpable de violación y abusos sexuales, o condenado por desviar dinero de la campaña para comprar el silencio de una actriz porno, o investigado por estafas múltiples, o acusado de montar un intento de golpe de Estado, como ha ocurrido con Donald Trump.

¿A cuento de qué vienen estos dos antecedentes? Pues a cuento de que los abusos del poder -entre los que por supuesto cabe incluir la caja B del PP y los sobres que cobraban Rajoy y su equipo- han estado a menudo a la orden del día. Pero también a cuento de que el desenlace no ha sido siempre el mismo.

Qué ironía que quien ahora finge ignorar la podredumbre que le rodea, llegara al poder como ariete contra la cochambre ajena

En el caso del felipismo, tras un pulso titánico de casi década y media, vivimos el triunfo de la información sobre el encubrimiento. Tanto en el plano político, con la salida de González y los suyos del poder, como en el judicial, con las inapelables condenas por los casos Marey o Lasa y Zabala, hubo un antes y un después.

Fue un baldón tremendo en la biografía del primer gobernante socialista de la Transición que no anula, por cierto, ni sus logros políticos de entonces, ni su buen criterio en asuntos de Estado de ahora.

Ese gran triunfo de la democracia española en la segunda mitad de los 90 fue una especie de trasposición del ya legendario caso Watergate y en cierto modo tuvo como posdata coherente la moción de censura que, por pecados menos graves, pero igualmente inaceptables, permitió a Sánchez tumbar a Rajoy.

Qué ironía que quien ahora finge ignorar la podredumbre que le rodea, llegara al poder como ariete contra la cochambre ajena.

En el caso de Trump el canon se ha truncado. Y no porque los equilibrios y contrapesos de la democracia norteamericana hayan fallado. Los tribunales han hecho su trabajo, el Congreso ha hecho su trabajo y la prensa ha hecho su trabajo. Los votantes sabían que votaban por un delincuente, zafio y amenazante, que prometía restringir derechos y libertades. Y le han dado carta blanca para hacerlo.

Cuando una clara mayoría avala la conducta de Trump, hay que empezar a pensar en que la línea divisoria que existía entre democracia y dictadura está siendo engullida por la autocracia

¿Qué significa esto? Que hemos entrado de lleno en la era de la impunidad del abuso delictivo del poder. Porque, cuando una clara mayoría ha avalado la conducta de Trump, habrá que empezar a pensar en que la línea divisoria que existía entre democracia y dictadura está siendo engullida por esa zona gris que llamamos autocracia.

De seguir por este camino terminaremos en una nueva clasificación que incluirá despotismos limpiamente refrendados por las mayorías, despotismos fraudulentamente refrendados por las mayorías y despotismos que ni siquiera se molestan en apelar a las mayorías.

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El regreso de Trump al poder consolida un orden mundial en el que el multilateralismo ha sido sustituido por una liga de mandatarios populistas, coordinados al modo de los señores feudales que controlaban las ciudades medievales engendradas a los pies de sus castillos. Nadie tenía que responder ante nadie de lo que hiciera dentro de su recinto amurallado.

Si a Mohamed bin Salmán puede salirle gratis que sus sicarios descuartizaran a un periodista mientras ponían la música alta para acallar sus alaridos…

Si a Putin puede salirle gratis matar a Navalny y otros disidentes heroicos tras una pasada por el gulag, invadir Ucrania, cometer asesinatos en el Reino Unido o en España y amenazar una y otra vez al mundo con sus armas nucleares

Si Netanyahu nunca va a tener que responder por sus desaforadas represalias militares en Gaza o en el Líbano, diga lo que diga la Corte Penal Internacional

Si los ayatolás iraníes nunca van a tener que responder ni por sus acciones terroristas contra Israel ni por la represión de su propio pueblo

Si Maduro va a ser proclamado presidente de Venezuela como si tal cosa…

Si Xi ha ascendido al trono imperial a través de una escalera de cadáveres, ha acabado brutalmente con las libertades en Hong Kong y sólo espera el momento para hacer lo propio con Taiwan…

¿No debería parecernos normal o al menos coherente con el mundo actual que las elecciones norteamericanas las haya ganado Trump, por mucho que detestemos su conducta y sus ideas?

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¿Y, ya puestos, no deberíamos dejar de perder el tiempo con exquisiteces y nimiedades como si los negocios privados de Begoña se impulsaban o no con dinero público, si al hermano del presidente le pagan por trabajar poco o muy poco, si el fiscal general ha delinquido para ayudar a su jefe, si la tal Carmen Pano llevó como dice los 90.000 del ala a la segunda planta de la sede o si había ministros y altos cargos, empezando por el amo de llaves de Ferraz, que se embaulaban su tajada de las mascarillas o las licencias de hidrocarburos en la pagaduría de Aldama?

¿No será todo esto una mera senda de apuradas deposiciones mediáticas sin otro porvenir que el de los serpenteantes coprolitos de un museo arqueológico, como sugirió ayer Zapatero en su apelación a la "contención" y la "calma"?

El histórico Partido Socialista que perduró desde Pablo Iglesias hasta Rubalcaba ha dado paso al movimiento personal de Sánchez (Make Sanchez Great Again)

Eso es lo que desde luego finge creer a pies juntillas la inmensa mayoría de los delegados del Congreso del PSOE en Sevilla. Sólo Page fustigó el "victimismo" imperante y a nadie se le escuchó objeción alguna sobre Ábalos, Koldo o Aldama. Entre otras razones porque a la representante de Izquierda Socialista se le negó el testimonial uso de la palabra.

Más allá de los eslóganes, ideológicamente el PSOE ya es bien poco. Su credo igualitario se ha marchitado como el canon liberal del Partido Republicano de Reagan. A las ideas se las comieron sus nuevos dueños.

Igual que el Great Old Party ha dado paso al movimiento nacional de Trump (MAKE AMERICA GREAT AGAIN), el histórico Partido Socialista que perduró desde Pablo Iglesias hasta Rubalcaba ha dado paso al movimiento personal de Sánchez (MAKE SÁNCHEZ GREAT AGAIN).

En Estados Unidos tienen el MAGA, en España tenemos el MSGA. Todo por el líder, todo por el poder que distribuye el líder y por el dinero que hace ganar el líder a los que sustentan al líder.

Como en la distopía orwelliana, eso no es óbice para que un día toque pactar con Putin o aliarse con Meloni y Orbán para colocar como vicepresidenta de la UE a Teresa Ribera

Durante "tres años más y los que vendrán", como el propio Sánchez acaba de proclamar en el cónclave de UGT. Si la meta son ya los 13 años de González, ¿por qué no los 17 de Netanyahu?

Entre tanto, todo vale contra el enemigo real o imaginario. Contra los tiburones con los que tanto Sánchez como Trump sueñan. Santos Cerdán y María Jesús Montero lo dejaron ayer claro. La oposición -Kamala o Feijóo- debe ser vilipendiada, los periodistas ridiculizados y castigados, los jueces denigrados...

En el caso de Trump son tiburones comunistas, en el de Sánchez tiburones de ultraderecha. Pero, como en la distopía orwelliana, eso no es óbice para que un día toque pactar con Putin o aliarse con Meloni y Orbán para colocar como vicepresidenta de la UE a Teresa Ribera.

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Tal vez este artículo parezca en exceso pesimista, pero que nadie lo interprete como una invitación a la rendición. Todo lo contrario. Es incuestionable que los valores de la globalización, la libertad de comercio, el multilateralismo, el control social del poder, las garantías jurídicas, la estabilidad regulatoria, el respeto a la legalidad y por supuesto la libertad de expresión y el derecho a la información se baten en retirada por doquier.

Escuchémosle hoy enaltecerse con fruición y recordemos que, como decía Publio Siro, "la fortuna es de vidrio; cuanto más intensamente brilla, más fácilmente se rompe"

Inesperadamente la tecnología se ha convertido en aliada coyuntural de la desinformación y la demagogia. Pero también será la tecnología la que, más pronto que tarde, nos ayude a doblegarlas.

Debo reconocer, tal y como lo hace Fintan O'Toole, que quienes confiábamos en el buen juicio de los votantes norteamericanos "aunque sus gobiernos pudieran hacer a veces cosas terribles", esta vez nos hemos equivocado. Algo habrá tenido que ver la falta de una alternativa atractiva, centrista y moderada.

En todo caso, eso no significa que los españoles estemos condenados a meter también la pata de manera recurrente. La tasa de aprobación de Biden que hizo inviable la candidatura de su vicepresidenta llegó a caer hasta el 37%. Trump sólo contaba con el 34% de respaldo cuando perdió hace cuatro años. Pues bien: según el último estudio de SocioMétrica, Sánchez no pasa hoy del 26,5%. Le aclamarán en su Congreso, pero no puede salir a la calle en ningún lugar de España.

Ha superado muchas pruebas y cuenta con aliados muy dispares que le cobran un creciente alquiler de zona tensionada, pero lleva el germen de la autodestrucción en su arrogancia. Escuchémosle hoy enaltecerse con fruición y recordemos que, como decía Publio Siro, "la fortuna es de vidrio; cuanto más intensamente brilla, más fácilmente se rompe".