Las pititas, la nueva foto de Colón
Debajo de los adoquines no estaba la playa, sino lo que arrastra la inmundicia de los buenos barrios: secretos, amantes, baba de hijos diletantes, merluza cara y perlas del Cantábrico.
Jamás nadie le dijo a un bolso de Vuitton que podía ser revolucionario, pero jamás supimos que Sánchez iba a resistir por encima de nuestras posibilidades y del Apocalipsis.
Si vemos la revuelta de Núñez de Balboa, vemos la foto que quiere Sánchez: la de las pititas que llevan el ácido hialurógeno colgando de las mascarillas y en coyundita distanciada con los fans de Taburete.
Moncloa tiene la imagen y nos habla de esta tanganilla de Núñez de Balboa por medio de perfiles bajos, como el del ministro de Cultura. Pero Moncloa tiene ya su foto de Colón sin Colón, con laca, con el Águila de San Juan y con todo bien agitado en ese gazpacho icónico de lo que llaman la derechona y que ya no llega ni a género literario.
Lo de la distancia en la alarma, la manifestación rotativa y la cacerola, no deja de ser ridículo en un país aún más ridículo y sostenido por Gabriel Rufián, devenido en un Cohn-Bendit inverso y con pelo de indio tomahawk.
Las cacerolas, con ser cacerolas, ni suenan, y a la derecha la cacerola le queda tarde y mal, que es lo que quiere Sánchez. Si en el 8-M Calvo llevaba parpusa e Irene Montero tosía consignas y patógenos, ahora en el barrio de Salamanca se ha visto que en el principio fue la profilaxis, y de ahí a agitar las prendas de El Ganso, que son las que hacen la revolución silenciada de las tarimas flotantes. A galopar, que diría el otro.
A la guapa gente de Serrano le hace falta un programa, un aggiornamiento de un cabreo coral de toda España que, en ellos, perturba cosa fina el mensaje a transmitir. Se sabe que Sánchez tiene la maquinaria y la ausencia de escrúpulos, y de ahí que los rebotados del barrio de Salamanca o de Villaverde necesiten un mejor altavoz y ese lema de "paso corto, vista larga y mala leche".
En el fondo, en el secuestro civil que vivimos se hace muy difícil la crítica. A veces se cuela un periódico de una lejana provincia a poner en un brete a un ministro pero en eso, y en nada más, va quedando el control parlamentario y las libertades públicas.
La foto de hoy se sale del marco, a diestra y a siniestra. A la derecha española le falta un criterio estético y no entrar al trazo grueso donde Ferraz tiene una maquinaria tenaz con Adriana Lastra y su factoría de lanzallamas. O con Simancas, que piensa en socialista, habla en español y comunica en siciliano.
Pero piensen también en el lado contrario con Vox celebrando el Calendario Zaragozano con sus fechas imperiales o vean a Ayuso, Mater Dolorosa de sus segundas residencias cuando ahora los católicos recuerdan el milagro pastorcillo de Fátima.
Como ésta es la foto que quiere Moncloa que centre el debate, la foto del Madrid de las acacias verdemadriles y de la permanente, también está en nuestro afán mandársela envuelta, con lazo y con rosquilla de San Isidro a Iván Redondo sin acuse de recibo.
En verdad, el pueblo rico de Madrid, indignado en Núñez de Balboa esquina avenida de la Albufera, les tapa la vergüenza, por ejemplo, de tener a 300 profesores arriados en la América de Trump sin que nadie del ministerio de la de Neguri diga ni mú.
La revolución de Núñez de Balboa no sirvió de nada, pero qué guapas eran con sus paragüitas en aquella primavera que nos robaron. Llovía poco y se sintieron en la Historia. Y siempre dentro de las horas estipuladas.
Gente de orden...