La gran duda de China en Ucrania: apoyar a Putin o vender su alma al diablo occidental
La decisión de Putin ha puesto a los líderes chinos en una posición muy incómoda y a la vez ha dejado claro que Occidente está muy unido.
29 marzo, 2022 03:09Noticias relacionadas
La desescalada de intenciones de Rusia en Ucrania ha librado al mundo de una situación alarmante… al menos a corto plazo. Si de verdad Putin va a conformarse con consolidar su dominio sobre el Donbás y crear un corredor que lo una con Crimea para impedir el acceso de Ucrania al Mar de Azov, la posibilidad de un enfrentamiento con la OTAN decrece radicalmente.
Si la "segunda fase" de su "operación militar" estará centrada simplemente en asegurar esos objetivos sin por ello dejar de dañar al ejército ucraniano allá donde pueda (este fin de semana se han repetido ataques sobre Kiev e incluso sobre Leópolis), Occidente gana tiempo… y del mismo modo lo gana China, de quien seguimos sin saber nada ante una situación de alarma mundial inédita en las últimas seis décadas.
China se significó mínimamente al inicio del conflicto, pero solo para reafirmar su neutralidad: se negó a condenar la invasión en las Naciones Unidas… pero avaló las declaraciones de su embajador en Ucrania mostrando su apoyo al Gobierno de Kiev.
Criticó públicamente el hostigamiento de Occidente sobre Rusia que habría llevado a esta situación, pero a la vez negoció con Estados Unidos dos veces al más alto nivel: el secretario de estado Antony Blinken conversó con el ministro de Exteriores, Wang Yi, y, dos semanas después, el presidente estadounidense, Joe Biden, lo hizo con el presidente chino, Xi Jinping. Ambas reuniones acabaron con todo el mundo moderadamente satisfecho.
El problema que tenemos los occidentales con China es que nos cuesta mucho manejar sus ritmos. Su calma nos desespera. Ese continuo esperar hasta el último momento antes de posicionarse. Gato negro, gato blanco.
Durante una semana, Occidente ha tenido la sensación de vivir al borde del conflicto nuclear. El propio gobierno español alertaba en privado de la probabilidad de un enfrentamiento entre Rusia y la OTAN de consecuencias inimaginables. Mientras, China estaba a lo suyo. Comparte tres mil kilómetros de frontera con Rusia, pero no parecía inmutarse ante el hecho de que Putin estuviera planteándose el uso de armas nucleares estratégicas.
Esa facilidad para no mojarse ni bajo la ducha es encomiable, pero no puede durar eternamente. China apuesta por la multilateralidad como consigna de un nuevo orden mundial. Para ello, obviamente, necesita que Occidente ceda buena parte de su influencia, y necesita, a su vez, que la OTAN tenga un enemigo de entidad en Rusia… sin que la propia Rusia se inmole en aventuras incomprensibles.
Sabemos que Putin es su aliado estratégico, pero también sabemos que ese aliado ha de actuar de forma mínimamente cabal, no como un dictador que se calienta y amenaza con misiles nucleares a todo el que le estorbe. Más que nada porque, tarde o temprano, quien le estorbe puedes ser tú.
En lo que la guerra de Ucrania continúa dentro de un orden convencional (Rusia no necesita armas químicas para lograr sus nuevos objetivos, mucho menos necesita armas nucleares), China tendrá tiempo de pensar qué va a hacer cuando Putin vuelva a la carga. Porque todos damos por hecho que volverá a la carga y que, cuando su ejército se recomponga, buscará controlar Járkov y Odesa, o intentará de nuevo tomar Kiev… o, peor aún, se lanzará a por Moldavia, a por las repúblicas bálticas, a por Bulgaria, Hungría, Rumanía, Polonia… Y, ahí, quiera o no, China tendrá que dejar de jugar con dos barajas.
Incógnitas a resolver
No será una decisión fácil para un país que, en público, reniega de todo lo que significa Occidente, pero a la vez no deja de crecer económicamente gracias al dinero que llega de la Unión Europea y Estados Unidos. Occidente puede que sea "el diablo", pero es un diablo que paga muy bien. Llegado el momento, ¿le convendría a China apoyar un posible desvarío de Putin o no le quedaría más remedio que "vender su alma" en busca de una garantía de estabilidad?
La respuesta no la sabe nadie, pero podemos ir resolviendo algunas incógnitas que nos ayudarán a hacernos una mejor idea de lo que puede estar por venir.
Para empezar, recordemos que quien mete a China en este conflicto es Putin con su petición de ayuda militar. Una petición que ambas partes niegan, pero que la inteligencia estadounidense filtró con total convencimiento.
Ahora bien, ¿realmente ha llegado China a vender armas de forma masiva o incluso a ceder parte de su equipamiento a Rusia como sí ha hecho Occidente con Ucrania? No tiene ninguna pinta. Ni ha habido comunicado oficial al respecto ni el comportamiento del ejército ruso sobre el terreno invita a pensar que haya recibido ayuda externa más allá de mercenarios sirios y "voluntarios" chechenos a los que han mandado a tomar Mariúpol.
Militarmente, China se ha negado a apoyar a Rusia… pero económicamente se ha negado a apoyar a Occidente. No solo no se ha unido a las sanciones impuestas al régimen de Putin, sino que ha anunciado más compras de materias primas y alimentos. Como decíamos antes, China no se puede permitir una Rusia humillada y hundida. La necesita suficientemente fuerte como para meter miedo… y miedo hemos pasado un rato estos últimos días, lo que nos lleva a la mencionada cuestión nuclear.
¿Qué opina China de las amenazas públicas de Rusia de utilizar armas nucleares? ¿Qué opina de las filtraciones de supuestos planes para utilizar armas químicas, algo que por otro lado Putin ya hizo en Siria? Increíblemente, no lo sabemos. Nadie se ha pronunciado al respecto. Entendemos que no les ha sentado nada bien, entendemos que tanta especulación habrá hecho saltar sus propias alarmas… pero no han querido decir nada al respecto. Secretismo total y, hasta cierto punto, peligroso. Si no salta China en estas circunstancias, ¿cuándo va a hacerlo?
Teoría del mal menor
Otra posibilidad es precisamente la contraria. Que, mientras Rusia y la OTAN iban sacando pecho camino a un enfrentamiento frontal, China estuviera negociando. Que Xi estuviera hablando con Putin recordándole que todo esto era innecesario. Que cogiera su Donbás y lo vendiera como el mayor éxito desde la batalla de Stalingrado y se dejara de historias. Que ya tendría tiempo para seguir presionando más adelante. Incluso es posible que transmitiera a su vez esa información a Estados Unidos y por eso los estadounidenses se mostraran tan convencidos de mostrar su fortaleza: sabían que no tendría consecuencias.
Es cierto que ahora mismo, en plena nueva oleada de Covid y algo perdidos en cuanto a cómo afrontarla, tal vez China ha priorizado sus propios problemas, pero, como socio político prioritario de Rusia y socio económico prioritario de Occidente, es normal que ambas partes la escuchen y que tomen buena nota de lo que tiene que decir. La multilateralidad, al fin y al cabo, consiste en esto: que seas suficientemente poderoso como para influir en las demás superpotencias.
El problema es que esto genera una cuestión moral tremendamente incómoda: ¿queremos que China medie en nuestras cuestiones? ¿Queremos pedirle favores políticos a un régimen dictatorial? Occidente presume -y hace bien- de sus valores morales, de su implicación en las luchas justas y su defensa de la democracia como mejor camino hacia el respeto a los derechos humanos.
En China, ni hay democracia ni hay derechos humanos ni hay nada que se le parezca. Es una dictadura de partido que busca la aceptación internacional. Punto. Tratar a China de tú a tú, no solo por una cuestión de disuasión nuclear, sino por tratarse de un mal menor en otro conflicto es peligroso. Probablemente inevitable, pero moralmente discutible. Abrazar a Xi para esquivar a Putin esconde una desagradable realidad: no hay tanta diferencia entre ambos líderes y desde luego no la hay entre sus respectivos regímenes.
¿Ensayo para Taiwán?
Vayamos más allá, pues el secretismo solo sirve para dar rienda suelta a la especulación: ¿y si China en realidad ha estado animando a Putin para que mueva el avispero? No parece probable, desde luego, porque va en contra de su política de respeto absoluto a la integridad territorial de los estados, pero… ¿y si Xi ha ayudado a calentar la cabeza del presidente ruso para ver exactamente cómo respira Occidente, qué grado de unidad hay, hasta dónde está dispuesto a llegar… y de paso evaluar la verdadera capacidad militar de su socio-vecino?
Aunque no haya habido un empujón como tal, esta inquietante neutralidad, esta pachorra sorprendente… ¿no será una manera de esperar a ver qué pasa para luego decidir qué hacer con Taiwán? ¿Al filo de cuántas guerras nucleares puede vivir Occidente en un solo año? Sabemos que Taiwán es la obsesión de Xi y del Partido Comunista Chino. No han dejado de repetirlo en los últimos dos años. Ahora bien, en pleno año de reelección, no pueden permitirse un fracaso militar. No pueden permitirse su propio Ucrania ni quieren retroceder en la influencia comercial que tiene China ahora en el mundo.
La decisión de Putin ha puesto a los líderes chinos en una posición muy incómoda, pero a la vez les ha ayudado a hacerse una idea de cómo están las fichas en el tablero: Occidente está unido. Occidente está dispuesto a sufrir, al menos hasta cierto punto.
Por otro lado, Rusia, como aliado, no da para mucho más. Para conseguir sus objetivos económicos y políticos, ¿le interesa a Pekín avanzar en la vía rusa o camelar a los estados occidentales para enfriar su reacción ante un posible ataque sobre la isla de Formosa? Parece que es lo que están intentando averiguar. Con calma. Sin prisas. A la china. Cuando vean quién caza el ratón, se decantarán de su lado.