Los 10 momentos clave de la invasión de Ucrania: del asedio a Kiev al temor a una guerra mundial
Más de dos semanas después del inicio de la guerra, las tropas de Putin no logran hacerse con la capital y los bombardeos no cesan.
13 marzo, 2022 03:59Noticias relacionadas
Fuera por el posible respeto a la tregua olímpica -los Juegos de Invierno acabaron en Beijing el 20 de febrero- o fuera por la esperanza de que surgieran en el interior de Ucrania movimientos prorrusos que facilitaran la intervención de su ejército, lo cierto es que Rusia se pasó casi dos meses acumulando tropas en la frontera con Ucrania y mintiendo acerca de supuestos ejercicios militares en Bielorrusia que no eran, en definitiva, más que la preparación de una guerra a gran escala.
El conflicto estaba llamado a durar muy poco. Un enorme ejército, con casi 200.000 unidades, frente a unas tropas poco preparadas y un país tomado por sorpresa pese a todas las advertencias. Sin embargo, han pasado diecisiete días y Ucrania sigue resistiendo. Sus grandes ciudades, devastadas; su población, en medio de unas enormes penurias; su presidente, agotado, clamando por una ayuda que sabe que no va a recibir. Pero en pie. La posible llegada de nuevas tropas venidas del interior de Rusia junto a voluntarios y mercenarios venidos de Oriente Medio pueden cambiar el conflicto en cualquier momento, pero ahí siguen los ucranianos dando ejemplo al mundo y poniendo en su sitio a un invasor temible.
Las amenazas y bravuconadas de los primeros días han dado paso a una crueldad intolerable y a un esfuerzo negociador impensable al iniciarse la guerra. Como dijo este sábado el propio Volodimir Zelenski, "si Rusia consigue cientos de miles de tropas y cientos de miles de tanques acabarán conquistando Kiev, eso lo sabemos". Ese sigue siendo el escenario más probable, pero la resistencia ucraniana ya ha garantizado una cosa: que Putin no va a poder ganar la guerra que él pensaba ganar.
Una guerra de liberación y entrenamiento para reimponer un cierto orden mundial. Ganará una costosísima guerra de destrucción, de ocupación y de posterior represión. Repetirá, en definitiva, el error de la URSS en Afganistán en 1979. Repasemos, mientras tanto, los diez momentos que han definido hasta ahora el conflicto.
El rodillo ruso
1. Después de varios días esperando la noticia, la madrugada del miércoles 23 al jueves 24 de febrero, se detectan los primeros movimientos de tropas rusas desde la frontera propia y la de Bielorrusia. Empieza lo que Vladimir Putin decidió llamar “operación militar especial” y empieza con decenas de miles de tropas ganando terreno sin aparente oposición. Son estas primeras horas una alarma constante. Al dominio militar ruso se unen peligrosas divergencias en el frente occidental. Donald Trump condena la acción, pero halaga a Putin, incluso insinúa que Estados Unidos debería hacer lo mismo con México. Parte del Partido Republicano se pone de su lado. El miedo a que, en el peor momento, Europa tenga que librar sola la batalla de las sanciones y la presión pública, recorre todo el continente.
2. Tras tomar fácilmente la zona de exclusión de Chernobyl y la inactiva central nuclear, las tropas rusas avanzan con decisión hacia Kiev, la capital. Se filtra un informe de la inteligencia estadounidense -tremendamente precisa hasta ese momento- según el cual se espera que la ciudad resista, como mucho, 72 horas. Probablemente, menos. Los medios rusos aseguran que Zelenski ha huido del palacio presidencial, animando al resto de la población a hacer lo propio. Estados Unidos, de hecho, propone evacuarle a un sitio seguro.
¿Su reacción? Colgar vídeos en redes sociales con Kiev de fondo, aún intacta, los edificios más famosos a su espalda, animar a la resistencia, tomar café en un refugio con un grupo de soldados y asegurar que “no necesito un viajecito, lo que necesito son municiones”. Ha nacido un héroe.
3. La Unión Europea, con el Alto Comisario Josep Borrell y la Presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, al frente, inician una febril campaña diplomática. Consensuan sanciones, negocian con Francia, con Alemania -uno de los principales clientes del gas ruso, destino del famoso “Nord Stream 2”-, hablan con Biden, con Trudeau, con los países fronterizos de Ucrania. Se prepara así Europa para acoger a millones de refugiados y de paso se lanza al ataque: no solo palabrería, sino acciones, acciones que Putin jamás pensó que se tomarían en su contra.
Europa decide sacrificarse. Decide pasar frío. Decide disparar sus propios precios y dañar su propia economía con el único objetivo de, a medio-largo plazo, hacer implosionar la rusa. Los oligarcas se quejan. El pueblo aún no sabe lo que le espera. Joe Biden anuncia que se suma a las sanciones -la más destacada deja a la mayoría de los bancos rusos fuera del sistema SWIFT de transferencias internacionales-. Desde entonces, la popularidad del presidente estadounidense no deja de crecer. De repente, el Partido Republicano cambia de bando y empieza a pedir una respuesta aún más fuerte. Putin pierde un aliado decisivo.
Cambio de tornas
4. Las cosas no van como Putin había imaginado. Ninguna gran ciudad del este se rebela contra el gobierno de Zelenski, no hay falsa bandera bajo la que cobijarse. Las tropas empiezan a frenar sus avances. Hay problemas de abastecimiento, hay problemas de suministros. Cada ciudad es un pequeño Vietnam. Cuando, en un gesto de desesperación, pronuncia las palabras mágicas –“armas nucleares”- y amenaza a Suecia y Finlandia si deciden entrar en la OTAN, la respuesta es contundente: más y más países deciden enviar armas a Ucrania, el propio Zelenski pide su entrada en la Unión Europea, como lo hacen Georgia y Moldavia.
Si hay miedo entre los ciudadanos, no parece haberlo entre los dirigentes. La decadente Europa se niega a dar un paso atrás sin dejar de calcular hasta dónde es sensato dar pasos adelante.
5. Ucrania necesita una pausa tras tres días de intensos bombardeos. Rusia necesita una pausa tras ver que la “guerra relámpago” se ha quedado en un gatillazo. Acuerdan negociar un alto el fuego. La condición de Zelenski es que sea en territorio neutral y descarta a Bielorrusia, desde donde llegan buena parte de los ataques. Sin embargo, acaba cediendo. No le queda otra.
Rusia impone sus condiciones incluso en eso. Rusia desprecia a Zelenski y desprecia a Ucrania. Sigue pensando que, si no han sido 72 horas, serán 72 más. Punto. Se equivoca. La reunión acaba sin acuerdo alguno. Lo mismo pasará con las dos siguientes. Algo, sin embargo, está cambiando.
6. Las 72 horas se han convertido en una semana. Los camiones y los tanques rusos forman una columna impresionante de cuarenta, cincuenta kilómetros. No pueden avanzar y no pueden ir hacia atrás. Esperan, pero no saben el qué. La resistencia ucraniana aprovecha para el pillaje y el sabotaje. Sigue la destrucción, pero se detiene el avance. Mariúpol queda sin agua potable, sin electricidad y sin comida; Járkov sufre unos ataques salvajes por tierra y aire; los aeropuertos de Kiev caen en manos rusas. Sin embargo, son victorias que saben a poco.
Putin pensaba que tenía un ejército imbatible -lo había demostrado en Grozni, en Alepo, en Osetia, en Kazajistán…-, pero lo que hay en Ucrania es algo parecido al descontrol. Al final, el propio gobierno ruso acaba reconociendo que ha enviado incluso a chicos sin el servicio militar cumplido. Putin busca culpables.
7. Ante la imposibilidad de ganar la guerra como Putin tenía pensado, Rusia recurre a su opción favorita: la devastación. Comienza algo parecido a la “chechenización” del conflicto. Hospitales bombardeados, maternidades destruidas, ciudades arrasadas. Se negocian corredores humanitarios y después se dispara contra los refugiados que huyen por esos corredores. Todo vale. La idea era salvar a sus hermanos ucranianos de los malvados “nazis” que ocupan el poder desde el “Euromaidat” de 2014 y lo que está haciendo Putin es asesinarlos. Ya es una cuestión de orgullo. Esto no puede quedar así.
El giro diplomático
8. Y, sin embargo, la realidad es terca. Rusia deja de pedir la “desnazificación” de Ucrania como requisito para una paz. Deja de pedir la “desmilitarización” de su vecino. Le basta con una rendición que reconozca el Donbás como independiente -bajo control ruso-, le basta con el reconocimiento de Crimea como región propia, y le basta con un cambio constitucional que garantice la “neutralidad” de Ucrania, es decir, que nunca entrará en la OTAN ni en la Unión Europea, organizaciones consideradas enemigas. Zelenski insinúa que podría aceptar algo parecido.
En Ankara, Erdogan consigue reunir a los representantes de exteriores de ambos países. No hay acuerdo, por supuesto, pero el detalle no pasa desapercibido: la reunión ya no es en Bielorrusia, sino, como pedía Zelenski, en territorio neutral. A la misma, no van funcionarios de traje, sino el mismísimo Serguei Lavrov.
9. Desde el Kremlin surge un nuevo bulo: Ucrania está preparando armas químicas en sus laboratorios. Excusa perfecta para bombardearlos. Conociendo cómo funciona Putin, Zelenski avisa: “Rusia siempre acusa a los demás de lo que tienen pensado hacer ellos”. El miedo a una guerra con armas químicas crece. La OMS pide a Ucrania que destruya cualquier experimento antes de que pueda ser alcanzado por una bomba o caiga en manos rusas. Se habla incluso de “bombas sucias” o de pequeños artefactos nucleares como solución para poner fin de una vez al conflicto.
Mariúpol agoniza, pero no cae. Ucrania se prepara para lo peor, pero resiste. Siempre un día más. Una noche más. De esta manera, da tiempo a sus vecinos a prepararse ante ataques parecidos. Zelenski pide una zona de exclusión aérea, pero no es posible. Sencillamente, no es posible. Nadie quiere declarar en la práctica la guerra a Rusia.
10. Ahora bien, tampoco están dispuestos a que Rusia dé primeros pasos bélicos y estos queden en nada. El presidente estadounidense Joe Biden se muestra sorprendentemente agresivo en rueda de prensa: si un solo centímetro de la OTAN se ve atacado, entraremos en una III Guerra Mundial.
No hay eufemismos, no hay sobreentendidos. Pronuncia las palabras tal y como todos las tememos. Es un aviso contundente a Putin: toca Lituania y prepárate para una guerra total con un ejército desmoralizado y demacrado; toca Letonia, Estonia, Polonia o Hungría y prepárate para el apocalipsis. La escalada verbal de momento no ha encontrado respuesta en Rusia, que recrudece, si eso es posible, sus ataques sobre la población civil. La guerra sigue, diecisiete días después. Nadie sabe cuántos más quedan.