Plan ‘coste cero’ para mejorar tu vida: trabaja tu ‘visión personal’ desde la ‘teoría del flow’
La combinación de preocupación y aburrimiento (estrés y tedio) es hoy una característica de nuestra época, pero la teoría del flow llega en nuestra ayuda.
23 agosto, 2022 01:59Hay una frase de Maggie Smith en Downtown Abbey que, escuchada en su inglés definitivo, suena como un relámpago: “deja de lloriquear y busca algo que hacer”. Se dirige a su nieta, que no encuentra ocupación, ni un modo de aportar algo a los demás y comparte el sufrimiento que le provoca la inactividad.
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Etimológicamente, aburrirse es algo horrible: la palabra aburrimiento proviene del latín, concretamente del prefijo “ab” y del vocablo “horrere", es decir, significaría algo así como perder la capacidad de relacionarnos con lo que nos impone o asusta.
En ocasiones, se alaba la capacidad de aburrirse, confundiéndola con la capacidad de no hacer nada o con la de realizar tareas que tienen otra utilidad más profunda (Nuccio Ordine explica magistralmente esta diferencia en La utilidad de lo inútil) y, en paralelo, otros autores exageran la situación haciéndola imposible de evitar (como con el nuevo síndrome del Boreout): esa combinación de preocupación y aburrimiento (estrés y tedio) puede que sea ya una característica de nuestra época.
La teoría del Flow
El teórico hungaroestadounidense Mihaly Csikszentmihalyi formuló la 'Teoría del Flow' en el año 1975 en el Journal of Humanistic Psychology. Este estado de flow, que describe en su publicación, es una “experiencia óptima” en el que una persona se encuentra “completamente absorta” en la realización de una actividad de la que disfruta y durante la cual, los pensamientos y acciones fluyen de manera natural.
¿Te ocurre esto a menudo? Entonces es una señal de que estás haciendo algo bien, por muy estresantes que sean las circunstancias: esta teoría proviene de cientos de entrevistas del psicólogo con sus pacientes, en las que a menudo se usaba el agua como metáfora de movimiento fácil y alegre, como el fluir de un río.
Conseguir esto, para el autor, se relaciona más con factores propios de la actividad que con factores externos, fundamentalmente con dos, y opuestos: la realizabilidad (de acuerdo a las habilidades que uno ha desarrollado en su vida, entre las que están la concentración y los procesos atencionales) y, en paralelo, que la actividad sea lo suficientemente retadora (un objetivo demasiado fácil provocaría apatía, y uno muy complicado, ansiedad).
El modelo de visión personal
¿Cómo aterrizar esa idea de la conexión con una actividad hasta el punto del ‘flow’? El holandés Salem Samhoud desarrolló (en una publicación de 2010 con Ilse Nelemans, titulada You are who you become) un modelo de “visión personal” que puede ser muy útil, cuando se trata de establecer prioridades, o se dispone de una época que permita reflexionar.
Según este modelo, al igual que las empresas exitosas tienen una visión, con “valores”, “habilidades”, “misión” y “ambición”, cada ser humano puede completar individualmente estos apartados de su visión personal. Idealmente, los proyectos serían entonces la suma de esas “visiones personales”. No tener una visión personal sería de hecho, una forma de tenerla, así que uno no puede escapar al modelo.
¿Cómo se rellena este ejercicio? Algunas personas, explican sus creadores, se sentirán atraídas más a la parte más filosófica (valores y misión) y otras a la parte más práctica (habilidades y ambición u objetivos), pero con esta actividad se trataría de compensar ambas partes, que todos tenemos más o menos desarrolladas.
Tras esta primera reflexión, normalmente se comienza por las cualidades (se trata de elegir solamente tres, las tres principales), en respuesta a la pregunta ‘¿qué se te da bien?’, respondiendo a la pregunta de ‘¿qué es lo que los demás siempre te dicen que se te da mejor?’ o ‘¿en qué actividades has resaltado desde siempre?’ e incluso usando el concepto de flow, ‘¿haciendo qué pierdes la noción del tiempo?’. A continuación, los valores que defiendes y sin los cuales no puedes tolerar continuar en ningún lugar, ‘¿qué valores defiendo?’.
Después, se trata de rellenar una frase de misión, en el puro sentido filosófico, una frase inicialmente que nos dé energía y nos retrate, ya sea más relacionada con el desarrollo personal o con aportar a los demás (los dos vectores principales).
Y, finalmente, de llegar a una serie de objetivos (ambición personal). Estos objetivos deben ser medibles, realizables y como señalan los autores Collins y Porras (los autores del conocido Built to last), tienen que ser “hairy” (atemorizantes como un bisonte, literalmente). Lo máximo que se programan aquí son dos años de trabajo y el periodo más importante son los primeros seis meses y un año, en los que se definen los KPIs, típicos en la empresa: los “pequeños logros”.
Si el modelo está completo correctamente, debe ser coherente: no podemos exigirnos logros que no estén de acuerdo a nuestras habilidades actuales (en algunos casos, habremos de prepararnos más) o vayan en contra de nuestros valores o forma de ver el mundo: en ese caso, deberán ser revisados y reescritos de acuerdo a nuestro sistema de creencias.
En resumen, la posibilidad de no hacer nada está completamente abierta, siempre que sea elegida, pero para las personas que quieran establecer objetivos, lo mejor es que lo hagan de acuerdo a las habilidades que hayan desarrollado, en el marco de sus valores, y conectando con aquellas actividades que, en un entorno VUCA (en inglés, Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo), nos permitan conectar con nuestra mejor versión de afrontamiento.