Tengamos el 8-M en paz: por una tregua en la lucha por el relato
Cruz Sánchez de Lara, editora de MagasIN, reflexiona sobre la situación del feminismo en el Día Internacional de la Mujer.
Se celebra por 111.ª vez el 8 de marzo, de nuevo envuelto por el sonido cruento y aterrorizador de la guerra silbando en nuestros oídos europeos. Suena más cerca y se siente como algo más que una mera posibilidad, escuchando aún el remoto duelo de muertas andantes bajo un burka. ¿Remoto? Así llamamos con demasiada frecuencia a lo simplemente lejano.
A medida que el siglo XXI avanza, con la Cuarta Revolución Industrial imprimiendo ritmo vertiginoso a nuestro aprendizaje y el 5G introduciéndonos en las películas de ciencia ficción, resulta que no somos tan distintos de los cromañones, que no solo eran hombres, sino también mujeres.
La guerra aviva otro debate que nos devuelve a los orígenes: “Las mujeres y los niños primero”. Más de un joven me ha cuestionado si no nos ofende el trato de desigualdad hasta en la guerra. Mi propio hijo me preguntó si no me parecía que se nos caracterizaba por nuestra debilidad física. Afortunadamente, ahora la juventud se sorprende con los indicios de discriminación antes que en otras generaciones.
El conflicto abre muchos frentes, también los del machismo hacia los hombres. Nadie quiere ir a la guerra. ¿Por qué entre la población civil se ha reclutado ancestralmente solo a los hombres? El machismo no solamente mata a mujeres. También acaba en ocasiones con varones, haciendo que soporten cargas que han sido tradicionalmente masculinas. Las trincheras son un claro ejemplo, aunque de sobra es conocido que los cuerpos de las mujeres han sido un botín en las contiendas y que han sido víctimas de primer nivel de los conflictos.
Ahora la guerra está aquí al lado y nos toca de cerca. ¿Será posible que estemos repitiendo el esquema de todas las sociedades precedentes cuando alcanzan el punto álgido de ebullición? La perplejidad de la mayoría ante el enfrentamiento global invita a reflexionar sobre qué está pasando en estas situaciones que también extreman la desigualdad. En definitiva, la guerra no implica sino llevar hasta sus últimas consecuencias la polarización en la que vivimos.
Feminismo y Movimiento LGTBI
El feminismo se ha convertido en el punching ball al que golpean furibundamente, tanto los negacionistas de la discriminación como los, las y les adanistas, que creen haber encontrado la panacea para erradicar la desigualdad con la “autodeterminación de género” a demanda, a la carta y sin seguridad jurídica.
Pero todo es más sibilino que eso. Hay quien sostiene que desde algunos sectores del feminismo se cuestionan los avances y los derechos del Movimiento LGTBI. Yo sigo sin verlo. ¿Qué beneficios se obtienen de esta polvareda que todo lo empaña? ¿Será que alguna vez las feministas se han mostrado en contra de los derechos LGTBI? No creo. Ambos movimientos han caminado paralelos, de la mano en la mayoría de las ocasiones para apoyarse frente a la discriminación.
¿Quién gana haciendo que se confundan los conceptos, se mezclen las cuestiones y se dé la apariencia de guerra civil cuando solo hay reivindicaciones distintas que defender?
Los vociferantes siempre tienen réplica desde el otro extremo. Siempre hay “a favor” y “en contra” en cualquier cuestión. Pero, cuando la doctrina hace regurgitar las bajas pasiones, la masa grita y lanza consignas -que muchas veces ni entiende- embarcándose en frentes liderados por la demagogia y el populismo.
La vehemencia beligerante es perversa para la igualdad. Se grite como se grite. La mayoría de la ciudadanía quiere vivir sin que le revienten los tímpanos.
Me ha costado mucho entender la situación. Y si ha sido difícil para mí que me empeño en que me lo expliquen, imagino que aún más para la mayoría que está cansada de discursos ininteligibles.
¿Qué está pasando?
Como ejercicio previo al 8M me propuse comprender qué está pasando. Desde distintos foros me contaban que en el Congreso Federal del PSOE se habían rendido ante la presión de Irene Montero.
También que dentro del Partido Socialista había dos posiciones radicalmente enfrentadas: una que pretendía cargar al feminismo con la mochila adicional de la lucha por otros derechos diferentes de los de las mujeres y otra que se negaba a asumirlo. Me aseguran fuentes acreditadas que esa guerra civil interna no es tal.
Lo que aprobó el PSOE en su Congreso Federal fue la creación de dos secretarías: una de igualdad y otra de derechos LGTBI con el fin de que, desde cada una, se defendieran las posiciones de uno u otro colectivo. Y que el borrador de la Ley Trans es el mismo que en su día presentó Carmen Calvo.
Eso ya cuadra más. El feminismo es el camino hacia la igualdad entre hombres y mujeres. Ese camino no puede recorrerse negando la evidencia del machismo a lo largo de la historia. Tampoco debe hacerse pretendiendo cargar la lucha feminista con otras batallas por derechos muy loables, pero que no tienen nada que ver con los problemas de la desigualdad entre hombres y mujeres.
Ahora, la ministra de Igualdad pretende aumentar sus competencias lanzando un mensaje contra el envío de armas a Ucrania acordado por el Gobierno del que forma parte.
El equipaje del feminismo ya es bastante voluminoso. Las desigualdades entre hombres y mujeres no son un bagaje ligero. Se presentan en múltiples formas y con la gravedad suficiente como para que nadie se erija en adalid de otras cuestiones que no le han sido encomendadas.
La igualdad de derechos de las personas LGTBI es algo por lo que la mayoría de la sociedad aboga. Mi querido amigo Pedro Zerolo inoculó el virus de la sensatez en su defensa a quienes tuvimos la suerte de estar cerca de él y las nuevas generaciones parecen tenerlo mucho más interiorizado. El horror que produce la actitud de Putin es generalizado y todas las políticas y manifestaciones de repulsa son unánimes. El tráfico de personas con fines de venta de órganos o de explotación laboral es una lacra social. Nada de eso es cuestionable.
Pero ¿por qué el Ministerio de Igualdad se empeña en convertir el feminismo en un ‘cajón de sastre’ que implique la crítica al envío de armas, las intervenciones al margen de los procedimientos judiciales en programas del corazón, la defensa de los derechos de otros colectivos distintos a las mujeres? ¿Por qué se impide el avance de la Ley de Trata con fines de explotación sexual en la que ya estaban de acuerdo el PP y el PSOE con un intento de incluir la trata de personas para el tráfico de órganos o la explotación laboral?
Esta pretendida guerra civil entre lo vanguardista y lo que llaman los medios el ‘feminismo tradicional’ no es tal. Se trata solo de los síntomas de pretender gobernar con titulares y poniendo nombres a las leyes. No habría una brecha tan grande si la “Ley por la libertad sexual” se llamara “Ley contra las violencias sexuales”.
Otro ejemplo: la violencia obstétrica tiene mucha importancia en aquellas sociedades no democráticas en las que practicaban esterilizaciones forzadas en masa por los cuerpos gubernamentales, pero no todo lo que suene a derecho humano es importable en los mismos términos que afecta a otros países. Afortunadamente, España es una democracia con un sistema garantista de derechos que no deja margen a crímenes cometidos en esa materia en otros Estados.
Hombres y mujeres por la igualdad
La igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres es un trabajo que merece la suma de todos los miembros de la sociedad e implica rigor, buen hacer y sensatez. Coger los palos de otras banderas que den buenos claims y llevar las medidas al esperpento no es feminismo.
No dividan, por favor. Prueben a escuchar a las mujeres que son más de la mitad de la población y las que justifican la creación de un Ministerio de Igualdad. Y a muchos hombres que son feministas. Sumen. Esa es la labor del feminismo: sumar hombres y mujeres en pos de la igualdad.
Y entiendan que quienes no consiguen la paz entre la ciudadanía española en los ámbitos que son de su competencia, no tienen legitimidad para manifestarse tras una pancarta del “no a la guerra”. Completen su eslogan: “no a la guerra por el control del feminismo”. Tengamos el 8M en paz.