María Emma Mejía, la mujer que renunció a la danza y acabó negociando con las FARC en Colombia
La que fuera primera embajadora de Colombia en España presenta sus memorias en las que narra los entresijos de la política durante la guerra contra el narcotráfico.
28 septiembre, 2021 02:35Noticias relacionadas
Desde bien pequeña, María Emma Mejía (Medellín, 1953) quiso ser bailarina. Le encantaba la danza e incluso quedó finalista para una beca en el Kiev School of Ballet. Pero cuando sus padres vieron que realmente podía hacer del baile su profesión, le mandaron a Estados Unidos a estudiar y le apartaron de ese sueño. Entonces no lo sabía, pero a partir de ahí su vida cambió para siempre y le llevó, años después, a hacer historia en la política colombiana: fue la primera embajadora de Colombia en España y la primera ministra Delegataria del país, además de ocupar otros muchos cargos a lo largo de los años.
La política publica ahora El camino que abrimos (Debate), unas memorias que muestran la evolución de Colombia en las últimas décadas desde el crecimiento del narcotráfico, la lucha contra el grupo de Pablo Escobar, con asesinatos y secuestros de grandes amigos de Mejía de por medio, y el proceso de paz. "Escribir este libro ha sido como esa introspección y ese psicoanálisis que a las mujeres nos cuesta más tener. Cada momento tiene sus dolores, sus bondades, sus dificultades: muchas muertes de amigos, las dificultades de tener un hijo, los sueños perdidos como fueron la danza o la cinematografía...", cuenta a MagasIN en la Casa de América de Madrid, un edificio que conoce bien ya que presenció la reinauguración en 1992, cuando trabajaba como embajadora de Colombia en nuestro país.
María Emma Mejía nació en Medellín cuando este territorio todavía no copaba los titulares por el narcotráfico. Allí vivió una infancia feliz y despreocupada. A los 18, sus padres la enviaron a Lisbon, un pueblo del Estado de Nueva York, para alejarla de esas pretensiones de ir a la URSS a hacer ballet. De vuelta en Colombia estudió Periodismo y, después de ahorrar lo suficiente, se fue a Londres a estudiar Cinematografía. En los años en que vivió en la capital inglesa trabajó en la BBC, el consulado de Colombia y realizó varios proyectos cinematográficos, algunos centrados en las mujeres inmigrantes que trabajaban como au pairs en condiciones de esclavitud.
Durante ese tiempo el narcotráfico empezaba a llegar a Europa, es más, conoció a muchas mujeres que eran detenidas por hacer de mulas de contrabando. A principios de los 80 regresó a Colombia con la idea de dedicarse al cine sin que se le pasase por la cabeza la vida pública, e incluso fundó su propia productora. En 1984 tomó posesión como directora del Focine (Compañía para el Fomento Cinematográfico) y entonces, cuando quería mejorar el cine colombiano, se cruzó en su camino Luis Carlos Galán, el hombre que, junto a su propio padre, más le ha inspirado.
"Luis Carlos Galán me lo dio todo y también me lo quitó todo. Yo habría sido, una artista, una cineasta muy probablemente, pero no me pude dar ese lujo porque teníamos que trabajar y sacrificar muchas cosas por un país como Colombia, en la coyuntura de los 80 y los 90 que atravesábamos. Fue quien me abrió las puertas del Congreso, en el que había muy pocas mujeres, y nos ayudó a sacar la Ley de Cine. Al mismo tiempo, nos dijo que eso no era suficiente y teníamos que ingresar a la política. Ahí es cuando arrancamos el grupo de galanistas, de hombres y mujeres jóvenes extraordinarios que pudimos estar con él tres años, hasta que lo asesinaron".
Para entonces, "ya era demasiado tarde". Mejía se había metido de lleno en la vida pública y no estaba dispuesta a que el miedo le echase para atrás, tal y como le había enseñado su padre. "Él quería un niño y me crió como a uno. Las feministas no estarían muy contentas con esta reflexión, pero evidentemente ciertas características de las masculinidad como no tenerle miedo a nada, enfrentarlo todo o arriesgar han estado más asociadas a los hombres. Eso y la figura de mi abuelo fueron muy importantes para mí".
Lucha contra las FARC
Tras la muerte de Galán se convirtió en secretaria general de la campaña de César Garivia y en 1990, tras su victoria, fue nombrada consejera presidencial para Medellín. En ese tiempo se fue hasta las comunas de Medellín, zonas estigmatizadas por la influencia del Cartel de Escobar, para sacar a los jóvenes de las garras del narcotráfico. "Garivia anunció en su toma de posesión que salvaría a la nación del narcotráfico, el problema es que no había una fórmula. En Medellín había como un muro invisible que separaba las lomas donde se hacían los negocios de narcotráfico de la ciudad. Empezamos a caminar, a recorrer esos terrenos y a trabajar para armar un proyecto: crear un pequeño colegio, una casa juvenil... Era creer en ellos, no tenerles miedo, que pudieran bajar a Medellín e ir en la moto sin que nadie se pensase que iba el sicario", relata.
"A mí siempre me han gustado mucho los medios de comunicación y me dieron tres horas del canal regional en las que los jóvenes de las comunas contaban sus propias historias. La gente empezó a identificarse con ellos, a perder ese miedo y a cruzar ese muro. Fueron momentos muy duros, mataron a muchos amigos, como mi gran amiga Diana Turbay, con la que empieza el libro. Era como perder, perder y perder gente, pero la fórmula era esa, no tener miedo y decir: 'De esta salimos'".
Tratados de paz
A finales de los 90 participó en el proceso de paz con las FARC en el Caguán, así como en la Comisión de Facilitación Civil con el Ejército de Liberación Nacional. Se sentó con aquellos que le habían quitado a tantas personas queridas porque "la lucha contra las drogas es un fracaso". Era necesario llegar a la paz.
Ahora, cinco años después de que Juan Manuel Santos firmase los acuerdos de paz con las FARC, Mejía está "satisfecha" de lo logrado aunque, eso sí, aún queda camino para conseguir una paz total en Colombia. "Estoy muy satisfecha con los acuerdos. En un libro reciente del historiador Orlando Melo se habla de que todos los periodos históricos de Colombia, lamentablemente, han estado teñidos por la violencia, pero dice que tal vez este periodo, pueda ser de paz, a pesar de que no es una paz completa".
"Aún hay violencia y delincuencia, hay narcotráfico, hay disidencias, no se ha firmado con el ELN, hay asesinados de líderes sociales, abusos de derechos humanos... Diciendo esto va a creer que de qué paz estoy hablando, pero es que creo que hay una base muy sólida que está avalada por la comunidad internacional. Además, en algunos territorios en los que estaba las FARC se han asentado pequeños pueblitos que han ido creciendo y pronto van a ser zonas sanas dónde habrá escuelas, puestos de salud, carreteras, cultivos distintos a la coca... Hay como un halo de institucionalidad, de paz".
Embajadora de la ONU
Cuando se firmaron los tratados de paz con las FARC en 2016, María Emma Mejía se encontraba en Naciones Unidas como embajadora de Colombia, defendiendo las negociaciones de su gobierno. Además, no era la primera vez que le tocaba dar la cara en un momento importante y complejo a nivel internacional. En 1996 fue nombrada canciller, justo después de que Estados Unidos le retirara la visa al entonces presidente de Colombia, Ernesto Samper, por el proceso 8000. Un momento crucial y delicado para su país, en el que la diplomacia con EEUU fue clave. Entonces, recibió el apoyo de las aliadas más inesperadas, algo que nunca ha olvidado.
"Hay mucha gente que siempre habla de los celos entre las mujeres, que nos damos codazos las unas a las otras, pero yo he sentido todo lo contrario. En 1997 fui a la primera Asamblea de la ONU y ya habíamos tenido la dificultad de que al presidente le retiraran la visa de EEUU, que en ese momento fue un suceso muy gordo. Me tocó ir a dar la cara y defender a nuestro país para convencerlos de que estábamos luchando contra el narcotráfico y a decir que había una política de corresponsabilidad compartida contra las drogas", cuenta.
"Llegamos allá y Madeleine Albright, entonces secretaria de Estado, y Hilary Clinton nos invitaron a las cinco mujeres de la Asamblea, porque entonces éramos solamente cinco, a un almuerzo. Recuerdo que estábamos en el Metropolitan y me dijeron: 'María Emma, sabemos por lo que está pasando su país y que tenemos un enfrentamiento muy serio con el Departamento de Estado, con la DEA... Pero si nos necesita, usted levante el teléfono y pida comunicarse con el Departamento de Estado, con la señora Albright. O levante el teléfono y pida comunicarse con la Casa Blanca, con la primera dama Hillary Clinton. María, will be there".
Todavía hoy se emociona al recordar ese sincero ofrecimiento, y desde entonces ella hace lo mismo con sus colegas más jóvenes. Siempre centrada en los problemas con perspectiva de género, como cuando hacía sus películas sobre mujeres colombianas inmigrantes en Londres, busca con sus memorias inspirar a las mujeres y niñas para que ellas no tengan miedo a abrir camino. "En Colombia hemos sido débiles en la obtención de leyes de género. Por ejemplo, recientemente hemos tenido la primera alcaldesa de Bogotá. Pero solo se hace camino al andar y el día que seamos tres mujeres y no una, habrá un espacio mayor para nosotras".