El coche conectado cambiará la infraestructuras de comunicación
Es algo que tarde o temprano pasará, un "daño colateral", un paso imperante en la búsqueda de una movilidad avanzada, segura y útil para la vida diaria. Cada vez es más habitual la presencia en los medios de comunicación de conceptos como "coche autónomo" o "coche conectado", una definición que cada vez se asienta más en nuestra sociedad.
El coche autónomo sí es algo que aún no concebimos de forma 100% real, pero el concepto de coche conectado es ya parte de nosotros, aunque no seamos plenamente conscientes de ello. El quid de la cuestión es el gran salto que se va a producir en la comunicación de los vehículos entre si y con el entorno.
Un "coche conectado" es, por definición, un vehículo capaz de intercambiar información de forma activa y reactiva con el exterior, generalmente a través de una conexión a internet. A día de hoy, esta conexión suele derivar de la que ofrecen los smartphones que todos llevamos en nuestro bolsillo a diario.
No son pocas las marcas cuyos vehículos ya hoy día son capaces de conectarse a internet para ofrecer información de todo tipo, desde el tiempo, hasta las noticias más recientes, pasando por el estado del tráfico en tiempo real. Es por ello que las infraestructuras de telecomunicación han de adaptarse con celeridad para no actuar de "embudo".
Este problema no es baladí, ya que la llegada de la intercomunicación entre vehículos en tiempo real -incluso sin ser nosotros mismos conscientes de ello- es una realidad a punto de desembarcar en nuestras carreteras. Una red con capacidad suficiente para transmitir cientos de miles de datos en cuestión de décimas de segundo es imperante para un correcto despliegue de este tipo de tecnologías.
Antes de que nos demos cuenta, los vehículos que circulen cerca de nosotros -y no tan cerca- estarán comunicándose entre ellos, intercambiando todo tipo de información con el fin de mejorar la fluidez del tráfico y disminuir las posibilidades de accidente. Un vehículo moderno es un ordenador de enormes proporciones, con una capacidad de procesamiento de información que ni siquiera nosotros mismos somos capaces de imaginar.