Pepa, la deportista más anciana de Málaga, cumple 100: "Ya estoy en la cima tras una dura montaña"
Anguita se ha convertido en una centenaria de la mano de toda su familia en una gran fiesta de cumpleaños, la primera de su vida, puesto que odia celebrar fechas especiales.
24 julio, 2022 05:00Noticias relacionadas
Sus enormes ojos azules y las arrugas que dibujan su cara cuentan historias que siempre acaban en una gran carcajada. Su sentido del humor es admirable. Está pletórica, y es que 100 años no se cumplen todos los días rodeada de una familia unida, fuerte y feliz. Pepa Anguita, la mujer más anciana inscrita en los servicios deportivos del Ayuntamiento de Málaga, se convirtió en centenaria el 22 de julio. Un hecho que califica como "llegar a la cima tras una montaña muy dura". "No sé si la bajaré, pero no me preocupa eso ahora. A mí me hace feliz ver a mi familia tan contenta y pasándolo tan bien", confiesa.
El 4 de febrero EL ESPAÑOL de Málaga publicó una entrevista a Anguita, que fue homenajeada por el Ayuntamiento unos meses antes. En el artículo, Pepa contaba que odiaba profundamente celebrar fechas especiales, ya fuera el Día de la Madre, San Valentín o su cumpleaños. "No me gusta nada celebrar mis cumpleaños. Si alguien me felicita me suelo enfadar con esa persona. No hay que celebrar solo un día, la verdadera fiesta es que nos levantemos diariamente", decía Pepa entonces, añadiendo que tenía claro que iba a cumplir los 100, pero sin llegar a concretar si tenía en mente celebrarlo.
Dice el código deontológico del periodista que este no debe hacerse amigo de las fuentes a las que entrevista, pero permítanme que les diga que en estas líneas se va a hacer una pequeña excepción. Al final de la pieza me entenderán. El día que Maite, la nieta de Anguita, me envió un WhatsApp para avisarme de que su abuela me invitaba a su 100 cumpleaños "para disfrutar y no trabajar", no dudé en confirmar mi asistencia ni un segundo. No era algo que pasara todos los días. "¡Claro que sí!", le respondí con emoción.
¿Cómo decir que no a una centenaria que iba a vivir su primera fiesta de cumpleaños en un siglo? Al llegar a la cita, en el restaurante Nuevo Montesol de Ciudad Jardín, Pepa se vuelve loca de alegría. "¡No falta nadie! Han venido mis sobrinos desde muy lejos... ¡Y hasta mis médicos y mi instructora de la gimnasia!", dice con alegría en un momento de la jornada la mujer que, pese a su edad, no deja de caminar de un lado para otro tratando de atender a todos sus invitados.
Cecilio, el traumatólogo de la clínica a la que acude Pepa para que le revise la rodilla, "su única gotera", confiesa que la anciana es su "ídola después de Jesús". "Muchas veces pienso, ¿pero cómo voy a estar cansado yo estando ella así?", reflexiona el especialista, incrédulo ante la vitalidad de Anguita a sus 100 años. También está presente su quiropráctico, José, que también pone a punto la rodilla de Pepa siempre que es necesario. Reconoce que jamás había ido a una fiesta de cumpleaños tan divertida -con cañón de espuma incluido-.
Sin embargo, Pepa disfruta más viendo los toros desde la barrera, como se suele decir. Se parte de risa viendo cómo sus nietos y bisnietos se llenan de espuma y mojan a todos los presentes -hasta servidora-. "¡A tomar por culo, abuela! Ya estoy empapada yo también", le dice Maite a su abuela en un momento de la tarde llorando de la risa. "Es que esa es mi frase cuando algo me da igual: ¡a tomar por culo todo!", me explica Anguita riendo.
Observa atenta también el percal bajo la espuma, a su lado, Isidora, su consuegra, que ya cumplió hace cuatro meses los 100 años. "Es muy fuerte, pero en esta mesa hay 200 años juntos", comenta Maite, feliz al ver la estampa.
Isidora es muy fan del baile. "Yo nací bailando", dice, mientras suena Bad Bunny de fondo, y mueve sus manos desde el asiento. Pepita le responde que no es ella "muy flamenca ni bailarina". "Escuchar música me encanta, pero no me va el reguetón. A mí me gustaba mucho el vals", expresa, mientras regala una sonrisa a los que la rodean.
Entre charla y charla Pepa va picoteando. La ensalada césar no le convence y se decanta por la salsa rosa con bocas de mar. Su entorno asegura que le encanta la comida sana, pero un capricho es un capricho y, tras la salsa rosa, se lleva a la boca una mini hamburguesa con queso chédar. "A mí a veces me gusta comer lo que comía de chica, unas 'papas' fritas y huevo. Eso ya no se lleva, ¿no?", espeta riendo.
A sus cien años, ella se guisa, se hace su cama y recoge su casa. Incluso es capaz de enhebrar una aguja sin necesidad de usar gafas. Vive sola y no quiere que nadie se mude con ella. "¿Tú sabes la maravilla que es que lleguen las 21.30 y digas '¡Pues me voy a acostar!' y nadie te diga nada? Me encanta hacer lo que me da la gana". En su tiempo libre, devora libros. Su nieta Maite, cuando se compra uno, se lo pasa a ella antes para que le haga un resumen. Durante la fiesta le regalan un par de ellos: Mujer tenía que ser: Para todas las que están hasta el coño, de Tania Llasera y Encuentra tu persona vitamina de Marian Rojas.
Llega el momento cumbre de la tarde: el momento de apagar las velas. "Se va a armar el follón cuando sople", se decía a ella misma con temor, minutos antes de la llegada de la tarta, que aterrizó en la mesa cubierta de cien pequeñas velas rojas que la camarera no pudo terminar de encender al completo. "¡Verás tú que declaramos un incendio forestal aquí!", bromeaba uno de los nietos de Pepa.
Sobre los incendios forestales, por cierto, Pepa se muestra muy preocupada. "¡Se están cargando la sierra y el mundo entero!", lamenta. Cada vez que ve las noticias la pena le invade. "No sé qué mundo van a tener mis nietos y bisnietos y eso me preocupa", reconoce.
"¿Y no te da miedo el día que tengas que irte para siempre, Pepa?", le pregunto con timidez. "Para nada, a mí la muerte no me da miedo. Quizás sí la forma", responde con rotundidad. Cree que se marchará con alegría porque sus hijos, nietos y bisnietos están orgullosos de ella y le quieren muchísimo. "¡Ojo! Que eso hay que ganárselo, nadie da nada regalado", matiza.
Y no le falta razón. Cada vez que alguna de las nietas pasa por su mesa le da un beso en la mejilla o un fuerte abrazo. "Mi Maite dice que me cuida ahora igual que yo la cuidé de pequeña. Yo ya ni me acuerdo, si te soy sincera, pero a veces, como buena vieja yo también hago mi teatro para que me den mimos", confiesa con cara de pilla partida de risa.
Da gusto verla. Cualquiera de los presentes firmaría cumplir, al menos, los ochenta, tan feliz y con tanta salud como ella. Ha tenido que despedir a gente subiendo a la cima, como a su marido Alfonso, que le dejó viuda con tan solo 55 años. "La relación con mi marido era la común en esos tiempos. Ya sabes. Celos y esas cosas de entonces... Ahora, en el plan que estoy yo, hubiese hecho encaje de bolillos con él. Los tiempos han cambiado mucho y yo no quiero novios aunque vea Juan y Medio", declara.
Nació en Jaén un 22 de julio de 1922 -capicúa- y se casó un 14 de noviembre de 1941 -capicúa también-. "Yo en estas cosas creo. No puede ser casualidad", sostiene. "También hace tres años o así me operaron de cáncer de colon y me dijeron que a una persona tan mayor no la suelen operar, pero tenía un sistema tan joven que pudieron intervenirme. Pues entré a quirófano el aniversario de la muerte de mi marido. Yo sé que no es casualidad", repite.
La niña jienense que eligió Málaga para pasar el resto de su vida jamás se imaginaría que llegaría a "la cima". Lejos de supersticiones, sopla las velas y cuenta su deseo al mundo: "Que todos los míos estén en paz. Si tienen paz, tienen salud, tienen amor y tienen felicidad. Que nunca les falte la paz, esa que te ayuda a saber escuchar y comprender a los tuyos".
Pepa, qué gusto haberte conocido y tener la suerte de convertirme en una de tus nuevas amigas. Y como tú misma dirías con tu frase,"que le den por el culo al código deontológico y a los puristas del periodismo". Feliz cumpleaños, querida.