Pasear por Calle Larios un día laborable a media mañana es uno de esos regalos que Málaga te regala y que, la dichosa agenda, solo te permite disfrutar una vez al año. La alfombra roja que lo tapiza en estos días me recuerda que ya son 27 las ediciones de un festival de cine, que nació de una madre, Izquierda Unida, pero que acogió, mimó y formó con cariño la gran personalidad de Antonio Garrido Moraga.
Alcanzo esa terraza casinera, ahora con más ‘guiris’ que autóctonos, que es la de la cafetería Lepanto. Allí me esperan los buenos amigos de Canal Málaga para hacer una edición más de la sección ‘botánica malagueña por el mundo’ en la segunda hora de Málaga al día. Me reciben con esa siempre agradable sonrisa Inmaculada Urbano y Angelines Abenza. Mientras tanto Elena Claros y Antonio Ismael se afanan a los micrófonos entrevistando a dos personas, que de espalda no logro reconocer. Mientras espero mi turno recibimos la visita del director Fernando del Valle, persona de ilustre serenidad, siempre de bien ponderada palabra, escrita y ahora hablada.
Algún hado de esa calle prodigiosa me susurra que el regalo va a ser hoy aún mayor. No doy crédito a mis ojos cuando veo que los entrevistados son dos personalidades a las que siempre admiré, Fernando Trueba y Javier Mariscal. Durante la pausa, tras ser presentado, nos da tiempo de conversar de temas como el medio ambiente, huertos, plantas y cine. Mientras Javier nos cuenta su pasión por su huerto, Fernando se declara un urbanita militante. Es el mejor retrato de la evolución de la dualidad de nuestra sociedad que se debate entre el campo y la ciudad.
Antes de que Antonio Ismael me reclame, da tiempo para que una fotografía me deje constancia de que un día pude compartir durante un tiempo, que supo aunque breve a mucho más, una tertulia con dos grandes personalidades del cine, más brillantes por ser humildes y cercanas. Paco, nuestro selecto técnico Paco Olalla me pincha la sintonía de la sección, la misma que en su día a muchos nos enganchara a la Naturaleza, la de aquel programa de El hombre y la Tierra, que nos trajo Félix Rodríguez de la Fuente. En alguna ocasión compartí con Joaquín Araujo las sensaciones que aquella sintonía nos generaba a todos, ese prodigio de la música de exaltar pasiones y teñir nuestra personalidad.
Tras una cálida y emotiva despedida vuelvo al corazón del aula, en donde cada vez más, y en especial hoy, nunca es rutinaria, siempre está cargada de sorpresas como la que hoy me llevo desde la prodigiosa Calle Larios.