Este año se cumple el cuarenta aniversario de la Carta de Torremolinos, carente de conmemoración, como destinada al olvido. El Consejo de Europa convocó, en el todavía por entonces distrito turístico de Málaga, a los ministros responsables de planificación territorial de todos los estados de nuestro continente. Las sesiones fueron complejas, ya que no se terminaba de rematar una definición sobre lo que debía entenderse como ordenación del territorio. Finalmente la mejor forma de lograr el consenso fue recoger todas las alternativas.
Así se reconoció que era una disciplina científica, una técnica administrativa y una política concebida como un enfoque interdisciplinar para un desarrollo equilibrado a través de la organización física del espacio. Donde sí hubo consenso fue en dos cuestiones trascendentes, por un lado en incluir el criterio ambiental como base de la planificación, y por otro reconocer que en la ordenación del territorio era necesaria la concurrencia de los intereses de cuatro grupos de actores: los políticos en la toma de decisiones, los técnicos para aportar objetividad y garantías, los agentes económicos en su papel de destinatarios para el desarrollo y la ciudadanía como usuarios finales.
En estas cuatro décadas la travesía de la planificación en todos los ámbitos y en especial en la urbanística ha sido un proceso que ha requerido de forcejeos entre los intereses de los distintos actores, pero cada vez con mayor grado de consenso.
Hace unos días de la mano de FADECO se celebró un Foro de enorme interés. Bajo el título de IMPASS, siglas de impulso andaluz a suelos sostenibles, se presentó ante una dignísima concurrencia el documento que será la base de un debate que abre grandes expectativas, para responder hacía qué modelo territorial queremos aspirar.
La mano joven y animosa de Ignacio Peinado, presidente de la Federación, irrumpe con fuerza revitalizadora en un campo sujeto a los vaivenes económicos, a las incertidumbres legislativas y a la diversidad de opiniones. La experiencia de Violeta Aragón, su Secretaria General, suma una práctica acumulada que es clave para marcar la hoja de ruta más conveniente.
Allí me encuentro con muchos amigos, que en otros momentos me vieron como un obstáculo a sus objetivos. Me reencuentro con Andrés Gutiérrez Istria, con quien tantas discusiones urbanísticas mantuvimos, desde la discordia pero bajo la pauta de la amistad. También con el siempre muy admirado Ángel García Vidal, cuya alta capacidad de liderazgo es capaz de coordinar equipos para mover montañas. Junto a Ignacio Benthem y Pedro Guerrero comentamos la importancia del reconocimiento de la sotenibilidad y la necesaria consideración del elemento verde en las ciudades.
Nada que objetar a esta iniciativa, solo congratularla, ya que recala en el momento más oportuno, cuando la valoración de nuestro territorio es más alta que nunca y la tercera modernización llama con urgencia a nuestra puerta.