Toñi, al otro lado del mostrador.

Toñi, al otro lado del mostrador.

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El alma de la Bodeguita 'Los Barriles' se despide del barrio de La Luz por jubilación: "Voy a echar mucho de menos esto"

La tienda seguirá abierta con el mismo concepto, pero en otras manos. Toñi se jubila tras casi treinta años al frente del negocio, codo con codo con su marido Manolo.

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Las estanterías están algo vacías porque ya no reponen productos y un sentimiento de tristeza inunda por dentro a Toñi García. Ha pasado casi tres décadas al otro lado del mostrador de la Bodeguita 'Los barriles', una entrañable tienda ubicada en el número 11 de la calle Torres Quevedo del barrio de La Luz, y este sábado se jubila, comenzando una nueva etapa en su vida y dejando huella en una barriada donde más que clientas tiene amigas.

La tienda pasará a manos de otros dueños que seguirán con el establecimiento vendiendo los mismos productos, algo que le "tranquiliza". "Ver mi tienda cerrada me hubiera dado mucha pena, aquí he pasado gran parte de mi vida, he visto crecer a mis hijas en ese escalón de la entrada", reconoce Toñi a EL ESPAÑOL de Málaga.

Su local es uno de esos increíbles supervivientes en una Málaga donde las grandes superficies cada día crecen más perdiéndose la cercanía con el cliente. "Yo soy de las viejas de la calle, junto a la herboristería Reina, de Pili y la mercería Marí, de Paco. Torres Quevedo siempre fue una calle muy viva y cada vez tiene menos negocios; nosotros llevamos juntos desde el inicio", lamenta Toñi. 

En la Bodeguita no se han vendido simples vinos, sino que se ha aconsejado al detalle de cuál es el ideal para un almuerzo con amigos. Tampoco se ha despachado cualquier hueso para hacer el puchero. Allí te han enseñado, paso por paso, la receta y hasta cuál es el punto ideal del fuego. Así, durante años, se ha convertido en el punto favorito de ancianas de La Luz que buscaban un rato de charla en la dolorosa soledad que, en ocasiones, provoca la vejez.

Por no hablar de la estética del establecimiento, algo añeja y con mucho encanto. Los expositores de madera y los barriles que lo visten están hechos a mano por el marido de Toñi, Manolo Torres, el otro pilar del negocio y, realmente, el culpable de que haya existido. Además, la cristalera de su escaparate permiten que todos les vean desde la calle, provocando que los saludos al vecindario se cuenten por cientos al día. "No tengo ni idea de cuántos holas y adiós habré dicho a lo largo de estos treinta años", confiesa Toñi. 

Así se ve la calle desde el mostrador.

Así se ve la calle desde el mostrador. AR

En sus orígenes, la pareja alquiló el local para que sirviera como un almacén. Manolo, entonces tonelero de profesión, guardaba allí barriles y cajas de vino para distribuir en bares. El vecindario se fue interesando por lo que allí tenían y muchos preguntaban dónde podían comprar sus productos, así que comenzaron a ver en aquella idea una buena forma de negocio, sobre todo, para que Toñi empezara a sumar años de cara a la cotización.

Le sale una sonrisa recordando el primer mostrador de aquella tienda improvisada y diminuta. Era un mueble viejo de televisión, aquellos que nuestras abuelas tenían en casa con ruedas. Lo rescató del bidón de la basura, lo limpió con esmero y mucha lejía y decidió darle una nueva vida. "Aprendí sobre vinos desde cero. Yo no tenía ni idea, pero mi marido fue un buen profesor", comenta Toñi.

La tienda fue despegando y cada vez iban decorándola más con una vid de plástico e incluso artilugios antiguos por sus paredes. Además, Manolo, aprovechando su oficio, fabricó al principio varios barriles que servirían un tiempo de mostrador y que se convirtieron en un símbolo del establecimiento, hasta el punto de recibir la tienda el nombre de La Bodeguita 'Los Barriles'. "Primero comenzamos de alquiler y ahorrando mucho logramos comprar el local cuando se nos dio la oportunidad", relata Manolo.

Barriles que tuvieron en el local.

Barriles que tuvieron en el local. Facebook La Bodeguita.

El establecimiento ha sido testigo del paso del tiempo en el barrio de La Luz. "Cuando llegamos, la zona era muy distinta. Había más delincuencia, pero ahora es un barrio de gente trabajadora, de pueblo y humilde", recuerdan Toñi y Manolo, quienes reconocen estar enamorados de la zona oeste de la ciudad. Naturales de Montilla, en Córdoba, tras varias idas y venidas por motivos laborales, finalmente se asentaron en la ciudad, una decisión de la que no se arrepienten.

Si bien, Toñi reconoce que los primeros años en la ciudad de Málaga fueron todo un shock para ella. "Ahora los jóvenes están acostumbrados a ir a todos lados, a Nueva York, a la China... Yo no había salido del pueblo y para mí esto era todo un mundo", dice con una sonrisa.

A lo largo de estos 29 años, han visto crecer a generaciones de clientes y también despedirse a muchos vecinos. "Es duro cerrar porque aquí hemos hecho amistades. La gente viene a despedirse y es difícil decir adiós, aunque para mí es un hasta luego, porque pienso seguir viniendo a comprar por aquí y voy a apuntarme seguramente a hacer deporte con algunas vecinas en el centro social del barrio", confiesa Toñi emocionada.

Negocios como la Bodeguita se han convertido en un refugio para quienes buscan productos tradicionales y un trato personalizado. "Aquí traemos cosas de los pueblos que no se encuentran en los supermercados", explica Toñi. Su clientela abarca desde los vecinos de siempre hasta personas que vienen de otros puntos de Málaga o incluso de fuera de la ciudad, atraídos por el buen vino que venden. En este sentido, Manolo añade que la realidad es que si tiendas del estilo a la suya desaparecen la culpa, al final, es de los propios vecinos, por apostar por estos supermercados en detrimento del pequeño negocio.

Pero ellos, afortunadamente, se sienten "orgullosos" de la clientela que tienen. Durante la conversación, hace acto de presencia Carmen, una vecina del barrio jubilada que siempre acude al local de Toñi y Manolo a por legumbres. Dice que la calidad que encuentra allí no está en ninguna parte. "Además, más buena gente no los hay. Me alegra de que siga abierta en otras manos, pero los vamos a echar de menos", reconoce la mujer. 

Una vecina abraza a Toñi.

Una vecina abraza a Toñi. Alba Rosado

También entra a la tienda otra abuela, que se funde en un abrazo con Toñi, quien le coloca una silla para que esté cómoda mientras hace la compra. Se decanta por unas lentejas y miel de caña. A su nieto le encanta. "Tiene 34 años y está guapísimo, igual es por la miel", dice con arte la mujer.

A lo largo de los años, la tienda ha sido testigo de innumerables anécdotas. Desde clientes que confundían el establecimiento con una taberna y pedían una copa a Toñi, en un evidente estado de embriaguez hasta el hombre que, molesto porque no le fiaban, rompió una alcancía en el mostrador con un martillo y dejó caer las monedas. "Se puso a soltar los dinerillos y yo le dije: 'Yo solo quiero lo que cuesta el vino, lo demás lo recoges o lo tiro a la calle'", recuerda entre risas Manolo.

Otra historia que no olvidarán es la del hombre que se encaprichó de un barril de vinagre y decidió llevárselo entero. "Y no fue el único", cuenta Manolo. "Otro vino desde Valencia, vio un barril y dijo: 'Yo me lo llevo'". Y dicho y hecho, lo compró. "Pero si algo hemos vendido eso ha sido vino, ha sido el pie más grande de nuestros ingresos. Quizá el Pedro Ximénez ha sido lo que más en estos 29 años. También nuestras ricas pasas", cuenta la pareja.

Una imagen de archivo de sus pasas.

Una imagen de archivo de sus pasas. Facebook La Bodeguita

¿Y ahora qué? Pregunto a Toñi, de cara a la primera semana de su jubilación. "Ahora toca hacer el traspaso y dejar todo listo. Van a encargarse de la tienda la gente de El Trasiego [un bar situado en la esquina de la calle]", cuenta. Cuando se le presiona acerca de cuál va a ser su rutina, no sabe responder.

"Yo creo que disfrutaré más de mí. No tengo que pensar ya en que sea domingo para bajar al Centro o ir a la playa. Voy a poder cuidarme más a mí misma, voy a disfrutar de mis nietos, ayudar a mis hijas en lo que pueda...", dice Toñi, que es interrumpida por su marido: "Ahora vamos a estar de allí para allá, la voy a llevar a todos lados, que ella no entiende que la gente se jubila y que ahora toca disfrutar, no todo va a ser trabajar", zanja.