Un "zoo humano" de indígenas en Madrid: el capítulo más lamentable del Parque del Retiro
En 1887 uno de los emplazamientos más bonitos de la capital acogió uno de lo eventos más reprobables de la historia de la ciudad.
10 abril, 2023 02:05Han pasado más de cien años y su historia, una de las más oscuras de Madrid, ha caído en el olvido. Quizás por lo lejano que queda en el tiempo o quizás porque es mejor olvidar. Más todavía teniendo en cuenta que ocurrió en el mismísimo corazón de Madrid, en el emblemático parque del Retiro. Hoy en día este lugar —lleno de ocio, cultura y deporte— es uno de los máximos representantes de la belleza de la capital. Pero en 1887 acogió un repugnante y perturbador zoo humano.
"Caníbales australianos raros, desfigurados. Lo más brutal que jamás se ha visto", dice un cartel que busca recrear los de aquella época. Y sigue: "Combates sangrientos. Costumbres subhumanas. Pigmeos furiosos que atacan al visitante. Gigantes de la Patagonia y niñas aztecas. Negros desnudos de las colonias occidentales".
Este despreciable zoológico formaba parte de la exposición de Filipinas que fue inaugurada el 30 de junio de aquel año y estuvo activo durante meses, tal y como recoge la web Madrid Tour Misterio. Logró cierto éxito entre el público, que no mostró demasiada indignación por tratar así a seres humanos.
El Palacio de Cristal del parque fue construido de cara a aquella exposición. Y también el lago en el que hoy los madrileños y visitantes reman en barcas, fue dispuesto para que los indígenas montaran en sus características embarcaciones.
Precisamente hace pocos días, la Dirección General de Patrimonio Cultural anunció esta semana su calendario de actividades para celebrar el centenario de la muerte de Ricardo Velázquez Bosco, el arquitecto encargado de dicho palacio y el del Palacio Velázquez, también ubicado en el Retiro, además de otros edificios de Madrid. Entre las iniciativas hay conciertos y un cabaret con las barcas del lago como protagonistas.
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Varias tribus
En este indignante 'reality show' en vivo se aprendía sobre los transportes, ropa, creencias y costumbres de estas personas que visitaron Madrid de una forma humillante. Y también de animales del país asiático como gallos, reptiles, monos y carabaos.
El núcleo de todo eran los indígenas de la que, en aquel momento, era una colonia española. En el zoológico los visitantes podían encontrarse con miembros de diversas tribus, como los igorrotes, los chamorros, los tagalos o los carolinos.
Iban semidesnudos, tal y como un madrileño podía imaginarlo. A algunos se les enseñaba español para que pudieran hablar con los visitantes.
Una parte de ellos eran auténticos guerreros, en las fotografías del zoo se les ve portando armas. También había seis mujeres que se dedicaban a fabricar cigarros y tiempo para que bailaran para el agrado del público. Otras se dedicaban a tejer.
Las cabañas que formaban un poblado eran también parte de la muestra, estando formadas de troncos, cañas y hojas. Intentaban recrear un escenario propio de los indígenas de Filipinas.
Cuando llegaron a Madrid, formaban parte de la comitiva 43 filipinos. Pero sólo regresaron 39. El hecho de que murieran cuatro, y no más, fue considerado algo positivo.
Una moda europea
Resulta chocante que algo tan cruel ocurriera en el siglo XIX, en medio del avance de la ciencia y la tecnología. Humanos de etnias y culturas diferentes, expuestos por su presunto exotismo para la recreación de los pudientes visitantes del parque. Para España, esto era una prueba de su fuerza y de su capacidad colonialista.
Sin embargo, no era algo único. Eventos similares se pusieron de moda en Europa cuando, en 1881, Carl Hagenbeck recorrió el continente junto a una docena de chilenos que él exponía como si fueran miembros de un circo. Trataban de manera denigrante al que no fuera como ellos y hacían caja gracias a ello. Son las llamadas exposiciones etnográficas.
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Un espectáculo tan reprobable como este es en la actualidad una violación de los derechos humanos, mientras que entonces fue considerado una atracción con la que fascinar al público. Este zoo humano es un ejemplo del racismo y la poca sensibilidad que marcan el pasado del ser humano y, concretamente, el de Madrid.