En 1119, las huestes y mesnadas de Luis VI de Francia y Enrique I de Inglaterra cruzaron sus espadas y sus lanzas en los campos de batalla de Brémule, Normandía. Todo el mundo esperaba una espantosa carnicería. "He sabido que solo murieron tres de los novecientos caballeros que participaron en la batalla de los reyes. Estaban vestidos de hierro y se perdonaban unos a otros, bien por temor a Dios, bien por camaradería de armas. En vez de matar a los que huían, procuraban capturarlos", narró desde su monasterio Orderico Vitall, cronista y monje benedictino.
Este testimonio coetáneo contradice por sí solo una de las imágenes más habituales que conserva el gran público sobre la Edad Media: bárbaras batallas campales, presos ejecutados, mutilados y torturados por los vencedores... En más de una película o serie ambientada en el Medievo, la hemoglobina amenaza con traspasar la pantalla y cegar al espectador.
En el momento de la brutal batalla de Brémule, "las guerras solo las luchaban los nobles, muy bien protegidos por armaduras, por lo que eran más difíciles de matar: todos eran hermanos, primos... tenían familia en común y más que acabar con ellos se prefería tomarlos como rehenes y pedir un rescate", explica a este periódico Martin Aurell, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Poitiers y autor de Diez ideas falsas sobre la Edad Media (Taurus), una divertida y didáctica obra que pretende arrojar algo de luz sobre este periodo "tenebroso". Sin embargo, matiza: "La Edad Media abarca más de mil años en los que ocurrió de todo".
Reinas y campesinas
Y en ese "de todo" solo se recuerdan a grandes rasgos los aspectos más oscuros, grotescos y violentos. Por ello Martin Aurell decide romper una lanza en favor del periodo histórico al que ha dedicado su carrera y se viste, metafóricamente hablando, con la toga de un abogado defensor. Primera 'acusación popular': la mujer no tenía ningún poder en una sociedad caracterizada por la misoginia y su única función era parir hijos.
"El gran cambio se produjo en el siglo XIII, cuando se recuperó el derecho romano. Este orden jurídico relegaba a las mujeres a una minoría de edad en la que necesitaban el consentimiento del marido o del pater familias para las decisiones importantes como comprar o vender tierras. Sin embargo, hasta ese momento el contexto era muy favorable para la mujer. Se necesitaba su consentimiento para concertar matrimonios, podían tener su propio patrimonio y si enviudaban podían tener un poder descomunal como tutoras de sus hijos", defiende Aurell.
"En el caso de España destacaría a Urraca I, reina de León y Castilla que no soportaba a su esposo, Alfonso I de Aragón, porque quería dominar sus reinos. Acabó divorciándose por la Iglesia debido a su consanguinidad, impuso sus derechos a la Corona y estuvo en guerra con su exesposo durante años", detalla el catedrático, que no olvida tampoco a las mujeres corrientes.
"En el mundo campesino y artesanal estaban muy presentes en las actividades económicas, aunque desempeñaban labores específicas. Contaban con mucho poder informal sobre sus hijos y sus maridos", añade. Además, como Urraca I y Leonor de Aquitania, no tenían reparo en armarse y defender sus hogares. El 25 de junio de 1218 una piedra lanzada por una catapulta destrozó el cráneo del temido Simón de Monfort, comandante de los cruzados en las guerras cátaras que asolaron el Languedoc y el Mediodía francés. Según las crónicas, la catapulta fue disparada por "damas, doncellas y esposas" de la ciudad.
De fanáticos y cruzados
Es indudable que la Inquisición, nacida en el marco de la cruzada contra los cátaros, representa una de las imágenes más temibles de la Edad Media, dejando un regusto a fanatismo religioso y de acoso de los disidentes. Se suele pensar que en la sociedad feudal no había espacio para el diferente, el disidente, el extranjero o el 'otro'.
Pero la gama cromática de la Edad Media no solo es negra como la peste, sino que abarca un gran espectro de grises, como cualquier periodo histórico. Uno de estos grises se puede rastrear al sur de los Pirineos, en una Península Ibérica sacudida por la debatida Reconquista, en la que se dan muchos ejemplos de convivencia entre culturas.
"En España se creó una sociedad única. Allí se convivía más que en el resto del continente. En el siglo XII y XIII se produjeron muchos pogromos antijudíos en el norte de Europa y muchos se refugiaron en la Península Ibérica, a la que llamaban Sefarad", explica Aurell.
"Se dieron momentos con una buena convivencia que duró varios siglo", continúa. "El ejemplo más conocido sería esta Escuela de Traductores de Toledo en la que entre otros clásicos se estudiaba a Aristóteles, aunque hubo muchas fluctuaciones en estas relaciones entre culturas. El entendimiento se daba sobre todo cuando ninguna de las tres culturas pudo imponerse sobre las demás".
Esa negra ¿Edad Moderna?
La imagen de campesinos famélicos, jorobados y tristes trabajando con técnicas rudimentarias y esclavizados por crueles señores feudales apenas se sostiene. No era un páramo desolador de trabajo de sol a sol. De hecho, durante el verano casi uno de cada 5 días era festivo.
Nuevas técnicas agrícolas aumentaron la productividad de unos campos de cultivo que ganaron más terreno al bosque e incluso al mar, como el caso de los pólderes de Flandes. La metalurgia vivió un pequeño 'boom' y en cada aldea había al menos un herrero. Los inventos medievales no terminan en la agricultura.
Hoy, millones de miopes portan gafas y sin la brújula y el astrolabio jamás se habría descubierto aquel Nuevo Mundo más allá del océano Atlántico. Pero más importante aún: "Se acabó la esclavitud rural. En Roma y Grecia el trabajo de campo se confiaba a esclavos, pero a partir del año 1000 la esclavitud es testimonial. Aparece la servidumbre, pero no son tratados como ganado".
Gracias a la obra de Aurell se puede apreciar la Edad Media con sus sombras y sus luces. Lejos del filtro oscuro y tétrico que aplican las grandes producciones cinematográficas, el color favorito de los nobles para sus ropajes era el cálido y vivo rojo al que seguía de cerca el azul.
En la Edad Moderna el color negro fue el más popular al considerarse más austero. Desde entonces este color también tiñó los vestidos de luto hasta la actualidad. A pesar de la Pequeña Edad de Hielo que destrozó la Armada Invencible de Felipe II en 1588, la trata masiva de esclavos, las guerras de religión y demás desmanes de la Edad Moderna, este periodo es visto con cierta simpatía cuando, quizá, reúne mejor los tópicos considerados como "medievales" que el catedrático intenta desmontar.
Sin embargo, reconoce que, a pesar de incruentas batallas como la de Brémule, "en la Edad Media también hay momentos terribles como la Guerra de los Cien Años (1337-1453)": "Se ven elementos del principio de los nacionalismos; aspectos de 'lucha de clases', desprecio de la aristocracia por los peones, mercenarios, milicias urbanas... hay mucha más violencia que en las épocas anteriores. La tecnología militar avanzó y se volvió más letal. Aunque no tenían las bombas de Hiroshima y Nagasaki, la naturaleza humana es la misma tanto en el siglo XI como en el siglo XXI. Desgraciadamente creo que tendemos a la violencia", concluye Aurell.