Cuando se abre un libro de historia de Roma, lo normal es encontrarse una larga lista de emperadores, cónsules, militares, políticos y oradores que comienzan con Rómulo en el año 731 a.C. En aquel momento casi mítico perdido entre la leyenda, la historia y la arqueología, la ciudad solo era un conjunto de aldeas sobre siete colinas que rendían culto a varios dioses y que, debido a las pocas mujeres que había, se temía que solo estuviese habitada una generación. 

Aquel rey de la estirpe de Eneas amamantado por una loba, señor de una ciudad de pastores y bandidos, decidió raptar a las mujeres de sus vecinos sabinos. La historia de Roma que se suele contar empieza con el asesinato de Rómulo, con guerras y batallas y el rapto es una escena de fondo, una anécdota en la que las sabinas aparecen como grupo, sin voz, y en ocasiones sin ropa.

"Pero los romanos no explicaban esta historia. Su relato situaba a las mujeres en el centro; todas las versiones daban prioridad a las mujeres como fundadoras de la ciudad y como armazón que la mantenía unida", explica Emma Southon, investigadora y doctora en Historia Antigua por la Universidad de Birmingham, en La historia de Roma en 21 mujeres (Pasado&Presente). 

Escultura del siglo V d.C. que muestra a la loba Luperca amamantando a Rómulo y Remo. Wikimedia Commons

Traidora y patriota

Tras el matrimonio forzoso se produjo una guerra que terminó con los sabinos asediando la ciudad de Roma. En este punto, los historiadores se detienen en dos mujeres: Tarpeya y Hersilia. Sobre la primera se desconocen muchos datos, pero abrió las puertas de la Urbs y dejó entrar a los sabinos. La segunda es sabina, esposa de Rómulo. Cuando los hombres estaban a punto de degollarse entre ellos, se plantó en medio del campo de batalla y evitó la carnicería.

Allí, junto al resto de mujeres sabinas, muchas embarazadas, otras llevando bebés mestizos, Hersilia les demostró, con gran patriotismo romano, que a través del matrimonio todos eran la misma familia. Si ganaban los sabinos quedaban viudas, si ganaban los romanos quedaban huérfanas. Al comprenderlo, la guerra cesó y los pueblos se fusionaron en paz. "[Los romanos] reconocían que sin Tarpeya ni Hersilia no habría habido Roma ni Imperio romano", subraya la historiadora. 

Zenobia de Palmira según el pincel de Herbert G. Schmalz. 1888. Galería de Arte de Australia del Sur

En este relato casi mítico, y en gran parte de la historia de Roma, las mujeres solo aparecen como esposas, hijas, nietas o amantes de alguien y pueden ser intercambiadas como piezas de ajedrez: son sujetos pasivos. Los historiadores apenas se entretienen en ellas, más preocupados en conquistas y batallas de las legiones, eventos que Emma Southon clasifica como "Historia de las Cosas Importantes".

En su nueva y original mirada sobre la historia de la civilización romana invierte este discurso. Southon relega la "Historia de las Cosas Importantes" al segundo plano, a un marco de fondo que explica mediante las fragmentadas biografías de 21 mujeres. Narrada de forma amena y entretenida -en ocasiones con tono humorístico-, la obra está además salpicada con pequeñas referencias a la cultura popular. 

Entrada a la casa de Julia Félix en Pompeya. Wikimedia Commons

Emperatrices 

En su elenco de personajes rescata algunas del calado de la emperatriz Gala Placidia, quien también reinó brevemente sobre los godos en Hispania en el siglo V d.C., y ofrece nuevas perspectivas sobre otras, como la malentendida Zenobia de Palmira, rodeada de una corte de filósofos y generales en Oriente que puso en jaque al Imperio en el siglo III d.C.

Un Imperio que se desmoronaba, hostigado en sus fronteras y agitado por las constantes guerras civiles entre generales y usurpadores. En la actualidad suele verse a la rica y hermosa Zenobia como siria, una extranjera oriental que quiso independizarse del yugo imperial.

Fragmentos de la lápida de Turia. Wikimedia Commons

En sus dominios se hablaba arameo y griego, pero a pesar de que el latín solo se usaba en algunas guarniciones militares y en la administración, Zenobia se proclamó Augusta junto con su hijo. En las monedas que acuñó con inscripciones latinas, en el anverso situó a Juno Regina, deidad asociada a la Urbs. "Al centrarnos en las mujeres, descubrimos una historia de Roma nueva por completo, una en la que el matrimonio es tan importante como la guerra y en la que se replantea constantemente qué significa ser romano", valora la historiadora.

Mujeres de armas tomar

La selección de personajes, en la medida de lo posible, no se centra en mujeres poderosas que para bien o para mal retuvieron la atención de los autores clásicos. El resto de las 21 mujeres que emplea Southon como hilo conductor son figuras casi anónimas, como Julia Félix, la dueña de una rica mansión en Pompeya que probablemente murió en la erupción del Vesubio del año 79 d.C., o la prostituta de lujo Hispala Fecenia, quien avisó al Senado del horror de las bacanales.

["Peligrosa y degradante": así era la vida de las prostitutas en el Imperio romano]

Con todos sus contrastes, la vida de una mujer estaba subordinada al pater familias hasta que se casaba y era controlada por su marido. Un relato interesante sobre este tema lo ofrece la biografía de la valiente Turia, una patricia que sobrevivió a los caóticos y anárquicos años del ocaso de la República.

Su marido Quinto Lucrecio, profundamente enamorado de ella, inmortalizó su historia en una cara inscripción que narra un thriller que ocurrió de verdad y que Southon compara por momentos con la famosa película La purga. Sus padres fueron asesinados y mientras su marido Lucrecio luchaba con los optimates, Turia defendió su hogar junto a varios esclavos de varios asaltos bandidos. Un grupo de estafadores quiso robar su herencia y, en la derrota de los optimates, ayudó a su marido a regresar a Roma y logró, montando una escena en el Foro, que Lucrecio fuera borrado de la temida lista de proscripciones

Portada de 'La Historia de Roma en 21 mujeres'. Emma Southon Pasado y Presente

"Tú lo mereciste todo, aunque no estuvo en mi mano dártelo todo (...). Me afligen el miedo y el dolor y no puedo resistir a ninguno", se lamentaba Lucrecio en la inscripción que pretendía resaltar el extraordinario valor de su mujer y lo mucho que la amaba.

"Cuando Rómulo fundó Roma, sabía que su ciudad no estaría completa hasta que incluyera a las mujeres; la historia de Roma está asimismo incompleta sin ellas", concluye Southon tras rescatar a las féminas romanas del tradicional olvido historiográfico al que se las ha sometido hasta hoy por ser domésticas, recluidas al hogar.