Mapa del siglo XVI representando combates sobre la ciudad de Túnez.

Mapa del siglo XVI representando combates sobre la ciudad de Túnez. Wikimedia Commons

Historia

El insólito experimento del Imperio español en el norte de África que acabó en desastre

En 1574, aprovechando el éxito de Lepanto, Felipe II y el papa Pío V intentaron crear un reino cristiano en Túnez. 

20 junio, 2024 08:43

Durante dos meses, entre julio y septiembre de 1574, la artillería otomana castigó sin descanso a los fuertes españoles que debían defender Túnez. "Todas las baterías disparaban al mismo tiempo, lo cual parecía algo increíble", recordó Bartolomeo Ruffino, comandante de los soldados italianos que se desgañitaron junto a los hispanos en las murallas de La Goletta y el inacabado fuerte estrellado de Arx Nova. El 13 de septiembre los feroces jenízaros consiguieron abrirse paso.

Se perdieron más de 8.000 valiosos veteranos. Los que no murieron bajo las cimitarras o arcabuces turcos fueron vendidos como esclavos. El sueño del papa Pío V de crear un reino cristiano en Túnez desde el que convertir a toda África se desvaneció. El sultán de Constantinopla Selim II demostró con los 40.000 soldados que movilizó que aún podía luchar y vencer pese a su sonada derrota en las aguas de Lepanto apenas tres años antes.

Felipe II intentó movilizar al papado y a sus aliados itálicos para organizar un contraataque, pero, enfangado en interminables guerras en Flandes y con constantes desórdenes en Génova, se vio obligado a declararse en bancarrota. El rey Prudente, haciendo honor a su sobrenombre, abandonó los sueños de dominar algún día el Mediterráneo central y oriental y se volcó en el Atlántico. El experimento de Túnez había fracasado. 

Combate naval de Lepanto según el pincel de Juan Luna en 1884.

Combate naval de Lepanto según el pincel de Juan Luna en 1884. Fondo histórico del Senado de España

El saqueo hispano

En 1573, aún recordando la victoria de Lepanto, la Monarquía Hispánica organizó un insólito plan promovido por el papa: no solo iban a conquistar la ciudad de Túnez, la más poblada de toda la costa de la Berbería, sino que desde allí pretendían controlar el viejo reino de Ifriqiya y evangelizarlo.

"La dominación del reino de Ifriqiya habría supuesto un cambio decisivo en la actitud defensiva que Felipe II había tenido hasta entonces en el frente mediterráneo y también habría aligerado la carga de los reinos de Nápoles y Sicilia, ya que la nueva provincia africana, una vez consolidada su posesión, habría podido asumir por sí sola sus propios gastos militares", explica Gianclaudio Civale, profesor asociado de Historia Moderna en la Universidad de Milán, en su artículo El fracaso de Túnez: ambiciones y derrota después de Lepanto, publicado en la revista Libros de la Corte.

Moriscos de Granada dando un paseo según una ilustración de Christoph Weiditz en 1530.

Moriscos de Granada dando un paseo según una ilustración de Christoph Weiditz en 1530. Wikimedia Commons

Así, 100 galeras y 20.000 hombres dirigidos por el ilustre bastardo Juan de Austria se presentaron ante Túnez en octubre de 1573. El gobernador otomano se refugió en el interior del país, en la ciudad de Kairouan. En la ciudad, el comandante hispano dio orden para que no matasen a nadie en su búsqueda de botín, algo que no terminó de cumplirse. Para horror de sus habitantes, saquearon la mezquita de Zituna, una de las más veneradas, y la convirtieron en un establo.

Arramblaron con la biblioteca de la localidad y las páginas de miles de libros alfombraron las calles. El mismo Juan de Austria se llevó un par de mármoles que la adornaban y, poco después, fue llamado a Milán y más tarde a Flandes. Felipe II temía que quisiera convertirse en rey, tal como le recomendaba el papado, y dejó en Túnez a 8.000 soldados al mando del milanés Gabrio Serbelloni, reconocido ingeniero militar con mucha experiencia. Su tarea fue titánica.

Fotografía de la tunecina mezquita de Zitouna.

Fotografía de la tunecina mezquita de Zitouna. Wikimedia Commons

El final del experimento

Antes de marchar, el bastardo le ordenó "tener gran vigilancia y cuidado en que los moros conozcan que son tratados con humanidad y blandura". Hizo especial énfasis en controlar los abusos de poder, robos e insultos, pero los roces entre cristianos y musulmanes fueron constantes. 

El gobernador ordenó la inmediata construcción de una fortaleza moderna llamada Arx Nova y, en su cuartel general en la casbah de la ciudad, permitió a Muley Mahmate, "gobernador de los moros", usar una zona como mezquita de palacio. Los esfuerzos de Serbelloni por respetar las costumbres locales fueron reconocidos incluso por los turcos y tunecinos que seguían resistiendo en el interior del país. Las novedosas medidas de tolerancia aplicadas en la población fracasaron ante el recelo de unos y otros. Además, una colonia de moriscos de Granada que habían sido expulsados avivó la tensión. 

Uno de los fuertes españoles en Túnez.

Uno de los fuertes españoles en Túnez. Ministerio de Asuntos Exteriores

Las tropas, acostumbradas a otros presidios africanos, mal pagadas y casi desterradas, la mayoría de las veces solo salían de los fortines para hacer cabalgadas y brutales incursiones en busca de cautivos y botín y no entendían por qué en Túnez no podían hacerlo y los ánimos estaban a flor de piel.

En febrero de 1574 un grupo de soldados españoles se involucró en un brutal disturbio con la comunidad morisca en uno de los arrabales. El orden se impuso a golpe de pica, espada e inclementes tiros de arcabuz. Murieron 800 civiles y 30 soldados. "En su informe sobre el incidente, Serbelloni lo describió más como una suerte de pogromo contra los musulmanes que como un levantamiento reprimido", apunta Civale.

Al final, los lazos creados con los nativos fueron nulos y nadie respetaba en realidad al "gobernador de los moros". Los locales no se iban a convertir al cristianismo de buen grado y los pocos aliados que tenían no eran de fiar. Cuando en verano llegaron 200 galeras turcas y 40.000 soldaos y jenízaros, cundió el pánico en los hombres de Serbelloni que se encerraron en La Goleta y en la inacabada fortaleza de Arx Nova.

La población local se rebeló y apoyó a los otomanos durante el desgarrador asedio que duró dos meses. Como era tónica habitual en los combates entre la Sublime Puerta y Madrid, apenas hubo piedad. Serbelloni se rindió con los últimos supervivientes. Tras un par de meses en Constantinopla se pagó su rescate. Muchos no tuvieron esa suerte, pero se conoce que en 1576 un grupo de 200 esclavos retenidos en Alejandría entre los que estaba el soldado Alonso de Salamanca, superviviente de Túnez, logró fugarse y robar una galera rumbo a la libertad.