A finales del siglo III a.C. un poderoso ejército púnico desembarcó en la Península Ibérica, conocida siglos atrás por sus preciadas minas. Cartago había sido derrotada en Sicilia por las legiones romanas y necesitaba con urgencia las riquezas de la tierra que se conocía como Ispanya. El avezado general Amílcar Barca dirigió las operaciones. "Habiendo sometido en Iberia muchas ciudades, fundó una gran ciudad llamándola, por el lugar donde estaba situada, Akra Leuké", relató el historiador Diodoro de Sicilia.
Al mando de sus huestes de guerreros, jinetes y elefantes marchó hacia la rebelde ciudad íbera de Heliké. En un confuso combate, Amílcar, herido por una jabalina, fue engullido por las turbulentas aguas de "un gran río" al caer de su caballo. Nunca apareció su cuerpo. Sus hijos Aníbal y Asdrúbal, aún adolescentes, buscaron refugio con los supervivientes tras las murallas de Akra Leuké, que puede traducirse como Ciudadela/Fortaleza Blanca o cabo Blanco. Esta última traducción esconde una de las claves que relacionan el enigmático asentamiento con el yacimiento alicantino de Tossal de Manises.
"Encontrarla no solo repercute en la historiografía española, sino en la historiografía global, y nos integra en el mundo antiguo. Identificarla con el yacimiento de Tossal de Manises no se hace de forma alocada o por intuición, sino a través de datos contundentes. En principio, pensábamos que era una ciudad íbera. Luego algunas evidencias hablaban de alguna participación púnica. Ahora está claro que es una fundación cartaginesa. Puedo decir que me encontré con Akra Leuké sin buscarla", explica a este periódico Manuel Olcina, director del Museo de Arqueología de Alicante (MARQ).
En la Antigüedad solían dar nombre a algunas ciudades en función de sus características. En la costa alicantina, las rocas del cabo de la Huerta destacan por su color blanquecino, lo que también explicaría la denominación que dieron los romanos a la zona: Lucentum, que significa lo mismo que Leuke, que además de blanco se puede traducir por "luminosa". Algunos marineros del siglo XVIII mencionan la misma característica sobre el cabo de la Huerta. "Y nunca leyeron a Diodoro", asegura Olcina, que ha dedicado su tesis doctoral a descifrar este interrogante.
Arqueología
En la década de 1930, el arqueólogo Figueras Pacheco y su equipo apuntaron que el yacimiento de Tossal de Manises podía ser la buscada Akra Leuké, pero su idea se desestimó y durante décadas se pensó que era una ciudad íbera. Ese asentamiento prerromano se ha ido desvaneciendo desde que Olcina llegó al lugar en los años 90. Sus potentes defensas no podían ser nativas. El yacimiento está rodeado en la actualidad por los edificios del barrio alicantino de la Albufereta, pero hace más de 2.000 años sobre el cerro de Tossal de Manises no había nada.
Al otro lado de la Albufereta existía una ciudad íbera conocida en la actualidad como Tossal de les Basses. En ella se documentó una terracota que representa una embarcación birreme cartaginesa. El lugar, antes de la fundación de Akra Leuké, pudo servir como punto de abastecimiento o de cabotaje. Muestra de ello son las decenas de ánforas cuyo origen se rastrea hasta la Ibiza púnica.
Pero a finales del siglo III a.C. los Barca preparaban la siguiente guerra contra el Senado y Pueblo de Roma y necesitaban controlar el lugar de forma mucho más firme construyendo una ciudad. El vacío cerro de Tossal de Manisses, de 2,5 hectáreas, cobró vida. En su interior habitaron menos de 1.000 personas, pero sus casas estuvieron protegidas por grandes antemurallas y murallas orientales construidas con restos de una necrópolis íbera.
"Cuando empecé a investigar teníamos la idea de que era un poblado ibérico del siglo IV a.C. pero las murallas, las cisternas y los materiales de construcción eran púnicos. Además, la cronología no coincidía y se adelantó a finales del siglo III a.C., cuando Amílcar funda Akra Leuké", detalla el director.
Desde sus grandes torres, sus ballistae estaban abastecidas con proyectiles de roca volcánica enviados desde los arsenales de Cartago Nova. A finales de la segunda guerra púnica, sus disparos devastaron las filas de las legiones que se abalanzaron sobre sus defensas. Al final, las águilas de Roma lograron superar sus murallas y la ciudad fue incendiada y destrozada a finales de la contienda.
"Hay varios estratos con evidencias de incendio y casas derrumbadas producto de un ataque romano sobre el año 209 a.C. en el marco de la conquista. Probablemente un poco después de la toma de Cartago Nova, que era la capital cartaginesa de Iberia", explica Olcina.
Adosada a una de las torres, una de sus viviendas de patio triangular arrasadas contaba con una serie de tuberías de cerámica -desconocidas por los íberos- que canalizaba el agua de la torre hacia una gran cisterna de 4 metros de profundidad. "Este es un tipo de casa que si la trasladas a la propia Cartago no desentonaría en absoluto".
Siglos después, sobre las ruinas púnicas se levantó una pujante ciudad romana. Varias casas cartaginesas destruidas e incendiadas se ocultan bajo las ruinas de su foro. Las últimas investigaciones se centran sobre su complejo de termas, levantadas en época imperial por un liberto llamado Marco Popilio Onyx. En el siglo III d.C. el municipium romano se abandonó por causas desconocidas. Con el cerro convertido en un esqueleto de calles en silencio y ruinas de otro tiempo, Tossal de Manises se transformó en un cementerio islámico entre los siglos VIII y X.
"Un gran río"
La extrema confusión de las fuentes clásicas, enredadas en una densa maraña de contradicciones al narrar las campañas cartaginesas y romanas en Iberia, invitaron a pensar que los yacimientos de Carmona, en Sevilla, y Contrebia Leucade, en La Rioja, podían ser la Akra Leuké de la que escribió Diodoro de Sicilia. Hoy el asunto sigue en debate.
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El historiador antiguo solo menciona que Amílcar murió en "un gran río" cerca de la ciudad rebelde de Heliké. El romano Tito Livio apunta que su muerte ocurrió en el Ebro, cerca de una ciudad llamada Castrum Altum. Esta contradicción obligó al investigador a volcarse en las fuentes originales escritas en latín y griego.
Después de años de investigación, Olcina sostiene la teoría de que Amílcar nunca llegó a cruzar el Ebro y que este nombre, en algún momento, también sirvió para designar al río Júcar. Por lo tanto, Heliké y Castrum Altum serían dos referencias a la misma ciudad, la cual identifica con el yacimiento valenciano de Castellar de Meca, en Ayora, a 100 kilómetros de Tossal de Manises/Akra Leuké.
"Los nombres dobles eran algo relativamente común en la Antigüedad. Reestudié todas las fuentes y ahora se concilian. Si unes las pruebas toponímicas, arqueológicas y esta reinterpretación de las fuentes las piezas encajan", cierra Olcina.