A medio camino entre la indómita Numancia y la base de operaciones romana de Gracurris, se levantó una gran ciudad amurallada en el actual municipio riojano de Aguilar del Río Alhama. Enclavada en uno de los pasos naturales más cómodos que comunican el valle del Ebro y la Meseta castellana, se convirtió en una ansiada plaza a conquistar por decenas de ejércitos que marcharon por los polvorientos caminos de Hispania. Los romanos la conocían por el nombre de Contrebia Leucade.

En el año 77 a.C. el rebelde general romano Quinto Sertorio la asedió durante 44 interminables días. En sus temibles defensas perdieron la vida numerosos legionarios hasta que unas minas destruyeron sus torres erizadas de guerreros y sus habitantes se rindieron. “[Sertorio] Ordenó que le fueran entregados vivos los desertores de condición libre y mandó que los propios habitantes de la plaza dieran muerte a los esclavos fugitivos (...). Los arrojaron desde lo alto de la muralla después de cortarles el cuello”, narró el historiador Tito Livio.

Después de dejar una guarnición al mando de Lucio Insteyo, Sertorio ordenó guardar trigo y suministros para sus hambrientos hombres, marchó a sus campamentos de invierno y al verano siguiente castigó las tierras de berones y austrigones, pueblos guerreros que hostigaron al general en su brutal asedio. Aquella ciudad celtíbera nunca más se rebeló contra Roma y pasó a marcar la frontera entre las jurisdicciones de Caesaugusta (Zaragoza) y Clunia

Vista aérea de las calles celtíberas Contrebia Leucade

Sobre la ordenada ciudad indígena, sus hogares fueron fusionados creando casas más grandes. Siguiendo la moda republicana e imperial fueron decoradas con mosaicos de opus signinum que hoy se encuentran bastante deteriorados. Cada resquicio de la vieja ciudad de 12 hectáreas, considerada uno de los yacimientos más importantes de La Rioja desprende un aire marcial.

La entrada por el oeste es imposible. Las aguas del río Alhama envuelven el lugar que está protegido por varios acantilados verticales de entre 20 y 50 metros de altura sobre los que se asentaron los barrios de la civitas. En el único camino accesible, un gran complejo amurallado, reformado en época imperial, estuvo rematado por varias torres y completado por varios fosos.



Restos de defensas romanas de época imperial sobre murallas indígenas Contrebia Leucade

Origen incierto

En la Edad del Hierro ya existía un pequeño castro del año 800 a.C. que quedó abandonado y volvió a ser ocupado de forma siguiendo un minucioso plan urbano en el siglo III a.C. Las fuentes son confusas y mezclan ciudades, ubicaciones y pueblos en un momento de máxima tensión entre cartagineses, celtíberos, íberos y romanos en toda la Península Ibérica.

El arqueólogo de la Universidad de Zaragoza José Antonio Hernández Vera mantiene en su artículo Contrebia Leukade y la definición de un nuevo espacio para la segunda guerra púnica publicado en la revista científica Salduie, que las ruinas de Contrebia Leucade, de orígenes controvertidos, pueden corresponder a la ignota Akra Leuke.

Restos de uno de los mosaicos de las casas romanas Contrebia Leucade

Esta última ciudad perdida fue fundada por Cartago en el siglo III a.C. y en ella se refugiaron los jóvenes generales Aníbal y Asdrúbal Barca junto a las mermadas huestes de su padre Amílcar, muerto en batalla contra los nativos al cruzar un caudaloso río sin identificar y que, a juicio de Hernández Vera, pudo ser el Ebro. Sin embargo, la mayoría de expertos prefieren guardar silencio ante la gran ambigüedad de las fuentes escritas y a que tradicionalmente se ubican los hechos mucho más al sur, en el río Segura, a su paso por el antiguo territorio oretano. 

La entrada secreta

Los historiadores y geógrafos de la antigüedad se contradicen entre sí y mezclan ciudades, ríos y pueblos en una inescrutable maraña de textos. Con más certeza se rastrea su historia más de un siglo después de la muerte de Amílcar. Durante las guerras celtíberas, Contrebia Leucade es definida como una "inexpugnable ciudad hispana" que sólo pudo ser conquistada por el cónsul Quinto Cecilio Metelo en un ataque sorpresa después de varias argucias y engaños.

Acceso al pozo y supuesta entrada secreta Contrebia Leucade

Después de esta primera conquista, en el siglo I a.C., Sertorio realizó una campaña diplomática de alianzas con las ciudades de Hispania en busca de apoyos en su guerra civil contra los optimates. Contrebia no se mostró muy favorable a los intereses del general y, enclavada en una posición estratégica, representaba un peligro para el rebelde que tomó la difícil decisión de tomarla al asalto. 

Además de sus defensas urbanas, en la ladera, un recinto amurallado guardaba el ganado en tiempos de crisis para ser sacrificado en función de las circunstancias. Si bien la comida podía escasear, el abastecimiento de agua estaba garantizado por la canalización de un manantial cercano. Además, también podían echar mano del vino local que era producido en sus lagares del siglo III a.C. 

Restos de un lagar para hacer vino en una de las viviendas Contrebia Leucade

Si este se secaba, aún quedaban varios aljibes y "la entrada secreta". Según relata la web del yacimiento, el historiador y militar zaragozano Domingo Traggia (1744-1816) investigó las ruinas abandonadas y escuchó a unos locales que le hablaron de la existencia de aquella entrada. Junto al río, una pequeña abertura oculta conduce a una increíble escalinata excavada en la roca repleta de sedimentos que fue necesario remover. La investigación concluyó que aquella construcción era en realidad un pozo que descendía al nivel freático del río Alhama haciendo inagotable el suministro de agua. 

Ocaso

En el año 711, un nuevo poder llegó a Hispania acabando con el reino visigodo de Toledo. Las huestes islámicas se adentraron en el valle del Ebro y levantaron sus castillos con las ruinas de ciudades abandonadas pero, Contrebia Leucade se salvó de aquel destino. Sus últimos restos datan del siglo IX d.C., y corresponden a toscas y pobres cerámicas emirales dispersas en el esqueleto de la ciudad. Las últimas viviendas ocupadas se levantaron sobre las mismas calles, ya sin orden alguno, aprovechando los cadáveres de viejos hogares en ruinas.

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Aquella ciudad había sobrevivió a la crisis urbana del siglo III d.C. cuando decenas de ciudades hispanas quedaron abandonadas en un Imperio romano que convulsionaba fruto de las rebeliones militares y las crisis económicas. Su horno cerámico siguió produciendo innumerables piezas de terra sigilita hasta que en el siglo V d.C quedó sepultado fruto de un derrumbe de sus paredes. 

Cuando llegaron los árabes, sus cloacas elaboradas con grandes lajas de piedra ya estaban inservibles. Hoy, situada entre La Rioja, Navarra, Aragón y Castilla y León, el carácter fronterizo que alumbró la ciudad marcó su final. Bajo el poder de la dinastía islámica independiente de los Banu Qasi, las interminables guerras, escaramuzas que sacudieron el valle del Ebro y del río Alhama terminaron por despoblar el lugar que nunca pudo desprenderse del flagelo de la guerra.