A las ocho de la tarde del 7 de octubre de 1841 tronaron los primeros disparos en el Palacio Real de Madrid. Un grupo de militares amotinados intentó cruzar las escaleras principales en busca de la infanta María Luisa Fernanda y de su hermana, la futura reina Isabel II. Dieciocho alabarderos de la Guardia Real se cruzaron en su camino manteniendo un encarnizado tiroteo que duró hasta las cinco de la mañana.
El teniente general Diego de León, apodado "la primera lanza del Reino", llegó a medianoche, pero tampoco logró rescatar a las reales niñas tal como le había encomendado la exiliada María Cristina, la reina madre. Aquel complot contra la regencia del general Baldomero Espartero había fracasado. El caballo del líder golpista se hirió al saltar una zanja y fue alcanzado por un escuadrón de caballería en el camino de Colmenar Viejo. Eran los Húsares de la Princesa, unidad que él mismo había dirigido y llevado a la fama en los campos de batalla.
En 1833 Fernando VII falleció y su hermano, el absolutista Carlos María Isidro, se proclamó rey de España ignorando los derechos de la jovencísima Isabel. Un año más tarde un desconocido comandante de escuadrón en el Regimiento de Lanceros de la Guardia Real pidió destino en el frente norte. Aquel hombre era Diego Antonio de León y Navarrete, nacido en Córdoba en 1807. Hoy una parada del Metro de Madrid lleva su nombre pero en el siglo XIX se convirtió en una leyenda.
Guerra carlista
Después del fallido asalto al palacio fue procesado en un inclemente consejo de guerra que le condenó a muerte a pesar de las llamadas a la piedad por su brillante pasado. "A las doce de la mañana del 14 de octubre el fiscal se presentó en su celda y le leyó la sentencia. Cuando terminó la lectura el general exclamó: '¡He aquí el premio de haber peleado siete años por la libertad de mi patria!'", explica José Enrique López Jiménez, teniente coronel del Ejército Español, en su artículo sobre el militar publicado por la revista Ejército.
Su historial de combates en el Ejército español habla por sí solo. En los bosques y escarpados montes de Navarra, Burgos y las provincias vascas destacó por dirigir personalmente a su escuadrón allí donde las órdenes y las cornetas se fundían con el aullar de los heridos y el trueno de las descargas. Su acción más recordada ocurrió en la localidad navarra de Los Arcos donde, al mando de 80 lanceros, cargó cinco veces contra las líneas carlistas forzando su retirada a pesar de ser muy superiores en número.
Esta acción y su participación en los combates de Mendigorría y Arlabán le valieron el ascenso a coronel el 12 de marzo de 1836, momento en el que se le nombró jefe del Regimiento de Húsares de la Princesa, unidad encargada de detenerle cinco años más tarde. Ese mismo verano, el general carlista Miguel Sancho Gómez Damas, intentando recabar apoyos para su causa, lanzó una expedición que alcanzó Galicia, Asturias y Santander antes de internarse en Castilla, llegando hasta la provincia de Málaga en diciembre.
En su acción temeraria fue perseguido por toda la geografía española por el ejército liberal. El regimiento de Húsares de la Princesa, al mando del cordobés, dispersó en Villarrobledo, Albacete, a once mil infantes y mil jinetes enemigos. Condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando de 2ª clase, siguió acumulando ascensos y victorias persiguiendo a los carlistas en Extremadura y Andalucía.
"Durante todos estos meses, otros regimientos habían sido relevados; sin embargo, el Regimiento de Húsares de la Princesa que mandaba Diego de León, no. En más de siete meses se había recorrido la Península de norte a sur y de sur a norte, tras las tropas carlistas sin descansar un solo día", explica Trinidad Ortuzar Castañer en la entrada sobre el militar en el Diccionario Bibliográfico de la Real Academia de la Historia.
Muerte de un héroe
Nombrado virrey de Navarra, fue ennoblecido con los títulos de conde de Belascoáin en 1839, cuyo puente conquistó en dos ocasiones salvando la ciudad de Pamplona y ganando una nueva Laureada. Siendo ya un personaje de gran fama comenzó a colisionar con las intrigas del general liberal Baldomero Espartero, a cuyas órdenes había servido en más de una ocasión.
Terminada la guerra carlista, Espartero logró ser elegido presidente y regente forzando la huida a Francia de María Cristina en 1840. Sus hijas, sobre las que recaía el futuro de España, quedaron separadas de su madre. que desde París comenzó a conspirar para recuperarlas. Uno de sus últimos movimientos intentando paralizar el ascenso de Espartero había sido nombrar a Diego de León capitán General de Castilla la Nueva, una posición incómoda de la que fue 'invitado' a dimitir por el nuevo Gobierno.
Un año después, siguiendo los planes de María Cristina, Diego de León asaltó el Palacio Real el 7 de octubre de 1841 acompañado por el general Manuel Gutiérrez de la Concha. El golpe fracasó y en su retirada nocturna el cordobés fue alcanzado por un escuadrón de Húsares de la Princesa que enseguida reconoció a su antiguo líder. Emocionados, le invitaron a huir a Portugal, pero su respuesta les dejó helados. Afirmó que no sabía huir, que no temía por su futuro y ordenó al escuadrón que cumpliera su deber.
[El duelo a muerte entre miembros de la familia real española que costó el trono a su vencedor]
Ocho interminables días más tarde se dirigió hacia el cadalso situado en la Puerta de Toledo. "De nada valieron los esfuerzos de tantas personas sensibles y honradas para enternecer el corazón de piedra del señor Duque-Regente. La marquesa de Zambrano, madre política del héroe condenado, se arroja a los pies de Su Alteza; la propia doña Jacinta intercede con lágrimas. La Reina quiere escribir una carta al tirano, y no la dejan", escribió Benito Pérez Galdós en Montes de Oca, de su serie de los Episodios Nacionales.
Vistiendo su uniforme de gala repleto de medallas y condecoraciones cuentan que dirigió él mismo al pelotón de ejecución y ordenó que apuntasen sin miedo al corazón. Tenía 34 años y era un héroe de guerra cuando a la orden de "¡fuego!" su figura se convirtió en un mito del romanticismo español.