Sus consecuencias políticas, sociales, culturales y religiosas fueron enormes. El choque que se libró entre los días 19 y 26 de julio de 711 entre el ejército del Califato omeya de Damasco capitaneado por el general bereber Tariq ibn Ziyad y la hueste del reino visigodo dirigida por el rey Rodrigo, que saldría derrotada a pesar de ser más numerosa, configuró el devenir histórico de la Península Ibérica. La batalla del Guadalete fue una de las más decisivas de la historia de España. Sin embargo, su precisa ubicación geográfica ha sido motivo de acalorados debates académicos.
Como bien recuerda su nombre, la versión más extendida apunta a que la batalla tuvo lugar en las orillas del río Guadalete. Ahora, un estudio publicado por un equipo de investigación multidisciplinar en la revista Atenena, editada por la Asociación Española de Historia Militar, propone un nuevo emplazamiento para el célebre choque entre visigodos y musulmanes: un paisaje localizado entre la hoy desecada laguna de La Janda y el cerro de Torrejosa, en el actual término de Tarifa (Cádiz).
Esta hipótesis es el resultado de revisar los testimonios geográficos, estratégicos y logísticos de fuentes primarias —sobre todo la información aportada por la Crónica mozárabe de 754, el único texto contemporáneo de los hechos, que afirma que la batalla tuvo lugar en las montañas Transductinas (Transductinis Promonturiis), probablemente las serranías que cierran la bahía de Algeciras—, que a su vez han sido confrontados con datos sobre los dos ejércitos en liza y las vías de comunicación de la época.
El historiador José Soto Chica, uno de los firmantes del estudio, desgrana: "Sorprendentemente, la ubicación tradicional de la batalla, Guadalete, no solo está desligada por completo de los datos y noticias que aportan las fuentes primarias, sino que contradice todo lo que sabemos acerca de los movimientos de Tariq y Rodrigo y de la forma de combatir de los ejércitos árabes y visigodos del periodo". A pesar de que numerosos estudiosos cuestionaran esta localización desde el siglo XIX, la versión quedó oficializada a través de los textos de Claudio Sánchez Albornoz y su enorme prestigio académico.
En otro artículo publicado en el blog de su editorial, Desperta Ferro, el autor de Los visigodos (2020) e Imperios y bárbaros (2019) —se acaba de lanzar una quinta edición de este ensayo que incluye las nuevas informaciones sobre "la batalla que cambió el destino de Hispania" y su contexto, con nuevos mapas, gráficos y una narración más vívida— recuerda que el propio Sánchez Albornoz ya reconoció que los Transductinis Promonturiis solo podían ser las sierras que cierran por el interior la bahía de Algeciras. Pese a ello situó la batalla en el río Guadalete, a unos 100 kilómetros de Algeciras, don Tariq tenía su base -Rodrigo avanzaba desde Córdoba al encuentro del ejército invasor-, y a unos 60 kms del punto más cercano de estas montañas.
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Los investigadores consideran que el río que en algunas fuentes recibe el explicativo nombre de Wadi Lakko, "río del lago", o de Wadi al-Buhaira, "río de la laguna", solo puede corresponderse con el actual Almodóvar. "Ir al Guadalete a plantear batalla no tenía ningún sentido, mientras que darla al pie del cerro de Torrejosa y en las cercanías de la laguna de la Janda cuadra con todo lo que nos dicen las fuentes árabes, con lo que sabemos de la forma de combatir de ambos ejércitos y con los movimientos previos que emprendieron, amén de coincidir con el testimonio de la única fuente contemporánea de los hechos", añade Soto Chica.
Los expertos barajan además otras razones militares para descartar el Guadalete como lugar del choque. La más importante es que Tariq, que no disponía de una caballería digna, no podía exponerse a combatir en una gran llanura en la que toda la ventaja sería para un enemigo más numeroso —alrededor de 13.000 hombres frente a unos 24.000— y provisto de mejores jinetes. ¿Qué ocurrió entonces para que los visigodos sufriesen una derrota tan decisiva pese a su superioridad numérica?
El reino de Toledo se encontraba en un momento crítico. Un estudio reciente publicado en Nature Communications ha desvelado que entre los años 695 y 725 se registró en la Península Ibérica el pico de aridez máxima de los últimos 5.000 años. La sequía y la bajada de las temperaturas provocaron el colapso de las cosechas y desencadenaron hambrunas devastadoras, lo que contribuyó a la reaparición de la peste bubónica. Además, la coyuntura extrema se completaba con la inestabilidad política: a la muerte del rey Witiza (710/711) estalló una guerra civil.
Si bien el contingente visigodo que se presentó en los montes Transductinos estaba formado por tres grandes divisiones mandadas por Rodrigo y Oppas y Siseberto, hermanos de Witiza, estos últimos traicionaron al monarca en el momento decisivo de la batalla. El propio rey, rodeado tras la deserción de sus flancos, acabaría perdiendo la vida, probablemente ahogado en la lodosa laguna: su cadáver nunca se encontró, solo algunos ornamentos de su caballo.
"Rodrigo, confiado en el mayor número de sus fuerzas, había cometido el error de encajonar sus tropas entre el frente enemigo y la laguna, y había aceptado librar batalla en un terreno que funcionaba como un embudo que conduciría, inevitablemente, su carga hacia las formidables posiciones ocupadas por el jamis (formación en orden cerrado de lanceros) dispuesto por Tariq", reconstruye Soto Chica. "Además, si los guerreros de este último lograban rechazar la carga frontal visigoda, única maniobra posible que quedaba a disposición de Rodrigo y sus godos, estos últimos se podrían ver acorralados contra las marismas de la laguna de la Janda y entre los cauces del Almodóvar y sus pequeños, pero quebrados, afluentes". Un exceso de confianza que fue letal.