Tom Holland (1968, Oxford) aparece en la pantalla escoltado por una estantería abarrotada de libros. Pero entre la panoplia académica llaman la atención otros tres elementos: el casco de un legionario romano, un gladius y un bate de críquet, su gran pasión deportiva. El historiador británico, una de las plumas más sobresalientes para sumergirse en la Antigüedad, con un estilo literario personalísimo y cautivador y unas reflexiones siempre sorprendentes, desembarca estos meses en las librerías españolas con varias novedades.
La primera, publicada a finales del año pasado, es La niña lobo, los griegos y los dioses (Ático de los Libros), una obra ilustrada y enfocada a los más jóvenes sobre las guerras entre Grecia y Persia. En un par de semanas verá la luz en la misma editorial Pax, la tercera parte de su disfrutona trilogía romana. Si en Rubicón narraba la vida de Julio César y su época y en Dinastía la de Augusto y los primeros emperadores que reclamaron pertenecer a su estirpe, ahora bucea en la época de mayor estabilidad del Imperio romano y en cómo esta prosperidad se asentó en la capacidad de las legiones para ejercer la violencia extrema. Otro fascinante relato del autor de Dominio, sin duda su mejor obra y la más revolucionaria de todas.
Pregunta. ¿Es necesario enseñar hoy en día las leyendas y los mitos griegos a los más jóvenes?
Respuesta. No creo que sea necesario, hay tantas cosas que los jóvenes pueden aprender, pero las evidencias de miles de años dicen que los disfrutan y, por lo tanto, van a aprovechar su lectura. Hablo desde mi experiencia personal: adoraba leer los mitos griegos cuando era un niño, y quería compartir esa especie de placer con las nuevas generaciones.
P. Dice que La niña lobo, los griegos y los dioses va sobre el episodio más fascinante de toda la historia. ¿Por qué es tan excepcional?
R. Porque fue el episodio que me hizo interesarme por la historia. Es una historia emocionante que en cierto modo recuerda a la trama de El señor de los anillos: un poderoso imperio en el este al que los amantes de la libertad, ampliamente superados en número, mantienen heroicamente a raya en una serie de batallas. Así es como la entendí cuando era un niño, aunque a medida que crecía me di cuenta de que las cosas eran más complejas. Pero el drama inherente, la lucha de parte de los griegos para seguir siendo libres, es una narración fascinante. Y lo es más por esa sensación infantil que tuve de que Grecia era una tierra en la que el sentido divino estaba muy cerca.
P. La democracia nació en la Antigua Grecia, pero hoy la democracia está en crisis. ¿La filosofía y la historia nos pueden ayudar?
R. La democracia de los atenienses no era como la nuestra, en absoluto. Utilizamos la misma palabra y traducimos demos como "pueblo", pero demos era el conjunto de personas que han surgido y surgirán de la tierra del Ática. Este es un sentido que ya no tenemos. Nuestra idea de democracia está basada en los derechos de la gente a determinar su propio futuro. Por eso cuando miramos a Atenas nos preguntamos por qué los esclavos y las mujeres no tenían voto. Los hombres se encargaban de combatir a los enemigos de Atenas y ellas tenían la misión de mantener a los dioses, y especialmente a Atenea, de su lado.
»No creo que la democracia ateniense tenga algo que enseñarnos porque es muy diferente. No está explícitamente en el libro, pero sí quería incluir el sentido de lo extraña que es la democracia ateniense y todo lo que había en la Antigua Grecia. Hay una secuencia, bellamente ilustrada, en la que el rey de Esparta está en la Acrópolis mirando a demos, personificado en un gigante con muchos ojos. Esto no es lo que nuestros líderes actuales verían en el parlamento, pero es importante para entender que los atenienses eran muy diferentes.
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P. ¿Cuál es el papel de la historia y la filosofía en un mundo tan tecnológico?
R. Es crucial enseñar historia. No solo porque pueda tener enseñanzas específicas. Por ejemplo, crear un estado basado en el racismo no es una buena idea, por lo que estudiar el Tercer Reich ofrece lecciones morales objetivas de las que todo el mundo podría beneficiarse. Pero a nivel general, debemos estudiar historia porque como humanos es importante que entendamos la riqueza potencial de la humanidad, cuán diversos son nuestros antepasados y las personas que han vivido en todo el mundo, cómo han entendido cuál es su papel y por qué están ahí. Cuanto mejor comprendamos lo fascinantes que somos los humanos, más prósperos seremos todos.
P. Pasemos al mundo romano. Acababa Dinastía diciendo que Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón conformaron una familia extraordinaria pintada con sangre y oro en la historia de Roma y que ellos, como dioses, se hicieron inmortales. ¿Pero qué ocurrió entonces? ¿Hubo un terremoto que sacudió el Imperio romano?
R. Nerón es el último descendiente de Augusto, que se había convertido en dios y cuya sangre divina se había heredado. Cuando Nerón muere, eso desaparece y el pueblo romano se enfrenta a la pregunta de qué hacer, quién debería gobernarlos. El año siguiente a su muerte, 69 d.C., cuatro emperadores gobernaron el mundo romano y cada uno lo hizo como líder del ejército, como el hombre que podía dirigir el monopolio de la violencia. Hay muchos romanos que piensan que esto pone fin al Imperio, a la civilización, al mundo, pero en realidad no ocurre. A la larga, ese año inaugura décadas y décadas de paz para la mayor parte del universo romano. Hay excepciones, siendo Judea la más notoria y trágicamente de actualidad en este momento.
"La dura lección de la Pax Romana es que no se puede tener paz sin capacidad para la guerra"
P. No hubo paz sin legiones, ¿no es eso una paradoja?
R. Pax se puede traducir como paz, pero también como pacificación. Paz no es una palabra pasiva, es algo que se impone y se hace cumplir a punta de espada. En esta época, todo el Mediterráneo, gran parte de Oriente Próximo y buena parte del norte de Europa estaba bajo el gobierno de los césares. Quizá entre un cuarto y un tercio de la población mundial estaba controlada por el Imperio. Y es algo sin precedentes y algo que no hayamos vuelto a ver desde entonces.
»La razón por la que se pudo sostener esa paz es porque el Estado romano, en la forma del César, mantuvo el monopolio de la violencia. Cualquier que estuviese más allá de los límites del Imperio y lo intentase invadir sería aniquilado, y cualquier que intentase desde dentro escapar de ese dominio tendría el mismo castigo. Y esa amenaza de violencia es la que sustentó la paz. Para los romanos no era una paradoja, sino sentido común.
P. ¿La Pax Romana esconde alguna enseñanza para un presente plagado de guerras?
R. Supongo que la dura lección de la Pax Romana es que no se puede tener paz sin capacidad para la guerra. Toda la prosperidad de Europa está sostenida por la capacidad para defenderla.
P. ¿Europa necesita un ejército común?
R. Sí. Europa todavía porta el sello de los horrores del siglo XX. Nos despedazamos dos veces. El fascismo tuvo tanto impacto que por razones totalmente comprensibles los europeos hemos sentido repulsión por la guerra y la violencia. Hemos querido creer que habíamos superado ese pasado en el que los estados tenían que defender su poder por medios militares.
»Pero cuando miramos a la ansiedad actual en las capitales europeas por lo que podría significar una victoria de Trump en las elecciones de EEUU y su retirada de la OTAN, nos damos cuenta de que gran parte de nuestra capacidad para imaginar que la geopolítica podría practicarse sin fuerza militar se debía a que nos hemos estado refugiando en el gasto en defensa estadounidense. Creo que habrá un gran ajuste en las próximas décadas, y será muy difícil económicamente, pero también en el plano moral porque los europeos creían que el mundo también había superado ese pasado.
"Lo que nos enseña la historia es la infinidad de formas en que es posible ser humano"
P. Mussolini trató de emular el Imperio romano. En una entrevista reciente ha dicho que hemos interiorizado el miedo de que identificarse con los romanos es correr el riesgo de convertirnos en fascistas. ¿Cree que hoy se percibe negativamente decir que admiras a la Antigua Roma?
R. Roma proporcionó un modelo para muchas generaciones de europeos casi desde su derrumbe. Para los francos y emperadores de la Edad Media el modelo era el del Imperio romano cristiano de Constantino y Teodosio. Para los revolucionarios de Inglaterra, Estados Unidos o Francia el modelo era la República romana. Para Napoleón, el del imperio. Para Mussolini y también Hitler —vio a las élites romanas en sus grandes días como arias— fue una cuestión de identificación política. La autoidentificación con Roma se ha convertido en una especie de tabú, aunque no se reconozca. En ciertas franjas de los discursos de extrema derecha en EEUU hay una conexión con los valores paganos de Roma y Grecia, lo cual es abiertamente fascista.
P. Cicerón dijo que "la fruta de demasiada libertad es la esclavitud". La conquista del mundo les costó a los romanos la libertad de la República y crearon un sistema autocrático basado en la violencia. ¿Roma solo podía ser grande aplicando la fuerza a sus enemigos y a sus propios ciudadanos?
R. Creo que no se trata solo de que Roma se volvió increíblemente rica y que esto diese la oportunidad a los grandes hombres de la República de poner todo el sistema político a su sombra, sino que Roma, desde el principio, fue muy generosa con sus ciudadanos. Los atenienses tenían esa idea autóctona de haber salido literalmente del suelo. Rómulo, el fundador de Roma, estableció este asilo en la capital al que cualquiera podía acudir, ya fuese un ladrón, un esclavo o un fugitivo. Permitieron que los pueblos conquistados se convirtiesen en romanos. El número de ciudadanos en época de Nerón era enorme y vivían más allá de los límites de Roma.
»Si eras un ciudadano romano en la Galia o en Siria no tenías opciones de participar en la votación que había sido parte del sistema republicano, pero en cambio tenías un estatus que te había concedido el emperador. Por eso creo que la autocracia era la única forma que tenía el Imperio romano para cohesionarse. Y la razón por la que recibió el apoyo de la mayoría del pueblo es que el César les dio pan y circo: los mantuvo alimentados y entretenidos.
»Pero también a lo largo del Imperio... Los frutos de la paz fueron reales. Se sostenía por la espada, pero era una paz de una magnitud que nadie había visto antes en la historia de Europa. La consecuencia fue un mercado único muy estable en el que podías especializarte en las actividades económicas y enviar tus productos por todo el Imperio seguro de que los barcos no serían robados por los piratas y que las normas eran las mismas en Hispania o en Siria. Esto generó un grado de riqueza inédito en el Mediterráneo. Así que la autocracia está asociada con riqueza y con paz, y entonces puedes ver por qué a la gente dejó de importarle la República, que solo era real para las élites.
P. Al principio de la época que recorre Pax, hubo un episodio violento crucial: la destrucción del templo de Jerusalén. En esas décadas mucha gente empezó a sentirse atraída por el mensaje del cristianismo. ¿Por qué en ese momento de mayor esplendor Roma no logró enterrar esta revolución que acabaría cambiando el mundo?
R. Los cristianos no fueron el objetivo de la misma manera que los rebeldes de Judea porque no estaban luchando contra los romanos. Fueron el chivo expiatorio de Nerón durante el gran incendio de Roma, pero por una razón política. Tenemos unas cartas del Plinio el Joven a Trajano en las que le pregunta sobre estas cuestiones, y el emperador básicamente le dice que si se niegan a hacer sacrificios pues vale, que no hace falta perseguirlos. Pero el pueblo de Judea se había levantado contra Roma, habían masacrado a la guarnición de Jerusalén y se negaban a aceptar al César. No había otra opción que aniquilarlos.
»Tito, el general que asaltó Jerusalén, creo que esperaba que fuese posible expulsar a los judaicos y mantener la infraestructura urbana, que se había convertido en un importante centro de poder, pero como vemos hoy en Gaza, puede ser muy difícil erradicar a las personas armadas que se oponen a un ejército. Los romanos terminaron recurriendo a la destrucción y decidieron dar un ejemplo y convertir Jerusalén en un páramo, no permitiendo la reconstrucción del templo ni la recolonización de la ciudad. Solo dejaron algunos pilares para servir de monumento al poder romano y de recordatorio del destino de aquellos que se oponían a su dominio.
P. ¿Qué opina de la gente que juzga el pasado desde posiciones morales del presente?
R. Creo que la gente ha entendido y siempre entenderá el pasado en términos del presente. Es algo natural. Pero para mí, lo fascinante estudiar el pasado es el hecho de que esas personas eran muy diferentes a nosotros, y al mismo tiempo se parecían a nosotros. Lo que nos enseña la historia es la infinidad de formas en que es posible ser humano. Y de alguna manera, esto debería hacernos en el siglo XXI menos arrogantes y menos convencidos de que somos el patrón con el que se deberían medir todos los demás periodos de la historia humana. Nuestras opiniones y cultura parecerán en un siglo tan extrañas como ahora nos lo parecen las de 1914.
»Pero cuando estudias a un pueblo tan lejano y extraño como los romanos, debes intentar entenderlo en sus propios términos, porque no son un pueblo inmoral. Hacían cosas que nos parecen monstruosas, como ejecuciones en masa en estadios públicos, aniquilaban ciudades enteras y esclavizaban a poblaciones, pero estaban convencidos de que eran el pueblo más moral de todos, y la prueba de ello era que los dioses les habían dado el gobierno del mundo. Cuando haces el esfuerzo de entender a los romanos según se entendían a ellos mismos te das cuenta de cuántas formas diferentes existen de ser humano.
"Cuanto mejor comprendamos lo fascinantes que somos los humanos, más prósperos seremos todos"
P. Y una vez entendemos realmente cómo eran los romanos, ¿tienen algo que enseñarnos? ¿Tienen alguna lección para el presente?
R. Nos recuerdan, nos enseñan que la existencia humana es a la vez trágica y cómica. Es trágica porque ninguna sociedad a largo plazo puede estar a la altura de sus propios ideales. Y es cómica porque el espectáculo de eso en sí mismo puede ser oscuro y horriblemente divertido. Sospecho que las generaciones futuras nos verán de una forma similar: su civilización era trágica, pero también una terrible y gran comedia.