En un espectacular paisaje a los pies de la sierra de Hoyo de Manzanares, una comunidad visigoda fundó en el siglo VI un asentamiento rural y disperso, con viviendas semirrupestres que se apoyaban en los afloramientos rocosos. A pesar de ser el hábitat de un grupo de pobladores tardoantiguos humilde, con una economía basada en actividades agropecuarias y de caza, construyeron caminos, espacios productivos y funerarios, recintos para el cuidado de animales y hasta un centro de culto.
Pero el yacimiento de La Cabilda (Hoyo de Manzanares, Madrid), que está siendo excavado desde el año 2014, todavía escondía una gran sorpresa en su parte meridional. El arqueólogo Miguel Ángel López Marcos señala una pequeña zona donde la tierra está más ennegrecida, y dice: "Aquí había un horno donde se calentaban las piedras, cantos rodados, que luego se echaban a una pileta llena de agua". Ambos espacios estaban separados por un muro simple de granito, una roca de mucha conductividad térmica, con una apertura. ¿Qué formaba ese enigmático conjunto?
"Es la primera sauna visigoda que se descubre en la Península Ibérica, es un hallazgo único", responde López Marcos. Hasta ahora se conocían algunos baños de esta época, como los de Santa Mariña de Augas Santas (Allariz, Ourense), montados sobre una sauna castreña de la Edad del Hierro, o los del misterioso edificio de Santa María de Eulalia de Bóveda (Lugo), inicialmente un templo de época romana de culto pagano a las aguas. Pero el elemento hallado ahora en La Cabilda es un unicum, según el también restaurador.
Desde mediados de agosto, dirige un proyecto de excavación y consolidación de las estructuras documentadas por los investigadores de la Universidad Complutense de Madrid en las campañas de los años anteriores. Durante estos trabajos, promovidos por la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid y financiados por el Ayuntamiento de Hoyo de Manzanares, apareció una serie de raíces en la zona de la sauna que impedían fijar y proteger en condiciones las piedras.
Para quitarlas se optó por excavar, y entonces empezaron a salir una serie de elementos que dibujaban el horno de alimentación de la sauna. La pared de granito es definitiva ya que posee 3,2 W/mk de conductividad térmica. Se trata de una pared a una cara, sin rotura de puente térmico, como cualquier muro del yacimiento, que demuestra la intencionalidad de comunicar el calor a la habitación contigua. En la zona entre muros apareció un grueso nivel de quemado que apoyaba la teoría.
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López Marcos fecha la estructura en el siglo VII, aunque la cronología —así como el tipo de materiales quemados— la confirmarán los análisis de las muestras de ceniza que ya ha enviado a los laboratorios del Consejo Superior de Investigaciones Científicas: "Es una sauna que tiene reminiscencias de las castreñas. Aquí se olvidan de los muros de doble cara y hacen solo una habitación, pero conservan la cubeta para echar las piedras calientes, el horno y el transmisor del calor (la pared de granito). También viene de época prerromana el sistema de doble puerta de madera, que tendría un ancho de unos 50 centímetros, por donde solo podría pasar una persona".
El espacio, mucho más austero y reducido que las características termas romanas con piscinas de agua fría (frigidarium), templada (tepidarium) y caliente (caldarium), habría estado cubierto con piedras y no con las tejas de motivos geométricos —como decoración y para que se deslizase el agua— hechos con los dedos que abundan en el sitio.
Hasta ahora, la estructura, que permanecía sin excavar, había sido interpretada como un aljibe tallado en la roca viva para recoger agua, amortizado y reducido en época tardía con la instalación de un aliviadero. Sin embargo, López Marcos sospechaba desde hace dos años de una piedra que parecía típica de las saunas. "Las piedras hablan y explican de dónde vienen. Es muy complicado identificar este tipo de estructuras, y la experiencia de otras saunas excavadas y descubiertas en el norte es fundamental para poder hacer este tipo de descubrimientos", confiesa a este periódico.
"Aunque estemos en un mundo rural donde las construcciones se simplifican mucho con materiales de supervivencia (piedras, tejas y madera), no fue tan rústico como se pensaba: para hacer una sauna, los miembros de esta comunidad debían tener inquietudes", baraja el arqueólogo, que ahora empezará con la fase de aislado de protección y consolidación del conjunto, algo que ya ha realizado con varias viviendas de unas dimensiones aproximadas de 5x5 metros.
"La Cabilda es un yacimiento muy peculiar como testigo del mundo altomedieval tan desconocido de la Comunidad de Madrid", resume López Marcos. "Aquí y en otro sitios como El Boalo vivieron comunidades rurales de pastores que se iban moviendo y que acabaron teniendo contacto con los musulmanes". Los investigadores de la Universidad Complutense, de hecho, aseguran que una de las unidades domésticas del enclave, utilizada desde el siglo VII hasta el IX, esconde "la primera evidencia arqueológica de tipo constructivo que se puede adscribir sin ningún género de dudas al periodo emiral de la sierra de Madrid". Un asentamiento que no deja de sorprender.