En los cielos del sur de Inglaterra, entre el verano y el otoño de 1940, se libró la primera gran batalla aérea de la historia, un evento crucial de la II Guerra Mundial. Francia acababa de caer ante el imparable empuje de la Wehrmacht, que arrollaba toda Europa con su superioridad táctica y operacional. Y Adolf Hitler se enfrentaba a un nuevo desafío: derrotar a Reino Unido. El objetivo de los nazis y su fuerza aérea, la Luftwaffe, consistía en lograr la superioridad aérea destruyendo la Royal Air Force británica para forzar a Wiston Churchill a capitular o para allanar el terreno de una invasión terrestre.
Día tras día, desde principios de julio hasta finales de octubre, los bombarderos alemanes Heinkel y Junkers, protegidos por los cazas Messerschmitt Bf-109, lanzaron sus ataques sobre los puertos del Canal de la Mancha y las infraestructuras costeras, los aeródromos y, finalmente, sobre Londres, en el famoso Blitz. Para los británicos, el choque fue una agónica empresa de contención a la espera de que la llegada del invierno y el mal tiempo imposibilitasen los vuelos y la lluvia de bombas enemigas.
El triunfo final de los defensores se explica por el éxito de la táctica desarrollada por el comandante neozelandés Keith Park, uno de los responsables del Mando de Cazas (Fighter Command) de la RAF, que consistía en mandar uno o dos escuadrones de Spitfire y Hurricanes para tratar de sabotear los ataques alemanes lo más rápido posible —una estrategia pragmática que se impuso a la "Big Wing", es decir, crear una gran formación aérea, como defendía el famoso doble amputado Douglas Bader—, y al desarrollo de un sistema de control y alerta temprana que dependía del radar.
¿Pero realmente el resultado de la batalla de Inglaterra pudo haber sido diferente? Un innovador análisis aplicado a la historia militar que combina los estudios históricos con los matemáticos asegura que sí. No estamos hablando de una ucronía, sino de una metodología desarrollada por una serie de investigadores que indaga en otros posibles desenlaces de batallas históricas como la de Jutlandia (1916) y acontecimientos bélicos como la intervención estadounidense en la guerra de Vietnam o la crisis entre las dos superpotencias de la Guerra Fría que se desarrolló como consecuencia del ejercicio militar Able Archer 83.
El equipo de historiadores y matemáticos formado por Brennen Fagan, Ian Horwood, Niall MacKay, Christopher Price y Jamie Wood acaba de presentar los resultados de su investigación en el libro Quantifying Counterfactual Military History (Routledge). Con respecto a la batalla de Inglaterra han empleado una herramienta estadística conocida como bootstrap, un método de simulación mediante remuestreo a partir de los propios datos disponibles —los 112 días de combates, el número de vuelos y de pérdidas de aeronaves y pilotos de cada bando, las condiciones atmosféricas, los objetivos, etcétera—, para identificar lo que tendría que haber hecho la Alemania nazi para vencer.
Los errores que más se le han achacado a Hermann Göring, comandante en jefe de la Luftwaffe, fueron la estrategia de empezar a bombardear Londres y tratar de aislar económicamente a Reino Unido hundiendo los barcos que cruzaban el canal. De Hitler también se ha resaltado su falta de claridad sobre la táctica a seguir para derrotar a Churchill. Si hubiera lanzado las hostilidades el 16 de junio, poco después de la retirada de Dunkerque, en lugar del 10 de julio, la RAF habría dispuesto de 165 pilotos menos para organizar su defensa.
El contrafactual manejado por los investigadores consiste en combinar la rápida conclusión del führer de que una victoria militar sobre Reino Unido debía lograrse mediante una invasión precedida por una victoria aérea con la orden a los bombarderos nazis de atacar un claro objetivo: los aeródromos e infraestructuras del Comando de Cazas de la RAF y no la economía británica o los buques de la Royal Navy. En este escenario, el método estadístico asegura que los británicos no habrían tenido pilotos y aeronaves suficientes y que los alemanes se habrían impuesto en la batalla aérea como paso previo a la ocupación.
"Podemos decir con algún argumento cuantificado que era materialmente posible que Reino Unido hubiera perdido la batalla y, por lo tanto, hubiera sido invadida", resumen los autores. "La metodología bootstrap nos permite cuantificar comparaciones de puntos de vista opuestos respecto a decisiones diferentes, proporcionando un punto de partida para el análisis cualitativo en lugar de reducir el debate a meros encontronazos de opiniones. Esto es lo que hacen las matemáticas: su verdad se encuentra en el argumento que conecta las suposiciones con las conclusiones, no en las conclusiones mismas".
¿Y qué hubiera pasado si los nazis llegan a ganar la batalla de Inglaterra? Los historiadores han debatido sobre la viabilidad de una hipotética invasión alemana de las islas británicas y su eventual fracaso ante la superioridad de la Royal Navy frente a la Kriegsmarine. En cualquier caso, no fue una idea somera, sino un plan ratificado por una directriz firmada por el mismo führer el 16 de julio de 1940. El nombre en clave que se utilizó para la operación fue "León Marino". Y hubo preparaciones materiales, como el acondicionamiento de barcazas fluviales para que la Wehrmacht cruzase el Canal. Pero este interrogante ya no lo pueden responder las matemáticas.
"Al escribir historia, siempre se debe recordar que un hecho histórico es simplemente uno de innumerables posibilidades hasta que el actor histórico se mueve o un evento ocurre, momento en el cual se hace real", explican los investigadores sobre la utilidad de su trabajo. "Para comprender esa posibilidad que se convirtió en la evidencia también debemos comprender las que finalmente no tuvieron lugar".