Una placa en la Casa de las Flores, en la esquina de Rodríguez San Pedro con Hilarión Eslava, a escasos metros de donde vivió y murió Benito Pérez Galdós, recuerda que ese edificio en el que "estallaban los geranios" fue la morada de Pablo Neruda en su etapa como cónsul de Chile en Madrid. Bajo los mismos y altísimos techos durmió también, unas décadas más tarde, otro Premio Nobel, el médico Severo Ochoa. Sus nombres están hoy en día grabados en la misma fachada. Es la memoria personal, ilustre, de un inmueble tan singular que ostenta la categoría de monumento nacional.
Sin embargo, otra memoria menos poética y más dramática, la de la Guerra Civil, ni se evoca con palabras ni distingue a simple vista. La Casa de las Flores, que quedó encajada muy cerquita del frente y de la maraña de trincheras que se cavaron en el Parque del Oeste, el Hospital Clínico de Moncloa o la Ciudad Universitaria, fue uno de los 2.203 edificios que resultaron dañados o destruidos por las bombas de los aviones nazis y la Italia fascista, al servicio de la sublevación de Franco, durante la ofensiva de Madrid. Tras la contienda, el inmueble fue reconstruido milimétricamente, borrando todas las huellas de la devastación y la metralla.
Ese "conservador" cómputo es el que presentan los arquitectos Enrique Bordes y Luis de Sobrón, profesores de la Universidad Politécnica, en Madrid bombardeado. Cartografía de la destrucción 1936-1939 (Cátedra). Se trata del resultado de una detallada y laboriosa investigación que ha conseguido localizar sobre un mapa los obuses y proyectiles que las fuerzas franquistas lanzaron sobre la capital. El plano lo presentaron ya en 2019, pero ahora acaban de publicar un librito muy interesante para descubrir el minucioso y riguroso proceso de documentación, donde describen el desarrollo y los efectos de los ataques aéreos sobre la población y la capa de olvido que se depositó durante la dictadura sobre el primer "urbicidio" de la historia.
El dato de más de 2.200 inmuebles afectados, que queda abierto para futuros trabajos y solo incluye el término municipal de Madrid en esa época, ha sido elaborado tras consultar todo tipo de fuentes documentales muy heterogéneas. Destacan los archivos de cuatro colectivos profesionales que representaban la respuesta de la sociedad civil contra la violencia de la guerra: bomberos, policías, arquitectos y fotorreporteros. Pero también se han tenido en cuenta las crónicas de testigos directos o imágenes aéreas tomadas después de la guerra.
Los cuerpos de bomberos y policía municipal, especialmente el primero, desempeñaron un papel fundamental en las labores de salvamento, acudiendo a los edificios dañados o derribados por las bombas. Según sus partes y registros, en los que detallaban la dirección, la fecha, el número de víctimas o el tipo de obús, intervinieron en 749 y 647 siniestros respectivamente. La memoria publicada en 1938 por el Comité de Reforma, Reconstrucción y Saneamiento de Madrid ofrece un número muchísimo más elevado: 6.036 incidentes atendidos solo durante 1937.
Todos estos documentos han podido ser contrastados con las imágenes de los Robert Capa, David Seymour, Santos Yubero, Manuel Albero y compañía, los fotoperiodistas que retrataron "los edificios destripados por las bombas", como escribió Arturo Barea. En total, Bordes y De Sobrón han podido identificar de esta forma 801 edificios, como el número 19 de la calle de la Ruda, destruido el 8 de noviembre de 1936, y que se convirtió en un icono internacional para reflejar el grado de destrucción de la guerra española.
"El análisis de las fuentes constata que más de la mitad de los edificios identificados (55%) están documentados en más de una fuente (27%) y/o en documentos fotográficos (36%)", detallan los arquitectos. "Esto, por un lado, confirma el grado de fiabilidad de las fuentes y, por otro, permite completar los datos de muchos de los siniestros. Por ejemplo, muchas de las imágenes disponibles han podido ser fechadas, al menos de forma aproximada, gracias a las referencias de los edificios mencionados en los libros de intervención de los bomberos".
El gran bombardeo
Las primeras bombas cayeron sobre Madrid en la noche del 27 al 28 de agosto de 1936. Las arrojó un Junker-52 alemán sobre el Palacio de Buenavista, sede del Ministerio de la Guerra, y la estación del Norte. El ataque se saldó con la muerte de un cabo y varios heridos y daños en la fuente de Cibeles. Pero la gran ofensiva aérea tuvo lugar desde el sábado 7 de noviembre hasta la primera semana de diciembre, cuando Franco fracasó en su tentativa de tomar Madrid por la fuerza.
Fue un bombardeo sobre la población civil "casi ininterrumpido", como demuestran los registros de las actuaciones de bomberos y policías. Hasta el inicio la acometida terrestre, sobre la capital solían emplearse bombas de 10 kg. Desde ese momento, la aviación franquista comenzó a lanzar proyectiles de 50, 100 y 250 kg, con una potencia explosiva suficiente como para destruir totalmente un edificio. También dispararon bombas incendiarias, que podían generar temperaturas de hasta 3.000ºC.
Hubo zonas especialmente golpeadas por los proyectiles, como el barrio de Argüelles, o la comprendida entre las calles de Alcalá y Gran Vía, donde se localizaban varios ministerios republicanos y objetivos militares, como el edificio de la Telefónica, una diana para los cañones franquistas apostados en los cerros de Garabitas, de los Ángeles y la Casa de Campo y que dieron en el blanco al menos 120 veces. Y aunque los investigadores apuntan que "no hubo zona de la ciudad libre de impactos de artillería", tampoco puede hablarse de una distribución completamente uniforme. El barrio de Salamanca, epicentro de las embajadas favorables a la causa golpista, fue el que menos siniestros registró.
El excelente trabajo de Enrique Bordes y Luis de Sobrón se revela en la mejor medicina contra la desmemoria. Ambos cierran el libro con una reflexión a tener en cuenta: "A pesar de haber sido sistemáticamente bombardeada en casi toda su extensión, ochenta años después de aquellos trágicos acontecimientos, apenas existe conocimiento ni conciencia de las consecuencias de los bombardeos sobre Madrid y su arquitectura". Aunque algunos edificios muestran todavía las heridas de la metralla, la capital ha escondido las cicatrices de la guerra mucho mejor que otras ciudades europeas.