A lo largo de la historia se han ido sucediendo decenas de capítulos sangrientos. En la guerra o en hechos puntuales, la realidad se ha inundado de víctimas. La desgracia siempre ha formado parte de la vida del ser humano. Tanto por cuestiones sociales, intereses políticos o enfrentamientos religiosos, las contiendas se han repetido siglo tras siglo.
Y no acaban. A pesar de saber las consecuencias, seguimos viendo un continuo camino hacia la destrucción y la enemistad entre naciones. Basta como ejemplo el reciente intento de invasión de Ucrania por parte de Rusia. Ambos países, unidos hasta hace unas décadas, se están desagrando entre trincheras. En ocasiones, la catástrofe es mayor debido a la sofisticación de las armas.
Fue precisamente en este territorio donde tuvo lugar uno de los capítulos más trágicos de la historia. La batalla más sangrienta. La que aún se recrea en libros, películas o series. Aquella que con solo mencionar su nombre ya evoca el peligro. Hay documentos de sobra y testimonios que lo corroboran: el desarrollo fue atroz.
Hablamos de Stalingrado, hace 80 años. En febrero de 1943 se enfrentaron el Ejército Rojo de la Unión Soviética y las fuerzas armadas de la Alemania nazi junto a sus aliados, el Imperio de Japón y el Reino de Italia, llamadas Wehrmacht. El escenario formaba parte de la Segunda Guerra Mundial y supuso un episodio clave en el transcurso de la contienda.
En realidad, los movimientos ya llevaban unos meses. La Alemania nazi había intentado tomar esta ciudad rusa (situada al sur del país, con el nombre actual de Volgogrado y alrededor de un millón de habitantes que se extienden pegados al río Volga) en agosto del año anterior. En octubre, las ansías de Adolf Hitler no se habían cumplido: Stralingrado resistía y se acercaba al invierno.
Para las siguientes semanas, las temperaturas se acercaban a los 18 grados centígrados bajo cero. Eso dificultaba los avances y seguía propagando plagas como la paratifoidea, el tifus y la disentería entre las tropas. A pesar de su aparente superioridad y el éxito conquistando rápidamente gran parte de la ciudad, la Wehrmacht no pudo derrotar a los últimos soldados soviéticos, situados en la orilla oeste del río que dividía la ciudad, el Volga.
La resistencia rusa les logró aislar. En total, 250.000 soldados permanecieron cercados. La mayoría murió a causa del hambre, el frío, las enfermedades y los ataques continuos. El 30 de enero, el general encargado recibió otro puesto y decidió rendirse junto a los 91.000 soldados que restaban. Se produjo lo que se llamó "la marcha de la muerte", donde fallecieron otros 40.000 miembros del ejército o fueron capturados.
La rendición oficial fue el 2 de febrero de 1943. Y la vuelta a Alemania contó con sólo 6.000 supervivientes. Lo que se sacó en claro en esta batalla es que las fuerzas armadas alemanas no tenían la suficiente logística como para atacar un frente tan extenso. La defensa era desde el mar Negro hasta el océano Ártico. Además, este país sufrió también las consecuencias de Kursk, en el extremo oriental de Rusia. Aquí se llevó a cabo una de las batallas más grandes de la historia. Participaron tres millones de soldados, más de 6.300 tanques y unos 4.400 aviones.
Además, Stalingrado supuso el último esfuerzo ofensivo alemán en el este. Usó todas sus fuerzas acorazadas y sus armas más innovadoras para enfrentarse al Ejército Rojo. Pero el gobierno soviético lo conocía y detuvo la ofensiva. Fue la primera victoria antes de romper las líneas enemigas. El triunfo de la batalla trascendió más allá de las fronteras de la Unión Soviética. Fue un punto de inflexión para toda la guerra, acelerando el abandono de los socios de Hitler y mostrando confianza en el bloque opuesto.
Desenlace plagado de bajas
Stalingrado se saldó con aproximadamente dos millones de bajas entre soldados de ambos bandos y civiles soviéticos. Por eso está considerada como la peor batalla de la historia de la humanidad y la más famosa de la Segunda Guerra Mundial. Aun así, es un episodio más dentro de las catástrofes humanas, de las que hay registros desde 2200 a. C., con luchas entre los guti y los sumerios, dos de las primeras culturas localizadas por los historiadores.