El escritor Ken Follett, esta semana en Madrid, durante su entrevista con EL ESPAÑOL.

El escritor Ken Follett, esta semana en Madrid, durante su entrevista con EL ESPAÑOL.

Política ENTREVISTA

Ken Follett: "Con un siglo XX como el de España, lo normal sería que los españoles desconfiaran del nacionalismo"

  • "Si estalla una Tercera Guerra Mundial, ¿qué podrá hacer Europa? Nada".
  • "La gente es capaz de votar para que retroceda su democracia. Lo vimos en Turquía con Erdogan y en Estados Unidos con Trump".
  • "De joven, cuando vine a España por primera vez, encontré un país del tercer mundo dominado por la religión. Hoy es una nación moderna y próspera".
  • El novelista visita España para asistir en la Gran Vía de Madrid al estreno del musical sobre "Los pilares de la tierra".
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Es una especie de lord inglés tal y como los españoles imaginamos a los lores ingleses. Un traje sin arrugas, una camisa sin arrugas, un verbo sin arrugas. La camisa blanca, tan brillante como si hubiera salido de un pozo de lejía. Y, por supuesto, el pañuelo en la solapa. Viaja con varios asistentes. Le esperaban aquí, en Madrid, otros tantos. Viaja, de veras que no hay diferencias, como una estrella del rock.

–Mister Follett, un placer. Le leemos desde los quince años porque nos lo recomendaban nuestros padres –le decimos para caer bien, para quebrar una presupuesta frialdad británica. 

–Me lo dicen en muchos países –sonríe y nos estrecha la mano como en una ceremonia antigua, como si las lámparas de la pared que imitan antorchas fueran realmente antorchas.

¡Hay que joderse con la humildad británica! Pero tiene razón “mister Follett”. Ha vendido más de doscientos millones de libros. En realidad, este dato varía según quién lo publique. Pon la cifra que usted quiera, lector, y acertará.

Igual que en las casas de nuestros padres estaban los libros de “Los Cinco”, en las casas de ahora están los libros de Ken Follet (Cardiff, 1949). “Los pilares de la tierra” está más en nuestros salones que la estantería Billy del Ikea.

Vídeo | Ken Follett: "No habría podido ser escritor sin la biblioteca pública que había junto a mi casa"

Mister Follett ha conseguido algo verdaderamente difícil. Ser un best seller en dos ámbitos distintos: la novela histórica clásica y la novela policiaca. Publica cada dos años un tocho de ochocientas páginas. Nos recuerda al que es, seguro, uno de sus autores predilectos: Simenon. Se contaba que un día llamó Hitchcock a casa de Simenon y contestó la asistenta: “No se puede poner, está escribiendo una novela”. Respondió Hitchcock: “¡Ah! Entonces me espero”. 

Estamos en el hotel Ritz. Nos hemos citado a cuenta del estreno en la Gran Vía del musical sobre “Los pilares de la tierra”, que ha dejado impactado al autor y que, además, ha tenido mucha fortuna en estos primeros días de representación. Es uno de esos musicales con mucha tecnología y escenarios que parecen series de televisión. 

¿Cómo no iba a tener fortuna el estreno de algo apellidado Follett? Le miramos las manos cuando coge el vaso de agua. Pensamos en rozarlas con un billete de lotería, ¡con nuestras propias manos! Follett es el Dorado. 

Estudió Filosofía, quiso ser periodista de investigación, trabajó en periódicos, después en una editorial. Supo pronto de la vida responsable: fue padre con 19 años. Mientras tanto, por la noche, escribía novelas que firmaba con seudónimo.

Un día, tras entregar a su editor, con su verdadera firma, “La isla de las tormentas”, escuchó: “Muchacho, desde ahora tendrás problemas con los impuestos de tus ganancias”. Acertó. Follett es ese tipo de hombre que no sabe cuánto dinero tiene.

Follett nos encandila rápido con su carisma y su inglés perfecto, como supervisado por el profesor Vaughan. Lo que más nos gusta es su atrevimiento –se ve que lo disfruta– al analizar los asuntos espinosos: las ideologías, la política, las guerras. En el fondo, todo eso con lo que construye sus novelas. Suele ser raro que un escritor best seller se atreva a una conversación sin fronteras.

Follett no esconde su preferencia por el laborismo, un partido al que ha ayudado públicamente desde que se enamoró –no lo apoya por eso– de su actual mujer, una diputada de izquierdas que llegó a ser ministra. 

Ahí va Follett, mister Follett.

Señor Follett, es usted mucho más apuesto en persona que en estatua.

¿Ha visto usted la estatua? No a través de fotografías, en directo. 

Sí. La vi y le di un abrazo.

¡Muchas gracias, hombre! 

¿Esa estatua en Vitoria a tamaño real sigue siendo la única que tiene en el mundo?

Sí. Y me temo que lo seguirá siendo durante muchos años.

¿Se está comportando bien? Con la fiebre de tirar estatuas de los últimos tiempos, no nos irá a obligar a derribar la suya...

No les daré motivos [sonríe]. Fíjese, le contaré algo: en Bristol había una estatua de un hombre llamado “mister Colston”. Había sido esclavista. Un comprador y vendedor de esclavos. En esa ciudad, en Bristol, hay mucha gente que tiene abuelos caribeños. La estatua era muy ofensiva para ellos. Así que la arrancaron y la arrojaron al agua desde el muelle. No me parece mal, desaparecía la estatua de un mal hombre. 

¿Sabe usted nadar, señor Follett?

[Una sonora carcajada]

"Me asusté cuando me contaron que iban a ponerme una estatua en Vitoria junto a la vieja catedral. ¡No soy un santo!"

¿Por qué se enamoró de aquella vieja catedral? Hay muchas catedrales en el mundo.

Cuando estaban reparándola, me pidieron que fuera a Vitoria y que diera un discurso. Querían que eso sirviera para recaudar fondos que sufragaran parte de las obras. Me contaron que habían puesto unas escaleras desde las que se podía ver el techo. También existía la posibilidad de descender bajo tierra: había cadáveres y los habían convertido en una atracción para los visitantes.

Entonces fue a Vitoria.

Sí, quise verlo. A menudo, me piden discursos en muchas partes del mundo, pero digo que no porque siempre tengo un libro en marcha. Sin embargo, lo de Vitoria llamó mi atención. Quisieron pagarme el vuelo, el hotel, todo. Pero me negué: ¿no se trataba de sufragar las obras? Lo que a mí me parecía normal a ellos les pareció insólito.

Me gustó mucho Vitoria. He regresado varias veces. Bueno, usted sabe de sobra cómo es España: “¿Quedamos para comer a las doce? No, no, mejor a las dos. De acuerdo. No, pero a las dos no comemos; a las dos es el aperitivo. Luego ya comeremos”. Y llegas a casa a las siete de la tarde después de haber probado un vino fantástico.

Esas comidas tan largas no son buenas para un escritor. Quitan demasiado tiempo.

Es verdad, los planes largos no son buenos para los escritores, pero lo pasé tan bien en Vitoria… Luego escribí aquel libro y un día me llamaron: “Vamos a poner una estatua suya en el entorno de la catedral”. Me asusté. Pensé: “¡No soy un santo!”. Mis amigos y mis hijos se rieron mucho de mí. Me decían: “¿Por qué no una estatua a caballo? ¿Y por qué no desnudo?”.

Ken Follet es uno de los escritores más leídos del mundo. Está en España para presentar el musical de Los pilares de la tierra.

Ken Follet es uno de los escritores más leídos del mundo. Está en España para presentar el musical de "Los pilares de la tierra". Javier Carbajal

Cuando usted nació, los europeos, sobre todo los españoles, éramos hijos de los personajes de “Los pilares de la tierra”. Éramos los hijos de quienes soñaban levantar catedrales tan altas como para tocar el cielo. Cuando usted muera, seremos mayoritariamente hijos de la ciencia. Notre Dame se ha restaurado principalmente por amor al arte, no por amor a la religión.

No estoy de acuerdo. Creo que han operado los dos factores en la restauración de Notre Dame. Tres meses después del fuego, viajé a París. Visité la catedral con Philippe Villeneuve, el arquitecto encargado de la reconstrucción. Es un gran profesional de la arquitectura.

Le diré algo: palpé que su inspiración y la de su equipo eran mitad artística y mitad sagrada. Percibí que afrontaban una misión sagrada. Creo que ese componente religioso estuvo también presente entre los multimillonarios que donaron su dinero. Estaban orgullosos del arte de su catedral, pero también lo hacían por Dios.

¿Y usted? ¿Por qué escribe sobre las catedrales?

Yo no soy creyente, pero me encanta visitar catedrales, sentarme dentro, cerrar los ojos y pensar. Es también una actitud a medio camino entre lo artístico y lo religioso.

Usted empezó a leer, en cierto modo, gracias a la religión. Sus padres, que eran muy religiosos, le prohibieron ver la tele y escuchar la radio. Entonces, empezó a leer. ¿Qué recuerdos tiene de aquella infancia?

Nunca pude comprarme todos los libros que quería. Mis padres no eran pobres, pero eran un matrimonio de principios de los cincuenta en Inglaterra. Esas parejas, generalmente, no tenían mucho dinero. Nací en 1949 y, con siete años, ya quería muchos más libros de los que me podían comprar. 

Así que me llevaron a la biblioteca pública. ¡Era Navidad todo el tiempo! Cada semana podía ir y llevarme a casa los libros que me apetecían. Recuerdo que pregunté la primera vez: “¿Puedo llevarme uno?”. “Puedes llevarte dos, incluso”. Me pareció increíble.

Sin aquella biblioteca pública, jamás habría tenido la posibilidad de ser escritor. Es más: sin aquella biblioteca pública, jamás habría podido ser un lector decente. No se puede escribir novelas sin haber leído compulsivamente un montón de ellas. Cuando cumplí los veinte años, ya había leído cientos de libros. Por eso, cuando me senté delante de un folio en blanco, supe cómo intentarlo.

"Sin aquella biblioteca pública que había junto a mi casa, no habría podido ser escritor. Ni siquiera un lector decente"

Se van muriendo los hijos de los que querían levantar catedrales que rozaran el cielo, pero son cada vez más los hijos de quienes quieren levantar mezquitas que toquen el cielo. El asunto de las religiones está de fondo en varias de sus novelas. ¿Cómo está afectando eso al mundo?

En el siglo XIX, los geólogos descubrieron que el mundo era mucho más viejo de lo que se pensaba. ¡El mundo no se había creado en seis días, sino durante millones de años! Ese descubrimiento fue un gran problema para los cristianos. 

Muchos sacerdotes trataron de explicar: “Dios hizo así el mundo para que parezca que se formó durante millones de años, pero en realidad lo creó en solo seis días”. No era demasiado plausible, ¿verdad?

La fe no es cuestión de plausibilidad.

De pronto, muchas de las creencias más importantes de los cristianos fueron refutadas científicamente. Aquello debilitó a la Iglesia. No estoy seguro de que haya existido un proceso similar con el Islam. Su desarrollo cultural ha sido totalmente distinto. En cualquier caso, las grandes religiones suben y bajan. 

¿Qué quiere decir con eso?

Las grandes religiones se vuelven más populares y menos populares con el paso del tiempo. Así viene ocurriendo a lo largo de la Historia. Por eso, esa circunstancia que usted me mencionaba… “El auge del islam y un aparente decrecimiento del cristianismo”… No creo que esté suponiendo un gran cambio en el mundo. En términos históricos, el islam está subiendo un poco y el cristianismo está bajando un poco. Dentro de cincuenta años, la situación habrá cambiado.

Las diferencias religiosas traen cosas maravillosas: mezcla de culturas, diversidad… Y también traen en ocasiones serias dificultades para la integración, que luego da lugar a problemas de gran envergadura. Eso ha cambiado por completo el tablero europeo, ¿no?

Sí. Esas consecuencias de la inmigración, las buenas y las malas, vienen percibiéndose con nitidez en Francia desde el siglo XV. Por aquel entonces, y en los dos siglos siguientes, hubo allí terribles guerras de religión. Miles y miles de personas murieron y mataron por su religión.

Los católicos mataban a los protestantes. Y cuando los protestantes tenían la oportunidad… mataban a los católicos. Fue un panorama malo para el mundo en general, pero bueno para Inglaterra. 

¿Por qué?

Porque muchos de los protestantes franceses eran artesanos, tejedores, impresores… Y se fueron a Londres. Así se pusieron en marcha en Inglaterra industrias que todavía hoy siguen siendo muy rentables. Fue una buena cosa para los ingleses que a los protestantes franceses quisieran matarlos. Qué cosas tiene la Historia, ¿eh? No es bueno nunca matar a alguien, pero no todas las consecuencias de una muerte son malas para todo el mundo.

Ken Follet ha apoyado públicamente desde hace décadas al Partido Laborista.

Ken Follet ha apoyado públicamente desde hace décadas al Partido Laborista. Javier Carbajal

Tras la crisis económica, alrededor del año 2010, surgieron populismos de extrema izquierda. Con la crisis migratoria, están proliferando ahora los populismos de extrema derecha. Este fenómeno, el de la fragilidad de la libertad, es muy importante para usted a la hora de escribir. Tanto cuando aborda la Edad Media como cuando aborda el siglo XX.

Siempre me ha interesado mucho la fragilidad de la libertad, es cierto. ¿Cómo logramos ser libres? ¿Cómo logramos dejar de matarnos unos a otros a causa de nuestra religión? ¿Cómo hemos forjado sociedades occidentales donde ya no importa si eres católico o protestante? Lo podemos extender a otras esferas: ¿cómo logró la clase trabajadora la capacidad de votar? ¿Cómo se alcanzó el sufragio femenino? Todo eso me fascina.

Después de estudiar esos momentos de la Historia, me equivoqué: llegué a pensar que la Democracia era tan placentera como para que nadie quisiera revocarla desde dentro. La gente está empezando a dar marcha atrás.

Póngame un ejemplo.

En Turquía, la gente votó para perder su libertad. Erdogan anunció sin complejos lo que iba a hacer si gobernaba. Y le votaron. Lo mismo acaba de ocurrir con Trump. Tenía claro que mi libertad sería para siempre. No puedo decir lo mismo de la de mis hijos y mis nietos.

España e Inglaterra son hoy las dos grandes naciones en el viejo continente que están lideradas por gobiernos de izquierdas. En Alemania, se acaba de romper esa coalición. Y en el resto de países, con la excepción centrista de Francia, se está produciendo un viraje hacia la derecha. ¿Qué le pasa a la socialdemocracia? ¿Qué errores ha cometido?

No hay nada erróneo en la socialdemocracia. Hay algo erróneo en la gente que ya no quiere socialdemocracia.

Pero, ¿por qué? Algo estarán haciendo mal los socialdemócratas para que no les voten.

No lo sé. Es un misterio. Pero hay muchos otros misterios similares. ¿Por qué los británicos quisieron el Brexit? ¡Ha sido un desastre! A todo el mundo le va peor en Inglaterra por culpa del Brexit, pero lo votamos. Si algún día encuentro la respuesta a estos dos misterios, escribiré un libro.

"¿Por qué quisieron el Brexit? A todos nos va peor desde entonces"

Una de sus últimas novelas, “Nunca”, aborda la posibilidad de que estalle una Tercera Guerra Mundial. Para escribirla, se entrevistó con políticos, militares y diplomáticos de primera línea. A día de hoy, ¿cuál es la chispa más probable que puede prender una Tercera Guerra Mundial?

Tenemos muy cerca el ejemplo de Ucrania, donde estamos asistiendo a una escalada de violencia. Los ucranianos ya lanzan misiles a suelo ruso. Y Putin ya ha dicho que se siente legitimado para responder de una manera más contundente. ¿Cuál es esa manera? ¿Cuál será su respuesta? Una y otra parte van intensificando sus respuestas… ¿y sabe cuál es el final? La guerra nuclear.

Decía usted hace un par de años que el mundo ha dejado de ser un lugar seguro. Desde entonces, se ha recrudecido la guerra en Ucrania y ha estallado una en Oriente Próximo. ¿Eso nos va acercando a esa Tercera Guerra mundial?

Absolutamente. Ambas guerras podrían intensificarse. En el caso de la de Oriente Próximo, la involucración de Irán sería muy peligrosa. Creemos que Irán no tiene armas nucleares todavía, pero no tardará en tenerlas. Entonces, ¿entraría en esa guerra Estados Unidos? El mundo se está poniendo muy peligroso.

Para escribir “Triple”, tuvo que investigar mucho acerca de las intenciones geoestratégicas de Israel. ¿Qué cree que busca el gobierno israelí exactamente?

Nadie sabe qué busca el gobierno de Israel. ¿Qué están consiguiendo matando a toda esa gente? Eso no les dará seguridad en el futuro. Si exterminas a todos los miembros de una casa, sus hijos crecerán odiándote. Si tienes diez años y los israelíes matan a tu madre y a tu padre, cuando tengas veinte años querrás matar israelíes.

Es lo que viene sucediendo de un lado a otro en Oriente Próximo desde hace muchas décadas. Cada ataque crea una represalia. ¿Cuántos años tiene Israel ahora? Se fundó en 1948. Tiene, por tanto, casi ochenta años y las guerras no han hecho más que empeorar. No veo el final.

¿Y cómo deben actuar los países europeos? España, por ejemplo, ha reconocido el Estado palestino. 

Creo que fue una buena decisión y también creo que debemos dejar de vender armas a Israel. Es la única forma de parar esta guerra.

Para escribir “Las alas del águila” investigó las entrañas de Irán. ¿Tienen los iraníes capacidad para enfrentarse a Israel?

No creo que la tengan. Ni de lejos. Pongamos que tuvieran armas nucleares: los israelíes tendrían todavía más reactores nucleares.

Follet tiene una estatua a tamaño real en Vitoria, junto a la vieja catedral.

Follet tiene una estatua a tamaño real en Vitoria, junto a la vieja catedral. Javier Carbajal

Da vértigo leer sus novelas, en concreto, sobre la Primera Guerra Mundial porque en aquel tiempo fue un “microincidente” lo que desató la tragedia. En la Segunda Guerra Mundial había políticos que sí querían la guerra, en la Primera fue distinto. Cuando le leía, pensaba: ¿cuál será nuestro “microincidente”?

Los líderes europeos no querían la Primera Guerra Mundial. Comenzó el movimiento con los austriacos. Luego los rusos se movilizaron también. Los alemanes tampoco querían la guerra, pero se movilizaron al ver cerca de su frontera al ejército ruso, de tres millones de hombres.

Cualquier líder alemán que, con un ejército ruso en la frontera de tres millones de hombres, no se hubiera movilizado, habría sido un traidor. La gente se vio empujada por la situación. Creo que hoy estamos en un contexto parecido. Parece que ningún líder en el mundo quiere una guerra nuclear, pero… ¿y si acaba sucediendo?

Analicemos el tablero. Dice que China es hoy más peligrosa de lo que fue Rusia durante la Guerra Fría. Estados Unidos está en manos de un hombre impredecible y Rusia también. Dos de los países con más potencia nuclear están en manos de hombres impredecibles.

Exacto, esa es la clave. Estamos en manos de lo impredecible y es muy peligroso. Hoy, ya no podemos preguntarnos: ¿qué sería lo lógico que hiciera Putin? ¿Qué sería lo lógico que hiciera Trump? No son hombres lógicos. Y la lógica sin lógica, valga la redundancia, es lo que pone en peligro al mundo. 

Suele usted decir que Europa no pintaría nada en esa Tercera Guerra Mundial y que, por eso, no la metió en la novela en contra de lo que querían sus editores. 

Mis editores estaban interesados en ese rol europeo, pero… Europa no será capaz de frenar una Tercera Guerra Mundial. Si sucede, Dios no lo quiera, ¿qué podrá hacer Europa? ¿Qué vamos a decir a los chinos o a los americanos? Por favor…

"Europa no jugará ningún papel en la Tercera Guerra Mundial"

Usted nació en Cardiff, la capital de Gales, donde existe un movimiento nacionalista. Tiene una estatua en el País Vasco, donde el nacionalismo aúna mucha fuerza. Es una metáfora de su trilogía sobre el siglo XX, que merodea el nacionalismo para dibujarlo como una ideología destructiva. ¿Es así? ¿Qué piensa del nacionalismo? 

Pienso que el nacionalismo es destructivo hoy, pero en el siglo XIX muchos de los movimientos en favor de la libertad y la democracia fueron nacionalistas. Desde entonces, ha dejado de ser así. Hablemos de la diferencia entre nacionalismo y patriotismo. 

Establézcala.

Patriotismo es decir: “Amo mi país”. Nacionalismo es decir: “Mi país es el mejor país del mundo; es mucho mejor que los demás”. Por eso pienso que el nacionalismo es destructivo. Los patriotas no vamos por ahí diciendo: “Nosotros deberíamos gobernar el mundo”. El nacionalismo, de verdad lo pienso, es bastante peligroso. 

España es, probablemente, el país europeo con un nacionalismo más potente. Además, es un nacionalismo independentista. ¿Ha pensado sobre esto después de tantos viajes? ¿Cuál es su conclusión? 

Creo que lo ideal es una mezcla de independencia cultural y cooperación económica. Por ejemplo: me parece estupendo que Gales tenga su propia cultura, su propia lengua. Nuestras propias canciones, nuestra propia poesía. Pero estamos mucho mejor siendo parte de Reino Unido. Sobre todo financieramente. 

Sería una locura que Gales fuera un país independiente y que hubiera que cruzar una frontera para ir a Inglaterra. Sería una pérdida de tiempo y de dinero. Creo que este es el enfoque adecuado para los lugares que, en Europa, se enfrentan a un problema similar. Puede que tengan su lengua y su cultura, que no sean como el resto del país, pero no hay nada de malo en ello. Vuelvo a ponerle el ejemplo del Brexit: ha sido nefasto.

La socialdemocracia española se mantiene en el poder con el apoyo de los nacionalismos. ¿Esto también es natural en Reino Unido?

El Partido Laborista tuvo una alianza con los nacionalistas escoceses, que les dio una independencia parcial. Por eso Escocia tiene su propio parlamento y fija sus propios impuestos. Escocia es parcialmente independiente, aunque sigue siendo parte de Reino Unido. Por eso no sufren barreras comerciales.

Si los escoceses quieren comprar cosas fabricadas en Londres, no tienen que pagar impuestos de aduana; no necesitan pasaporte para cruzar la frontera. Eso es sensato. Fue un buen acuerdo. Puede que ahora se esté rompiendo, no lo sé.

Me cuesta entenderlo desde un punto de vista teórico: la socialdemocracia, el socialismo, es la igualdad de derechos para todos los ciudadanos. El nacionalismo otorga más derechos a unos que a otros en función del territorio. 

En política, muy a menudo, la solución es un acuerdo no satisfactorio para las partes, pero que preserva el statu quo. La política es eso: tratar de resolver un problema con el que piensa distinto. La solución será buena si es compartida y permite vivir en comunidad.

A Follet le gusta enumerar sus argumentos con los dedos de las manos.

A Follet le gusta enumerar sus argumentos con los dedos de las manos. Javier Carbajal

En “El invierno del mundo”, aparece la Guerra Civil española. ¿Qué conclusiones sacó tras investigar aquella guerra? 

Fue, sobre todo, una tragedia terrible. España tardó más de cuarenta años en recuperarse de su guerra civil. Cuando vine de joven, la primera vez, España era como un país del tercer mundo. Era muy pobre, estaba dominada por la religión. A lo largo de mi vida, España ha sido como un árbol que florece lentamente. Ahora, por fin, todas las hojas han salido, todas las flores han salido. España es un país moderno, próspero y con grandes tradiciones. 

Uno de los personajes explica algo interesante: dice que Franco no era un fascismo asimilable al de Hitler o al de Mussolini. No quería crear un mundo nuevo, sino mantener las esencias de un mundo viejo, el absolutismo aristocrático español. ¿Podría explicarlo?

Existen dos tipos de fascismos. Uno tiene que ver con el regreso a "un pasado imaginario que fue perfecto", como el de Franco. El otro pretende crear “un mundo nuevo”. Eso fueron Hitler y Mussolini. No decían “queremos volver a nuestra edad de oro”, sino “queremos crear la sociedad perfecta”. Es una precisión interesante, estoy de acuerdo con usted. Pero es una precisión de índole intelectual. En la práctica, no hay demasiadas diferencias entre los fascismos. 

Como usted sabe, en España no existe un patriotismo tan sólido como en Inglaterra, en Francia o en Alemania. ¿La causa es la guerra civil del siglo XX?

Con un siglo XX como el español, lo normal sería que la gente desconfiara del nacionalismo, ¿no le parece? Pero, a veces, la gente no actúa de manera racional. En Alemania hoy hay nacionalistas que respetan a Hitler.

Dígame en una frase qué es España para usted.

España siempre ha sido muy generosa conmigo.

Sólo le faltan 25 años para poder titularse a sí mismo: “El siglo”. Después de todo lo que ha visto, ¿tiene más fe en Dios o en los hombres?

No tengo fe en Dios, pero tampoco tengo demasiada fe en los hombres. 

Definitivamente, es mejor en persona que en estatua.

Por lo menos, más hablador.

Ken Follet se ríe más en persona que en estatua.

Ken Follet se ríe más en persona que en estatua. Javier Carbajal