Rodríguez Braun: "Milei desafía a Sánchez jugando como él; la izquierda sufre al no estar acostumbrada"
El profesor Rodríguez Braun publica "El pensamiento de Milei", un ensayo que pretende descifrar las intenciones del presidente de Argentina: "De joven apoyé la revolución cultural de Mao, hoy me gusta la revolución liberal de Milei" / "Milei parece 'el loco' en público, pero en corto es sensato y un economista competente"/ "Me gusta la idea de Milei de que el Estado no debe regular los matrimonios" / "Filosóficamente, quiere acabar con el Estado, pero probablemente termine convertido en liberal clásico".
25 mayo, 2024 02:32Teniendo en cuenta el símbolo de este periódico, no nos queda más remedio que tocar la puerta de la casa del profesor Rodríguez Braun cantando lo que canta Milei cuando sube al escenario: "Hola a todos, yo soy el león. Rugió la bestia en medio de la avenida".
Hemos debido de rugir demasiado porque su mujer, que es psicoanalista, está trabajando en una habitación cercana y el profesor nos invita al susurro. Su señora, simpatiquísima, es una argentina normal y, por tanto, psicoanalista. El profesor, endemoniadamente amable, es un argentino muy raro y, por tanto, liberal. Lo fue mucho antes de que en su país se armara el quilombo.
Tan amable es el profesor que vamos recorriendo la casa en busca de cadáveres. ¡No puede ser tan amable! Parece la reencarnación de alguno de esos cursos de protocolo publicados el siglo pasado.
Abrimos cajones, olemos la tierra de su patio. Buscamos los dedos amarillos del socialismo a los pies de un árbol de laurel. Pero no hay manera. Sólo podemos definir al profesor Rodríguez Braun con la canción de un comunista: "La familia, la propiedad privada y el amor".
Hemos rastreado radios y televisiones en busca de algún enemigo para el profesor, pero nadie quiere matarlo en medio de esta crisis diplomática. Ni siquiera cuando avisamos a los potenciales sicarios de que este hombre con gemelos y corbata de Adam Smith habla bien de Milei a ratos.
Lo que ocurre en Argentina –el adjetivo es suyo– es muy raro. Porque unas ideas raras en las manos de un hombre raro han hecho del país una cosa rarísima. De Milei destacan los periódicos que habla con un perro muerto, que asegura desempeñar una misión de Dios y algunos delirios más. Pero, ¿qué piensa realmente? ¿Qué quiere hacer con Argentina? ¿Qué ha hecho ya?
El profesor, que es catedrático de Historia del Pensamiento Económico además de madrugador en Onda Cero cada mañana, se ha propuesto responder a esas preguntas con un ensayo de próxima aparición: El pensamiento de Milei (Lid Editorial). En esta charla, vamos a desmigar sus conclusiones. Pero también vamos a aprovechar la ocasión para conocer el fondo del argentino más mediático del periodismo, del liberal más famoso de la socialdemocracia.
–¿Saben ustedes? Le decía yo a un amigo banquero: "Rafael, cuando te mueras, nunca podrás ir al cielo". Me contestaba: "¿Por qué?". "Porque los banqueros no van al cielo, Rafael". Y él decía: "Iré al cielo porque la misericordia de Dios es realmente infinita".
No sabemos si Milei irá al cielo. No sabemos si Milei pasará por el diván de la mujer del profesor cuando venga en junio a recoger el premio que le dieron al propio profesor hace unos años. Pero sí sabemos una cosa: en caso de existir el cielo, nos saludaría el profesor en la cancela diciendo: "Buenos días, ¡a pesar del Gobierno!". Y Dios se lo perdonaría. Porque el profesor es... endemoniadamente amable.
*Entrevistadores invitados: Carlos Alsina, Rubén Amón, Rosa Belmonte y Félix José Casillas.
Profesor, su esposa es psicoanalista. ¿Ha descubierto ya, después de toda una vida juntos, por qué es usted liberal?
En realidad, mi liberalismo apenas depende de la psicología, sino de la casualidad. Llegué a España con veintitantos años. Era un joven exiliado argentino al que le habían dado una beca para hacer el doctorado. Un profesor que me cogió cariño, Pedro Schwartz, me dijo aquel 1977: “Joven, esas ideas izquierdistas que usted tiene son muy equivocadas”.
Porque lo normal para un argentino es ser psicoanalista, no liberal.
Sí, pero le diré una cosa. En Argentina, hubo una época liberal muy brillante, de 1880 a 1930, que es cuando se construyeron, por cierto, las maravillas monumentales de Buenos Aires: el Teatro Colón, el Congreso, las grandes avenidas…
Fue un tiempo de enorme prosperidad, con millones de emigrantes yendo a Argentina. Cuando esa tradición liberal se frustró en 1930, algunos pensadores mantuvieron viva la llama de esa tradición. Milei, por ejemplo, sale de ahí.
El día que usted lo conoció, Popper –que según veo es un importante filósofo liberal además de una droga– le dijo algo que le rompió a usted los esquemas: “La relación entre progreso económico y libertad es tan sólo una feliz coincidencia”.
La relación entre prosperidad económica y libertad no es casualidad. Si el mismo cubano que padece privaciones en La Habana crece en Miami, que está a solo cien millas de distancia... no puede ser casualidad. Lo que quiso decir Popper fue que la libertad hay que defenderla en sí misma, y no porque conlleve buenos efectos económicos, que generalmente los tiene.
Si a usted le dicen que la esclavitud puede producir esos mismos buenos efectos económicos, un liberal contesta: “Para mí es más importante la libertad que sus consecuencias”. Popper quería animarnos a defender la libertad antes que todo.
No son ustedes, entonces, tan desalmados como parece. No es por dinero.
Los liberales no somos tan desalmados ni los socialistas tan cariñosos [suelta una carcajada].
Carlos Alsina tiene una pregunta para usted acerca de su conversión, que por lo que me decía coincidió con la llegada a España: “¿En algún momento de su vida, tal vez la adolescencia o la juventud, además de tener pelo fue usted un poco socialdemócrata?”.
Sí, esa pregunta es típica de Alsina. Una pregunta tramposa. No me extraña viniendo de él, supongo que sus lectores sabrán de qué clase de sujeto se trata. Además, me la hace conociendo la respuesta: fui, como le decía, un joven de izquierdas, algo parecido a un socialista.
Pero, ¿cuánto de izquierdas?
Me gustaba la revolución cubana, pensé que el Che era un héroe… No fui un comunista soviético, pero me parecía bien la revolución cultural de Mao. Para que usted vea hasta qué punto uno puede ser idiota.
Ha pasado de la revolución de Mao a la revolución de Milei, profesor.
He mejorado bastante, sí.
Hoy venimos a verle igual que usted, cuando tenía nuestra edad, fue a ver a Friedrich Hayek. Venimos dispuestos a convertirnos.
Vi a Hayek un par de veces. Una en el 82 y otra en el 85. En la segunda ocasión, le hice una larga entrevista para la Revista de Occidente. Fueron dos encuentros en los que aprendí muchísimas cosas. Hayek, ya mayor, estaba escribiendo su último libro: una historia sobre el socialismo y sus errores. Pero tenía un problema con el título. Me dijo que no sabía cuál ponerle.
Al final, dio con él: una palabra que define a los socialistas de todos los partidos. Porque usted debe saber, joven, que hay socialistas de derechas y de izquierdas. “Arrogancia”. “The fatal conceit”, “La fatal arrogancia”. Así tituló Hayek su último libro. Eso es el socialismo. Creen que saben cómo organizar la vida de la gente.
Usted llegó al mundo más o menos con la independencia de Argentina. Pero, ¿por qué recaló exactamente en España? ¿Tuvieron algo que ver sus ideas revolucionarias?
Sí. Nací en la primera mitad del siglo XIX. Es curioso porque luego, al llegar a España, en 1977, sólo tenía 28 años. Como le decía, fui un militante de izquierdas. Primero, me detuvo el régimen peronista. Estuve un par de días desaparecido y, después, me soltaron. Cuando llegaron los militares de Videla, fueron a buscarme a mi casa.
Aquello era mucho más serio, hacían de veras desaparecer a la gente. Además, yo no estaba metido en ninguna organización terrorista o paramilitar; es decir: no tenía nadie que me defendiera. Le dije a mi mujer que era mejor que nos marchásemos. Conseguí la beca para el doctorado y aparecimos en España. Le contaré una anécdota.
Adelante, profesor.
Allá por los sesenta, Gila estaba en Argentina. Yo solía escuchar un monólogo suyo que empieza diciendo: “Cuando yo nací, mi madre no estaba en casa”. A mí me ocurrió algo parecido: nací porque, cuando los militares fueron a buscarme, no estaba en casa.
Y cuando sí le cogieron, ¿cómo fue? ¿Qué tal le trataron los captores peronistas?
Fue muy desagradable, pero bastante pacífico. No me torturaron. Junto a otros amigos, estuve toda la noche en un calabozo esposado y con los ojos vendados. Después, nos soltaron. No es una experiencia recomendable. Por eso, no tengo simpatía a los militares que fueron a buscarme, pero tampoco a los peronistas.
Conoce los medios de allí y de aquí. Estos días, muchos españoles hemos escuchado la radio argentina, hemos visto la tele argentina. Nos hemos quedado “duros”, que diría Calamaro. Es impresionante. Con la excepción de los impresos, ¿el tono es siempre tan apasionado y explícito o esto es una generalización?
Es estridente y divertido, efectivamente, pero quizá lo esté siendo más ahora que en cualquier otro momento del pasado. Cuando yo era joven, los medios argentinos no eran así. Pero es que Argentina está atravesando un momento muy raro. La gente tiene la sensación de que está pasando algo raro. El propio Milei es raro como persona: su lenguaje, su retórica…
Pero el hecho de que aparezca un señor con un mensaje liberal, diciendo que quiere recuperar la Argentina anterior a 1930, diciendo que está en contra de la derecha y de la izquierda, diciendo que quiere aplicar contundentes políticas liberales… ¡Y la gente lo ha votado! Es una sacudida lo suficientemente abrupta como para que estemos nerviosos.
Le pregunta Félix José Casillas cómo, después de tantos años, sigue despertándose tan temprano... "a pesar del Gobierno".
Félix es la primera persona a la que veo todas las mañanas cuando llego a la radio. Cuando aparezco a las seis, él ya está allí. Al Gobierno sobrevivo regular, pero al horario me he acostumbrado. Es cierto que requiere mucha disciplina, pero hoy es sólo una costumbre.
Imagino que, al tener usted la doble nacionalidad, hubo un tiempo en que necesitó de la atención de las embajadas y los consulados. ¿Qué repercusión tiene la retirada definitiva de la embajadora española en Argentina?
Confío en que ninguna. Los residentes en los respectivos países no son atendidos por el embajador, sino por los consulados. Y tanto en uno como en otro país funcionan bastante bien. No creo que esté habiendo problemas. Lo que me resulta muy decepcionante es que hayamos llegado a esto. Hay razones utilitarias tanto en Sánchez como en Milei porque a los dos les conviene el escándalo, pero… ¿llegar a este extremo?
Si hay dos países cercanos son Argentina y España. La diplomacia siempre ha funcionado bien. Ni siquiera Franco rompió relaciones con Cuba. ¡Después de que franquistas y comunistas se mataran en la Guerra Civil! Eran dictadores, pero no idiotas: sabían que con las cosas de comer era mejor no jugar.
Lo de la razón utilitaria de uno y otro parece clarísimo. Da la sensación de que Sánchez y Milei están disfrutando mucho del quilombo.
Los dos tienen razones para pensar que les conviene tapar sus respectivos problemas internos con un escándalo exterior. Que ellos se diviertan con ese juguete si quieren, pero que no joroben las cosas serias. Los inversores, los ahorradores, los turistas...
¿Sánchez buscaba que Milei le pagara con la misma moneda y retirara a su embajador en España?
Le cuento mi sospecha. Creo que a Sánchez le sorprendió la reacción de Milei a las palabras de Puente [el ministro de Transportes lo llamó drogadicto y el gobierno argentino publicó un comunicado hablando de la mujer de Sánchez]. Milei, en Vistalegre, contestó con un nivel bastante parecido [llamó corrupta a Begoña Gómez].
La supuesta disculpa de Puente es reveladora. No pidió perdón, simplemente dijo que, de haber sabido las consecuencias, no lo habría dicho. A Sánchez le sorprendió encontrarse con alguien que lo desafiara y le respondiera institucionalmente en esos términos. Milei es irritante para el Gobierno. Ocurre lo mismo con Ayuso. No les tienen miedo, les contestan y, además, les ganan las elecciones. No se lo perdonan.
Muchos españoles nos sentimos avergonzados cuando nuestro ministro llamó drogadicto al jefe del Estado argentino. Usted, como argentino, ¿se sintió avergonzado por las palabras de Milei sobre la mujer de Sánchez?
Claramente no estuvo bien. Lo que hizo Milei no hay que hacerlo. Debió de manejarse con mucha más sutileza. Estuvo mal y facilitó las cosas a los socialistas a la hora de responder. Sánchez se ha encontrado con alguien que juega a lo mismo que él. La izquierda está acostumbrada a que no se le responda en el mismo tono en el que ataca.
Son escalofriantes los datos de pobreza e indigencia en Argentina que usted recoge en sus escritos.
Creo que son mucho mayores de lo que la mayoría de españoles imagina. Cada vez son más los jóvenes argentinos que quieren emigrar.
En ese contexto, los argentinos fueron a votar para elegir entre el ministro de Economía que hundía al país y un tipo tan estrafalario como Milei. Este contexto es importante para explicar lo que sucede, ¿no? Es decir: no es que Argentina, de pronto, se haya llenado de libertarios.
Ese análisis es correcto. El mensaje de Milei tiene que ver exactamente con eso. ¿Cómo es posible que la mitad de Argentina esté sumida en la pobreza? ¿Cómo es posible que en uno de los países más fértiles del mundo haya tanta gente que no tiene para comer? ¿Qué está pasando?
Milei responde: han crecido los impuestos, ha crecido el Estado, ha crecido el gasto público, nos hemos pasado un siglo destruyendo la herencia liberal, haciendo políticas intervencionistas. Insisto: lo han hecho los gobiernos de derechas y de izquierdas, democráticos y antidemocráticos. ¿Qué tal si cambiamos? La gente ha cambiado el chip y ha dicho: “Tenemos que dar una oportunidad a este tío”.
Creo que muchos españoles pensamos eso en su día: qué desesperados tienen que estar los argentinos para elegir a alguien que habla con su perro muerto, que dice tener una misión de Dios y un largo listado de etcéteras similares.
Si le apodan “el loco”, por algo será. Milei no da la sensación de ser una persona muy ponderada. Pero le contaré algo: cuando lo conocí, me pareció todo lo contrario a lo que vemos en la tele. Me encontré a un hombre muy sereno y a un economista muy competente. Es curioso cómo simultanea esas dos vertientes.
Rosa Belmonte le lanza esta flecha: “Después de estudiar tanto a Milei como para escribir un libro, ¿concluye que es más tonto o más listo de lo que parece?”.
Más listo, pero en un político la inteligencia es mucho menos importante que sus principios.
Usted es catedrático de Historia del Pensamiento Económico. ¿Podría resumir por qué Argentina, siendo a finales del siglo XIX la primera potencia mundial, se ha convertido en un país con tan bajo nivel de vida?
Le diré una frase célebre, que es mía. Así que, si usted la dice más adelante en una tertulia, cítela para que yo me haga rico. “El mejor amigo del hombre no es el perro, sino el chivo expiatorio”. Un diagnóstico clásico es echar la culpa al peronismo: “Son los culpables de la ruina de Argentina”. Y creo que no es correcto.
La Argentina se jodió antes, Zavalita. La crisis de 1929 fue un momento de gran ruptura. En la década de los treinta, florecieron en todo el mundo ideas antiliberales; fascistas y comunistas. Eran ideas, en ese momento, de gran prestigio. Hitler fue nombrado hombre del año por la revista Time. ¿Qué pasó en Argentina?
Usted dirá.
La gente se asustó mucho porque Argentina era un país exportador de productos primarios y así se levantó su prosperidad. Pero en 1930 los precios se derrumbaron y quedaron hundidos durante bastante tiempo. Se generó un trauma. Poco a poco, los políticos en general, también la derecha, creyeron que se habían equivocado y que ese modelo de economía abierta y Estado pequeño no funcionaba. Decidieron intervenir la economía para intentar resolver la crisis.
El peronismo fue solo una consecuencia.
Exacto. El peronismo simplemente recogió esa semilla que fue sembrada por los conservadores, por la derecha.
En los próximos días, va a publicar su libro “El pensamiento de Milei”. Deja a un lado sus rarezas y se centra en su pensamiento político y económico. Ha escrito con el objetivo de responder si Milei es de veras un liberal. Vayamos por partes y resolvamos el acertijo al final. ¿Le parece?
Bueno, no es exactamente eso. No me gustan las etiquetas. El libro intenta comprender qué es Milei exactamente. Creo que Milei sí es liberal en el sentido más amplio y lato de la expresión: quiere que el poder del Estado sea limitado. Yo no quiero etiquetar a Milei, sino entender cómo es, mostrarlo y que el lector saque sus conclusiones.
Empieza usted el libro con el tema de los plagios. Milei, en sus libros, reproduce sin citar textos de Mises, Hayek o Rothbard. También de profesores actuales. Incluso copia informes de organismos internacionales. No se molesta ni en corregir las erratas de lo que plagia. Profesor, ¡cómo va a ser liberal alguien que no respeta la propiedad privada!
Milei es un tipo precipitado, descuidado. Si quisiera plagiar sibilinamente, no copiaría párrafos enteros, sin editar, además de los grandes pensadores. Creo que no presta atención. No atiende a sus lectores. Tiene un mensaje y lo quiere transmitir, lo demás le da igual. Es un autor descuidado.
Maquiavélico, entonces: el fin justifica cualquier medio para transmitir el mensaje.
No, porque una persona maquiavélica tendría más cuidado a la hora de copiar: pone comillas en una parte y no en otra, cambia los adjetivos… Milei copia sin prestar atención.
Milei proclama la “superioridad moral del liberalismo”. Es la antítesis de la tradicional “superioridad moral de la izquierda”. ¿Usted cree en la superioridad moral del liberalismo?
El liberalismo parte de la idea de respetar al prójimo. El liberalismo es básicamente eso: respetar al otro. Sólo con eso, el liberalismo tiene una baza con la que disputar la cuestión moral con sus adversarios. Pero la clave del asunto no es esa. La izquierda ha presumido toda la vida de ser moralmente superior. Los antiliberales en general se creen con esa primacía moral. Resulta chocante, sobre todo para ellos, que Milei, hoy, les meta el dedo en el ojo y se arrogue él la primacía moral.
Hay algunas contradicciones que usted apunta en el liberalismo social de Milei. En contra del liberalismo más común, se declara contra el aborto y la eutanasia.
Este es un asunto muy interesante. Con esa postura, podría parecer que Milei está echando piedras sobre su propio tejado. Salir hoy a decir que se está en contra del aborto y la eutanasia está mal visto incluso por parte del electorado de la derecha. A Milei no le importa pagar ese coste. Vuelve a desafiar los cánones establecidos. Al parecer, no ha acabado pagando el coste.
Esto ha llevado a algunos liberales argentinos a acusarlo de camuflar en “liberalismo” lo que es “populismo mezclado con demagogia nacionalcatólica”.
Como decía Ortega, una cosa son las personas de una escuela y otra un grupo de gramófonos. Así como todos los socialistas no son iguales, los liberales tampoco. Con el aborto y la religión, el liberalismo está muy dividido. Me parece bien que el liberalismo no sea algo petrificado.
En su otro libro, “La cultura de la libertad”, dice usted muy provocador que los diez mandamientos son liberales. ¿A qué se refiere?
No soy una persona particularmente religiosa, pero las ideas en las que creo están prácticamente recogidas en los diez mandamientos. El respeto al otro, no hay que golpear ni matar a la gente. No hay que violar el cuerpo de las personas. No hay que robar. Con la excepción de los tres primeros, que tienen que ver con la religión; todos son mandamientos sociales. Y todos ellos liberales: respetar los derechos del otro.
Milei regresa a España en junio para recibir el premio Juan de Mariana, que lleva el nombre de un jesuita. A usted también se lo dieron. Milei tiene más que ver con el primer Ignacio de Loyola que con el convertido a Dios. Ya sabe, cuando iba por las murallas de Pamplona zurrándose con todo el que podía.
Iré a la cena donde se entregará el premio. Asistiré, efectivamente, en calidad de antiguo premiado. Es interesante el nombre de “Juan de Mariana”. A veces se piensa que el liberalismo es un producto anglosajón. Los expertos en Filosofía Política suelen hablar de Locke, de la escuela escocesa… Ahí debemos reivindicar a España. ¡Viva España!
Por dos razones. Primero, por las instituciones. Las Cortes de León, del siglo XI, ya limitaban el poder del Estado sobre el ciudadano. Y luego fueron llegando los grandes pensadores de la escolástica española: Francisco de Vitoria, Juan de Mariana, Martín de Azpilcueta… No eran liberales en el sentido liberal de hoy, pero sí tenían un componente muy importante.
Esa raíz pervivió en España, pero sobre todo viajó a los Países Bajos, de donde saltó al Reino Unido y después a América. Los padres fundadores de los Estados Unidos querían leer a los escolásticos españoles. Jefferson pedía que le llevasen libros de Juan de Mariana.
Milei está en contra del aborto y la eutanasia, pero a favor del matrimonio homosexual. Dice: “El matrimonio es un contrato entre dos seres humanos”. Pero al mismo tiempo dice que no debe regularlo el Estado. Entonces, si la iglesia no lo admite, ¿quién casa a los homosexuales liberales argentinos?
¡Para que vea usted lo difícil que es etiquetar a Milei! [se parte de risa] El Estado, en realidad, no tiene por qué meterse en el matrimonio. Porque el matrimonio es el contrato que firman dos adultos de manera voluntaria. ¿Qué tiene que decir ahí el Estado? De hecho, la idea de que el Estado intervenga en los matrimonios es muy moderna, del siglo XIX. Antes no sucedía.
Ya había bodas antes de que estuvieran la Iglesia y el Estado. ¿Dónde hizo su primer milagro Jesucristo? ¡En una boda! Me gusta esa idea de Milei: que el Estado no se meta en el matrimonio. ¿Quién es el Estado para meterse ahí?
Como suele usted explicar a sus alumnos, “el liberalismo clásico no cuestiona la existencia del Estado, sino que apuesta por la necesidad de limitarlo”. Milei no creen en la relación Estado-ciudadano como “un contrato social”; directamente quiere abolirlo porque lo considera “violencia o explotación”. Eso encaja difícilmente con el liberalismo y quizá sea la frontera con lo “libertario”.
Por definirlo de manera rápida y grosera: el liberalismo puede dividirse en tres grandes disciplinas. El liberalismo clásico, como usted indicaba, cree en el Estado, pero con poder limitado. El símbolo de esta corriente es la Constitución.
Después está el minarquismo: creen que el Estado debe existir, pero en un grado mínimo, referido a la Defensa y a la Justicia. Por último, están los libertarios o anarcoliberales, que no creen en el Estado. Piensan que los seres humanos se podrían organizar sin necesidad de Estado. ¿Qué es Milei? Él dice que filosofícamente es un libertario. Pero añade que, en la práctica, es un minarquista. Quiere limitarlo al máximo. Probablemente, acabe convertido en un liberal clásico.
¿Haciendo válido ese tópico de que el poder modera a los extremos que lo alcanzan?
Cuando uno hace política, encuentra las restricciones que no encuentra en el pensamiento o la escritura. Aunque, bueno… ¡A nosotros nos podrían despedir! [bromea… o no]
Usted ha escrito que el Estado no es en sí mismo un ángel o un demonio, que depende de cómo funcione ese Estado. Milei, según su libro, no cree en las terceras vías. Dice que el Estado “es una organización criminal sea democrático, dictatorial o monárquico”. Y añade que cualquier punto intermedio es “socialismo”. ¿Usted, profesor, es un socialista para el presidente Milei?
Es posible, sí, es posible, pero… ¿qué más da?
En cuanto a la economía, plantea que la política fiscal, sea como sea, “es violencia y crimen, saqueo y robo organizado”. ¿Qué le diría usted a Milei sobre los impuestos?
Filosóficamente, como le explicaba, Milei no quiere que exista el Estado y, por tanto, tampoco los impuestos. Pero está gobernando. De hecho, no ha bajado los impuestos y alguno los ha subido.
¿Cómo se explica esa contradicción?
Supongo que él le respondería: “Voy a intentar resolver un problema de un siglo, no me pida que aplique el programa máximo en veinticuatro horas”. El tiempo va a ser crucial. Las reformas necesitan durar. Con las reformas liberalizadoras ocurre como con el alcohol. Decía Friedman: al consumir alcohol, los efectos buenos vienen primero; los malos, después. Al dejar el alcohol, lo malo viene primero… y lo bueno después.
Hoy Argentina está sufriendo esos efectos malos: caída de la actividad económica, subida de la inflación… El tiempo es importante porque ningún gobernante puede gobernar en contra de su pueblo. Los argentinos van a demandar en algún momento los resultados. Algo tiene que pasar pronto. Una señal, lo que sea. Que baje la inflación o que haya alguna señal de actividad económica. Que crezca la economía, que baje el desempleo… Si no, la gente perderá la paciencia.
Y otro dato: “Los números muestran que el 57% del ajuste recae sobre los hombros del sector privado frente a un 43% que recae sobre el Gobierno”.
Los efectos malos vienen primero. Milei prometió que ningún ciudadano que no fuera político iba a sufrir los ajustes. Fue una tontería prometerlo porque era imposible.
Vamos con otras medidas que propone: “Quemar el Banco Central”, “dolarizar la economía” y “acabar con la Seguridad Social”. ¿Piensa que en su cabeza está realmente hacer algo de todo esto?
Lo ha prometido, pero de ahí a que lo pueda llevar a cabo… Solamente el tiempo lo dirá. Algunas de esas medidas son contradictorias. Un tipo que no cree en el Estado no puede dolarizar la economía porque eso supondría entregar la moneda a otro Estado.
La sensación que me da es que esos que usted ha mencionado son objetivos a largo plazo. Primero tiene que organizar mínimamente la economía. No puedes suprimir la seguridad social sin resolver antes qué pasa con los pensionistas.
Llegados a este punto, y como hace usted en el libro, debemos preguntarnos: ¿puede existir un populismo liberal? Usted refleja en su análisis algunos parecidos de los discursos de Milei con los de Trump y con los de Pablo Iglesias. Milei, muy antipolítico hasta ahora, hablaba de la “casta”.
El populismo se parece en todas sus formas. Milei utiliza un lenguaje parecido a nuestros populistas: la casta, las élites… Mensajes muy sencillos, dividir a la sociedad en bloques, la polarización… Milei reúne todas esas características.
¿Cuál es el problema del populismo? Que hace muchas promesas. La gente le puede aplicar al populismo una alta tasa de descuento. “Cumple pronto porque te conozco y sé que me puedes estar engañando”.
Leo esto de “acabar con el Estado” y de “quemar el Banco Central” y sólo veo un sueño revolucionario. Una revolución que, por primera vez en el siglo XXI, llega al poder de manera completamente democrática. El gran enigma es: ¿Milei ha empleado este estilo para alcanzar el gobierno o realmente quiere llevar a cabo esa revolución?
Es el gran enigma del personaje, pero los mensajes de Milei deben entenderse en el contexto argentino. Cuando habla del Banco Central, hay que recordar que, en Argentina, el Banco Central ha provocado una catástrofe inflacionaria que dura cien años y que ha arruinado al pueblo argentino una y otra vez. No lo miramos con el respeto con que los europeos miran al BCE o los americanos a la Reserva Federal.
Cuando habla de dolarizar, no olvide usted que los argentinos hace ya tiempo que se dolarizaron. Usan el dólar porque temen que el Estado les expropie. Lo mismo con la Seguridad Social, que lleva un siglo dejando en la miseria a los pensionistas argentinos. Todo esto es importante para entender cómo un mensaje tan rupturista puede tener un atractivo para los votantes que seguro no tendría en España.
Eso pasa siempre con los sueños revolucionarios, ¿no? Parecen una locura vistos desde lejos, pero en los países donde prenden hay un contexto que los hace posibles. Lenin y los zares.
Siempre sucede.
Teniendo en cuenta que Milei es un revolucionario y que las revoluciones acaban como acaban, ¿por qué no se presenta usted a presidente de la Argentina?
No me voy a presentar, pero le diré más: tampoco voy a ser el embajador de España en Argentina ni el embajador de Argentina en España. Todo esto me pilla un poco mayor. Pero, en el fondo del corazón, sobre Milei, debo decirle que me gusta. Me produce una sensación grata que las ideas liberales que tengo y que vienen siendo minoritarias hayan entrado en juego en la política y reciban el respaldo popular. Lo saludo, aunque no sepamos qué va a pasar.
Profesor, por Dios, aunque vayan a compartir el “Juan de Mariana”, usted es un verdadero jesuita y él un revolucionario.
Eso es verdad, pero, hombre, yo soy muy mayor y no estoy en política.
Termino con una pregunta que le traslada Rubén Amón: ¿podría darse alguna razón que le hiciera volver a vivir a Argentina?
Pues… [guarda silencio] creo que no. Tengo hijos españoles, nietos españoles y cincuenta años de vida aquí. Muy mal tendrían que darse las cosas en España para que me fuera.
¿Ni siquiera María Jesús Montero podría provocar su exilio?
[El profesor suelta un grito que nos resulta imposible transcribir]