Yolanda Díaz aparca la "guerra cultural" de Podemos y se volcará en "las cosas del comer"
La orden es hablar de las políticas impulsadas desde Trabajo, como las subidas de SMI o la reforma laboral, y evitar polémicas "que han hecho perder muchos votos a la izquierda".
2 julio, 2023 03:42Yolanda Díaz ha dado la orden de abandonar la guerra cultural emprendida por Podemos y centrarse en las llamadas "cosas del comer", que van desde el coste de la vida hasta la crisis climática o el uso y organización del tiempo de trabajo y ocio en nuestro país.
En un contexto en el que más de 15 partidos conviven en equilibrio inestable, encontrar un discurso con el que no haya peleas es tan difícil como hacer las listas para juntar a las distintas familias en una sola candidatura.
"No se trata de renunciar a la guerra cultural, pero ahora no toca", señala una fuente de Sumar. "Hay que elegir bien a dónde disparar, y actitudes que alejan a la gente. Hay tonos que han hecho perder muchos votos a la izquierda", añade.
El veto a Irene Montero en las últimas semanas, por ejemplo, va en esta dirección: evitar la polarización, el conflicto de valores y la crisis de identidad de una maraña de partidos que, de la noche a la mañana, se vieron inmersos en una guerra civil. Todo tema o persona que no ayude a arreglar este tema, dicen las mismas personas, es prescindible.
Al aceptar el veto a Montero, Podemos dejó la responsabilidad electoral en manos de Yolanda Díaz, pero eso también conlleva adoptar el discurso de Sumar.
Aunque la campaña se vaya a organizar al alimón, con distintos responsables que van variando según la comunidad autónoma, el mandato desde la cúpula de Sumar es claro. Por mucho que el discurso vaya por otro lado, a nadie se le escapa que la única "argamasa" —así la llama un dirigente regional— que une a la coalición es el miedo a la desaparición, por un lado, y Yolanda Díaz, por otro. "A disgusto de quien haga falta", recalca la misma persona.
Desde el entorno de la vicepresidenta llevan semanas apostando por añadir el tiempo a los clásicos ejes de política laboral, coste de la vida, ecologismo y feminismo en los que se va a centrar la campaña. Nadie reprocha el eje, pero tampoco olvidan el surtido de vetos, ceses y dimisiones obligadas de las últimas semanas.
Si callan es por responsabilidad, pero en apenas dos semanas ya se han dado casos de confusión. El viernes pasado, sin ir más lejos, los comunes (la marca catalana) reafirmaron su compromiso con el referéndum de independencia de Cataluña antes de que Sumar tuviese una opinión clara al respecto.
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Al final, la vicepresidenta lo capeó como pudo, escondiendo la consulta, pero el golpe sigue escociendo. Varios días después, el martes, Irene Montero también clavó una estaca sobre las distintas posturas de la coalición, esta vez en relación a la (falta de) guerra cultural que se plantea en campaña.
Sabedora de que no repetirá como ministra de Igualdad y que su discurso es precisamente el que ha movilizado la rendición cultural de Sumar, la número dos de los morados aprovechó la entrega de los premios Arcoíris para dejar un recado por esas batallas perdidas: "Pensad en estos años. Hay momentos en los que hablar tiene un enorme coste, pero sólo gracias a que hablamos hemos podido avanzar. El silencio habría sido aún peor, no habríamos frenado el odio y tampoco habríamos avanzado en derechos".
En contra tiene a toda la plana mayor de la coalición, que defiende lo contrario: la política de lo material, de lo visible. Que es lo que da votos y lo que "construye país".
Nacer a trompicones
Aunque el periodo de aportación de militantes terminó el 5 de junio, el programa electoral todavía no está perfilado. Tiene la dificultad de que hay que congregar varios "proyectos de país" más o menos distintos dentro de la red común de Sumar.
Con todas las energías centradas en el pacto de coalición y la conformación de listas, la candidatura de Sumar echó a correr "mientras se ataba los cordones", asegura una fuente parafraseando a Íñigo Errejón, que decía algo parecido sobre el nacimiento de Podemos. La metáfora, además, vale en las dos direcciones: como que todo ha sido demasiado precipitado, tortuoso y a trompicones; o como que Díaz ha sabido manejarlo todo en tiempo récord y en las circunstancias más adversas.
Lo cierto es que el adelanto electoral no estaba en los planes de la vicepresidenta, que esperaba contar con más tiempo —casi medio año— para deliberar y cerrar los flecos de la campaña y el tono del partido. Su responsable de programa, María Eugenia Rodríguez Palop, es más una directora de orquesta que un primer violín, y su cometido tiene que ver más con coordinar los reinos de taifas que con moldear una propuesta concreta.
Lo que sí tiene claro Palop, y por ende Díaz, es que ninguna de las nuevas caras de Sumar debe dar rienda suelta a las guerras culturales de la izquierda, por lo menos no ahora y no de forma explícita. Por contra, la orden es vender las políticas ya impulsadas desde el Ministerio de Trabajo, como las subidas de SMI o la reforma laboral, y el proyecto de país que la vicepresidenta lleva un año desarrollando. Con estos ingredientes, que cada pieza del puzle de la izquierda lo adapte al programa común.
Al final la receta siempre es una, pero cada cual la cocina como quiere.