Abel Caballero: "Seguiré 25 años más, superaré a Churchill, reto a Almeida a un duelo de break dance"
"La Navidad de Vigo ya ha superado a la de Nueva York" / "Subo a los escenarios en todos los conciertos de Vigo para decirle a la gente que la quiero... y me aplauden" / "Nada hay en el mundo más importante que Vigo. Soy nacionalista de Vigo".
29 abril, 2023 02:58Acabamos de llegar a Abelgrado. Aparcamos donde nadie más puede hacerlo porque hemos venido a ver al alcalde. Es una sensación difícil de describir, pero al acabar el día podremos confirmar que este es uno de esos pocos lugares donde el poder del gobernante se siente de una manera cruda, omnímoda.
El privilegio del aparcamiento es tan sólo la punta del iceberg. Podemos aportar otras pruebas: el alcalde tiene un programa de televisión, se sube al escenario para presentar los conciertos, estrena casi todas las exposiciones, inaugura el Primark. Es el modelo de los regímenes predemocráticos refrendado por una democracia radical: Abel Caballero fue apoyado por casi siete de cada diez ciudadanos en las últimas elecciones.
El Ayuntamiento de Vigo es un búnker cuadradote y gris perfectamente soviético. Es uno de esos edificios que, seguro, el alcalde reformará en cuanto pueda. Porque Abel Caballero –esto son palabras suyas– cree a Vigo merecedora de las mismas infraestructuras que Nueva York.
No son sólo las luces de Navidad. Las calles en cuesta que vemos desde este alto están conectadas por escaleras mecánicas. La Puerta del Sol, ahora centro neurálgico de la ciudad, es una plaza que antes no existía. ¡Las plazas! En otros sitios, obra de reyes viejos. En Vigo, obra del viejo alcalde.
Vigo vive cierto estado de psicosis colectiva. O esa es la sensación que deja en nosotros, los paseantes ocasionales. Los habitantes de esta ciudad industrial, tradicionalmente de escaso turismo, exhiben un orgullo inusitado. Los vigueses de hoy son como los de bilbaínos de toda la vida. “Nacionalismo de Vigo”, dirá en un rato su alcalde de manera desacomplejada.
Vamos atravesando el patio cubierto y las escaleras del Ayuntamiento. Vigo tiene apenas 300.000 habitantes, pero su casa municipal se asemeja –por su ritmo y dimensión– a un ministerio. Papeles, muchos papeles. Ventanillas. Trámites. Murmullo de esas gestiones que tardan mucho, las del "vuelva usted mañana". Parece la España de los ochenta, aquella en la que el ahora alcalde fue ministro.
Aparece, por fin, Abel Caballero (Pontevedra, 1946). “¡Bienvenidos a Vigo!”. Lo celebra de una manera tan entusiasta que, casi de forma espontánea, nos entran ganas de romper a aplaudir. Recuerda al cura de Amanece que no es poco, el que se lleva una ovación cada vez que arranca la eucaristía. “Aquí nos tratamos de tú, eh”, nos da un golpe en la espalda. En eso también parece de Bilbao.
Pasamos a un despacho de madera. Todo madera. El suelo, las paredes. Salvo un ventanal rectangular desde el que vemos la ría y los pueblos de enfrente. A lo lejos, las Islas Cíes.
–Lo de Abelgrado, alcalde, lo leímos en El País. Decían que lo utilizaba la derecha. ¡No se lo habrá inventado usted!
–No lo había oído nunca [se parte de risa]. Pero esa expresión refleja una cosa muy importante: el 90% de la gente de esta ciudad aprueba lo que estamos haciendo en el Ayuntamiento y…
–Un momento, un momento: ¿el 90%? ¿Eso de dónde lo sacas?
–Encuestas.
–¿Qué encuestas?
–Encuestas bien hechas, luego te las enseño.
–Pero…
–Te decía que eso de “Abelgrado” señala un clima muy importante. En las últimas elecciones, me votó el 68%. En Vigo existe una unidad excepcional.
¿Rey hasta los 101?
La primera persona del singular resulta habitual en las respuestas de Abel Caballero. “He hecho” tal potabilizadora, “he reformado” tal estadio, “he construido” tal biblioteca, “he invertido” tantos millones. Caballero va vestido como los maniquís de “Caballero” en el Corte Inglés. Un traje gris, una corbata a rayas de nudo estrecho y unos zapatos oscuros.
El aspecto es lo único anodino en este político que ha encontrado su era dorada en edad de jubilado. Se siente tan seguro de sí mismo que no pronuncia una sola frase de argumentario. Improvisa, ataca, defiende. Se toma la entrevista como un combate de boxeo donde el gancho es el sentido del humor.
–Señor Caballero, tenemos un problema. Preparando la entrevista, hemos visto cosas que… No sabemos si son de verdad o de broma. Por ejemplo: has dicho que vas a gobernar Vigo hasta los 101 años y tienes… 76.
–No, no dije eso. Dije que voy a ser alcalde 25 años más. Lo de los 101 años lo habéis dicho los periodistas.
–Dentro de 25 años, tendrás 101.
–Sí, pero lo de los 101 años no lo dije. Yo dije que gobernaré 25 años más.
–¿Adónde quieres llegar? Esto es un lío.
–Estoy reivindicando la edad. Se puede cumplir bastantes años y tener como bloque más activo de voto a los de entre 18 y 30 años. Eso es lo que simbolizo con esa ironía de “voy a gobernar 25 años más”. Este proyecto necesita tiempo. ¿Sabéis lo que me dice la gente por la calle?
–Qué.
–Los jóvenes me preguntan cosas, me piden cosas. Pero los mayores, que sí son conscientes del paso del tiempo, me dicen: “Cuídese mucho, usted es imprescindible”. Y yo les digo: “Cuídense ustedes también, que vamos a hacerlo juntos”. La edad ya no es un factor limitativo.
–No lo es siempre y cuando se tenga buena salud. No tiene que ver con la edad, sino con la capacidad.
–¡Exacto! Y yo tengo mucha suerte porque nunca he estado enfermo.
–No somos muy buenos con los números, pero…
–Tranquilos, yo os hago el cálculo, que me doctoré en Cambridge.
–Lo de los 25 años más no fue una casualidad. Si gobiernas ese tiempo, habrás estado en el cargo 41 años. Porque llevas 16. ¡Superarías a Franco!
–Superaría a Churchill, que estuvo más de cuarenta años en puestos de responsabilidad. Y a Adenauer.
–Pero no estuvieron, ni de lejos, tanto tiempo en el mismo puesto, gobernando el mismo sitio.
–Gobernando Inglaterra y Alemania, sí. Pero mi modelo es propio.
–Superarías al otro gallego.
–No, no. A Adenauer y a Churchill. De Franco sólo recuerdo que me tuvo en el exilio. Uno debe entender las metáforas. Leerlas al pie de la letra nos lleva a la banalidad. Aquí la gente ha recibido el mensaje: tengo vocación de seguir mejorando la ciudad.
Escribió Umbral: “A Franco, los españoles lo matamos de muerte natural”. A los vigueses no parece quedarles otro remedio con Abel Caballero. A golpe de Google, consultamos las encuestas municipales publicadas desde el pasado febrero. Todas las que aparecen en ese primer vistazo le auguran una nueva mayoría absoluta.
Se parte de risa el alcalde cuando le mencionamos la “limitación de mandatos” esgrimida por otros políticos. Es la risa del poder. Plácida para el que ríe, inquietante para el de enfrente. “¡Sólo reclaman esa limitación los perdedores!”. Una carcajada. Caballero reconoce que no tiene “intención de retirarse” y que seguirá “hasta que el cuerpo aguante”.
–La biología dirá.
–Exacto. Os voy a citar otro ejemplo: Fraga se presentó por última vez a las autonómicas con 82 años.
–Fraga te dio un buen repaso en las autonómicas, ¿eh?
–Sí, me dio un buen repaso y aprendí mucho. Luego superé holgadamente los resultados de cualquier otro gobernante.
La sombra de Fraga
Una breve muestra del camino hasta que llegó a convertirse en alcalde de Vigo y presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP): Felipe González lo nombró ministro de Transportes, Turismo y Comunicaciones (1985-1988), luego se quedó como diputado en el Congreso. En el 97 abandonó el escaño para ser el candidato socialista a la presidencia de Galicia.
Se topó con Manuel Fraga, que le pegó el mencionado repaso. De hecho, Caballero obtuvo los peores resultados de la historia del PSOE en la región. Dejó la política y regresó a la docencia. En 2005, lo nombraron presidente de la Autoridad Portuaria de Vigo. Desde ahí, planeó su toma de la alcaldía. Lo logró en 2007 con el apoyo de los nacionalistas. Lo mismo ocurrió en 2011. En 2015, obtuvo su primera mayoría absoluta y en 2019 la segunda y actual.
–¿Dónde estábamos?
–En lo de Fraga. Pero te diré una cosa: si hoy me presento a la presidencia de la Xunta, ¡gano! Soy el político mejor valorado de Galicia.
–¿Tienes encuestas para demostrárnoslo?
–No las tengo, pero conozco encuestas que lo dicen.
–¿Y por qué no te presentas?
–Porque lo mío es Vigo. La política no debería ser estar en un sitio para saltar a otro. Mi convicción se llama Vigo. Porque Vigo es lo mejor en el mundo. No hay nada por encima de Vigo.
–No compartes eso que dicen los politólogos de que una larga permanencia en el poder genera cortijos y corrupción.
–Habéis venido a la ciudad. Buscad.
'Aló, Caballero'
Pongamos que usted, igual que nosotros, no es de Vigo. Pongamos que usted enciende un día la tele y se encuentra con el alcalde de su pueblo. No le están haciendo una entrevista como podría ser esta. Es su propio programa. Pongamos que usted es de una ciudad cualquiera. Probablemente cambiaría de canal. Pero estamos en Vigo.
“Vigo de cerca” es emitido por el canal local (grupo Prisa) todos los jueves a las 22 h. Los teléfonos se abren y la gente llama para preguntar, pero sobre todo… para pedir. En el último episodio, las primeras palabras del alcalde fueron: “Algunos hablan, pero quienes hacemos somos otros [señalándose a sí mismo]. Hablar es fácil, pero nosotros hacemos”. Y luego le concedió un banco a un señor y la poda de árboles a una señora.
–Pensábamos que era broma, pero es cierto. Tienes un programa de televisión.
–Televigo es la antigua Localia. Aquí la mantiene Radio Vigo, que es la Ser. Tiene una audiencia colosal.
–Admitirás que resulta un tanto raro que un gobernante tenga un programa de televisión.
–Es un consultorio. La gente me llama y me cuenta. No está amañado. Abrimos los micrófonos a todo el mundo.
–En ese formato no vemos a Churchill ni a Adenauer. Pensamos en otros modelos. Quizá no exista ningún lugar verdaderamente democrático donde esto ocurra.
–Hay que atreverse a hacerlo, ¿eh? Es que no existe ningún resultado electoral como el mío en Europa. Nadie tiene casi el 70% del voto en una ciudad de 300.000 habitantes. 20 concejales de 27. Este modelo de hacer política es distinto. Vivo en la calle.
–¿Te pagan por hacer el programa?
–No, no. Es como si fuera con Pablo Motos. Ni un duro.
Los conciertos de Abel
Ese “hay que atreverse” es muy característico de Abel Caballero, que se toma la política como un ejercicio de osadía. A lomos de su resultado estratosférico, se lanza a por todo. Por ejemplo: se sube al escenario en los grandes conciertos que acoge la ciudad.
Aprovecha que el Ayuntamiento es el organizador principal, pero él va a asegurar que lo hace con el consentimiento e incluso con la petición de los artistas. Un ejemplo: cuando vino Sting, prologó el show diciendo que ese sería el mejor concierto de su carrera y que la gente hablaría de Vigo en el mundo entero. Siempre termina diciendo: “¡Viva Vigo! ¡Os quiero!”.
–¿Qué hace un alcalde ahí arriba?
–Subid, subid delante de 100.000 personas a ver qué pasa. Cuando me subo, podrían pitar, pero aplauden. Me pongo delante de tres campos de fútbol llenos.
–¿Pides permiso a los artistas?
–Sí, les aviso. Maná paró de cantar y dijo: “No habíamos visto esto en nuestra vida. Si en otro sitio se sube un político, le pitan. Aquí aplaudís al alcalde”. Está grabado en vídeo. Es un modelo de hacer política distinto.
–Muy personalista.
–Que cada uno lo vea como quiera. La gente quiere que yo suba al escenario en los conciertos. Yo voy caminando, como todos los demás, hacia el auditorio. Me van diciendo: “No llegues tarde, que tienes que hablar”.
–¿Te subes a todos los conciertos?
–A todos. Es que muchos me lo piden.
–Igual lo hacen por compromiso.
–No, de verdad que no.
–¿Y qué le dices a la gente antes del concierto?
–“Os quiero”.
–Vivimos una sociedad en la que todo se está politizando demasiado.
–Lo comparto.
–Entonces…
–Mirad, yo voy a todos los partidos del Celta. Doy vueltas alrededor del campo y hablo con la gente.
–¿Eso no es politizar?
–¿Por qué?
–Un alcalde presentando un concierto de Maná es politizar.
–¿Por qué?
–Porque eres un político.
–Me subo y la gente aplaude. Podrían chillar y pitar, pero aplauden. Tenemos que acostumbrarnos a que quien sea capaz de hacerlo haga política desde el contacto con la gente. Esto es una nueva dimensión de la política. Hay sintonía y empatía. Hemos hecho entre todos un nuevo modelo. Este verano se van a Inglaterra 1.000 niños becados por el Ayuntamiento. Creo que somos la única ciudad que lo hace.
–¿Para qué se van? Les podrías enseñar tú ingles. Estudiaste en Cambridge.
–Bueno, pero yo no puedo dar comida a la vez. La idea es que vivan con una familia inglesa. Hoy mismo voy a aprobar 22.000 becas para pagar los libros a 22.000 niños. Pago los libros de texto a todos los niños de Vigo. La inflación, un tiempo difícil… Tenía cinco millones de euros y los dedico a eso.
–¿Te imaginas la que se montaría si Ayuso comienza a subirse a los escenarios de los conciertos?
–Pues que a lo mejor le pitan. Pero… ¡que lo haga! A ver qué pasa.
El Celta de Vigo
El Celta, el equipo de la ciudad, es un poder fáctico. Si es que puede haber un poder fáctico en Vigo que no sea Abel Caballero. El presidente del club y el alcalde no se hablan. Eso pone en las crónicas de los diarios deportivos.
El asunto tiene su interés. Porque el Celta, igual que la Real Sociedad en San Sebastián u Osasuna en Pamplona, es uno de los pilares sociales del municipio. En Balaídos caben casi 20.000 personas. La reforma del estadio es uno de los motivos de enfrentamiento entre club y Consistorio. El club, ante la falta de acuerdo con Caballero, ha ido trasladando sus instalaciones a la localidad aledaña de Mos.
–Gobiernas la ciudad sin hablarte con el presidente del Celta. ¿Es posible gobernar así?
–Es un tema que para mí no tiene ningún interés.
–Alcalde, el Celta es una parte muy importante de esta ciudad. Es un tema que entraña mucho interés.
–Yo no voy a apoyar nunca que el Celta se vaya de esta ciudad. Me tendrán enfrente. El presidente quiere llevarse al Celta de la ciudad y lo apoya el presidente de la Xunta de Galicia. Se lo quiere llevar a Mos. También lo apoya la candidata del PP en Vigo. A mí la relación personal me da igual. Lo que me importa es que el Celta siga en Vigo.
–¿Tienes margen de maniobra para conseguirlo?
–Estoy cambiando un estadio entero. Es la única ciudad donde se está haciendo un campo entero, está quedando maravilloso. Lo está pagando la Diputación de Pontevedra, cuya presidenta es mi teniente de alcalde. También el Ayuntamiento. La Xunta no paga nada y el club tampoco. Hablo de la reforma de Balaídos, que estaba muy deteriorado.
El 'break dance'
En ese camino donde se funden realidad y “metáfora”, nos encontramos a Abel Caballero tirado en el suelo de una plaza de Vigo… bailando break dance. Fue en la inauguración de un evento. Todo lo inaugura este alcalde. Da igual un Primark que una pista de patinaje. En una de estas, por cierto, se subió encima de una bici de trial.
Caballero ha hecho de esos momentos el culmen de su conexión con la gente. Es la consagración de un populismo de primerísimo nivel. Pablo Iglesias no le llega a la suela de los zapatos. Una vez, los niños del colegio público Lope de Vega recibieron al alcalde con un himno que decía: “¡Votad a Abel, que nuestro alcalde es un puto crack!”. No se sorprendió nadie. Mejor dicho: se sorprendió toda España menos los habitantes de Vigo.
–Retaste a Almeida a una batalla de baile. ¿Eso sigue en pie?
–Sigue en pie. Si Almeida gobierna tras las elecciones, claro. Hay que tener sentido del humor y estar cerca de la gente. A los que bailan break dance les gusta que el alcalde se implique, se interese. Y lo hago de verdad. Hombre, ellos bailan muy bien y yo voy tirando…
–No estuviste mal.
–Es verdad, no estuvo mal.
–Nos lo esperábamos peor.
–Algunos pensaban: “A ver si es capaz de levantarse”. Lo hice de un salto.
–Parece un poco cobarde, el fuerte de Almeida no es el break dance. Él es más de Georgie Dann. ¿Por qué no le propones a Ayuso una competición de algo?
–Dejadme que os diga una cosa: no he entrenado. Si se produce el reto, será la segunda vez que baile break dance. Pero eso que decís de Ayuso… No, porque esto forma parte de una relación de broma y amistad entre ciudades. Yo reto al alcalde de Madrid.
–Detrás de la broma de Almeida, hay algo perfectamente palpable: tu deseo de dibujar un enfrentamiento con Madrid. También lo has hecho con las luces de Navidad. Antes, tu enfrentamiento era con Feijóo, cuando él estaba en la Xunta. ¿Te dan votos esas guerras? Es el estilo de Ayuso con Sánchez.
–No, no… Oye, fue Almeida el que me retó con las luces, ¿eh? Yo quiero muchísimo a Madrid, es una ciudad maravillosa.
Las luces de Caballero
Alcanzamos un momento central de la entrevista: las luces de Navidad. Abel Caballero cree de veras –no es metáfora– que Vigo compite con Nueva York. Madrid se le queda pequeño. Concibe –y eso es cierto– que ha instaurado una suerte de concurso luminoso entre ciudades.
Cuando llega diciembre, los ayuntamientos se preocupan por explicar sus alumbrados. Intentan ser imaginativos, invertir más dinero que antes, prolongar las fechas de encendido. En la estela del “pobre de mí” sanferminero, Caballero reúne a buena parte de los vigueses en su Puerta del Sol y les da la despedida hasta el año siguiente.
–¿Cuál es la pregunta más difícil que te podemos hacer sobre las luces? Por ejemplo, si te decimos: “¿Seguirás aumentando en un millón, hasta doce, las luces de Navidad de este año pese a la difícil situación económica y al auge del precio de la luz?”. Nos vas a meter una respuesta repleta de datos técnicos que nos va a dejar temblando.
–El coste de la luz de la Navidad de Vigo es menor que el de iluminar el campo de Balaídos un mes. Poned que nos cuesta la Navidad algo más de un millón de euros. ¡El año pasado produjo un retorno de mil millones! Vinieron, contados, 5.200.000 personas.
–Hemos leído por ahí que lo calculas con una empresa que cuenta el número de teléfonos en la ciudad.
–Sí. En dos horas, entraron en Vigo 170.000 coches. Es la crónica de un éxito. Todos quieren ser Vigo en Navidad. Todas las ciudades se preocupan por las luces.
–¿Hasta dónde va a llegar el reto? Hablas de Nueva York.
–No, hombre, a Nueva York ya le ganamos. De hecho, invité a su alcalde a venir a Vigo y no lo hizo. Perdió las elecciones por eso.
–Jajaja –no se puede escribir de otra manera la repregunta.
–¡De verdad! Esa fue la razón de su derrota. Todo el mundo lo sabe.
–¿Qué es lo siguiente?
–Seguir siendo los mejores del mundo en la Navidad. Mira, una chica de mediana edad vino de Jordania. Cuando vieron en el pasaporte que había estado aquí, le dijeron: “Vigo, the city of the lights”. Un ingeniero de Bali vuelve a allí y le dicen lo mismo. Nueva York, Suiza, Francia, Inglaterra… Todos saben que esta es la ciudad de la luz.
–Le vais a quitar el nombre a París.
–Zapatero habló de cómo la política puede transformar una ciudad. Si nos hubiéramos visto hace quince años, me habrías preguntado en qué provincia está Vigo. La he puesto en el mapa. La BBC conectó en directo con el encendido de las luces. Cuando eso ocurre, están aquí todas las televisiones. El turismo en Vigo ahora es todo el año. Antes no teníamos turismo. Estamos haciendo el ascensor urbano más importante del mundo.
–Alcalde…
–Oye, os llevo a verlo, ¿eh? Sesenta metros de alto. En el medio cabe un campo de fútbol.
–Esto no es nacionalismo gallego, es nacionalismo de Vigo.
–Por supuesto. Yo soy nacionalista de Vigo, sin ninguna duda. Soy el alcalde, defiendo la ciudad y estoy construyendo un nuevo Vigo: marca internacional, deporte, calidad de vida, medioambiente.
–Vas a acabar independizando a Vigo de España.
–No, no. Al revés, soy muy de España. Entre mis banderas, siempre está la nacional. Pero quería que esta ciudad tuviera su orgullo. Porque no lo tenía. Hoy estamos orgullosos de ser de Vigo.
–¿Crees en Dios o lo de la Navidad es pura política?
–Me encanta la Navidad, da igual mi opinión personal porque eso es cosa mía [hay un cuadro con una virgen y un niño Jesús en la pared tras él].
–Tiene su interés saber cómo vive por dentro la Navidad el que más se preocupa por ella “en el mundo”.
–Me encanta la Navidad. Siempre fui muy feliz. Lo vivía en casa con entusiasmo. De repente, me encontré con que no había Navidad aquí. Es una fiesta, pero también una cultura con más de 2.000 años de tradición.
–Es una cultura cristiana, por eso te lo preguntamos.
–Seas creyente o no, la Navidad forma parte de tu cultura. Era un fenómeno en decadencia y lo pusimos en alza. Todos los municipios ponen luces. El obispo de aquí es amigo mío y hablamos mucho. Coincidimos en que lo de Vigo ha sido una forma de hacer feliz a la gente con la Navidad del siglo XXI. Un día iba por la calle y me paró una chica joven: “No tenemos Nacimientos”. Hice tres. Los pusimos en sitios importantes.
–Hay muchos ayuntamientos gobernados por la izquierda que hacen lo contrario: borrar la Navidad y los nacimientos.
–Ahora ya no. 120.000 personas fueron a ver en Vigo el nacimiento. Para unos es cultura, para otros religión, para otros entretenimiento. La Navidad en Vigo no es una cuestión secundaria, sino profunda. Cuando yo era pequeño, hace sesenta años, la Navidad tenía una interpretación muy religiosa. En mi casa sí había un nacimiento. Yo quiero que eso se recupere, pero con las maneras del siglo XXI.
¿Quién es Abel?
Toca el turno del Abel que sólo era eso, Abel. Un chaval de Ponteareas que se licenció en Económicas y quedó cautivado por la vida marinera. Quiso ser marino mercante. De hecho, fue marino mercante.
Después, cansado de tanto viaje, se estableció en Cambridge, donde se doctoró. Encontró consuelo en la política. Eran los días en que el franquismo languidecía. Como tantos de los hoy llamados socialdemócratas clásicos, militó en el PCE.
–Lo de marino mercante tiene su aquel. Cuenta algo que no sepan de ti los vigueses.
–Soy muy promedio en todo, pero elegí una carrera muy dura. En cuanto empecé a navegar, me di cuenta de que no era lo mío. Cambié, me hice economista y me doctoré en Cambridge. No hay más.
–Militaste en el PCE. ¿Te queda algo de eso?
–Me queda el conocimiento de lo que es el PCE y, por tanto, nunca repetiré en algo parecido. Volví de Inglaterra recién muerto Franco. Al llegar, lo que había en términos de organización política era fundamentalmente el Partido Comunista. Algunos de mis compañeros de universidad estaban dentro. Entré como una manera de canalizar ese deseo de democracia.
–¿Encontraste en ese extremo izquierdo cosas propias del extremo derecho?
–En aquel momento, el extremo derecho era el que me había echado de España. Estos, por lo menos, no me echaban. El PCE de Carrillo contribuyó a la Constitución y a la Democracia. Pero no es lo mío. Yo estoy muy bien en la socialdemocracia. Vox añora la dictadura. Podemos, no. Es un partido democrático.
–Podemos y el PCE no pueden presumir de añoranzas históricas. No hace falta que te mencionemos cuáles.
–Sí, pero a mí el que me echó fue Franco. No comparto prácticamente nada con Podemos, pero es un partido que no cuestiona la democracia. A otros les encantaría retomar la dictadura.
–Juan Carlos I: ¿temes que muera en el exilio? ¿Debería venir a vivir a España?
–El rey es Felipe VI. Lo que suceda con Juan Carlos I… él verá lo que hace. Realizó un servicio importantísimo para este país. Viví la Transición y el golpe de Estado. Tengo en la retina cuando Juan Carlos I salió en la tele y lo paró todo. Me quedo con esa etapa del rey.
–Cuando regresa a España, se instala en Sangenjo, que está aquí al lado. ¿Le gusta o le incomoda?
–No presto atención a eso. Ninguna. Estoy centrado en Vigo.
–Ahora tu partido gobierna con Podemos y tiene una vicepresidenta con carné del PCE. No sucedía desde la II República. ¿Te asombra?
–Tampoco le presto ninguna atención a la vicepresidenta. Yo tengo un modelo distinto. Es esta ciudad y lo ofrezco. Es posible hacer procesos de unidad importantísimos que eviten las coaliciones, pero quien decide es la gente. Y la democracia le dio un número de diputados a Podemos. Para gobernar, había que pactar.
–¿Te sigue quitando el sueño lo de Podemos o se te ha pasado como a Sánchez?
–A mí no me quita el sueño porque eso aquí no existe.
–También eres ciudadano de España.
–Yo soy alcalde de Vigo.
–Y has sido ministro del Gobierno de España.
–Podemos prácticamente no existe en esta ciudad.
Caballero vs Feijóo
La agenda de Abel Caballero es como una montaña rusa. Ofrece hasta cuatro ruedas de prensa por día. En una de ellas, que presenciamos para verle en acción, sólo hay un periodista. Y es normal. ¿Cómo van a ir todos a todas? Esta mañana, por ejemplo, tiene dos ruedas en el Ayuntamiento y una tercera en el Museo de Arte Contemporáneo.
La segunda, que es la que hemos visto, ha terminado con estas palabras: “Hoy es viernes. Que tengáis buen fin de semana. Aunque ya sabéis que yo voy a trabajar”. En el trabajo de Caballero, ha tenido mucha presencia Alberto Núñez Feijóo.
Si uno pone en Google “Abel Caballero Feijóo” se topa con una auténtica fiesta. Los titulares que da el alcalde de Vigo cuando habla del hoy líder del PP son apoteósicos. Vamos a intentar rascar uno parecido. La rivalidad se fraguó mientras Caballero era alcalde de Vigo y Feijóo presidente de la Xunta. “Feijóo”… y se le encienden los ojos.
–Le tienes una manía tremenda.
–No, no. Ese enfoque es equivocado.
–Hombre… Hemos leído las cosas que has dicho sobre él.
–Feijóo ataca a esta ciudad. Somos la única gran ciudad de España que no tiene tren de alta velocidad. Para ir a Madrid, debemos hacerlo por Santiago. Cuando llevas tres cuartos de hora de tren, estás en el mismo sitio del que saliste. Feijóo asumió que fuera así y lo apoyó. Nos dejó fuera. Segundo: intentó cerrar el aeropuerto de Vigo. Nos quitó una caja de ahorros…
–¿Hay más?
–Hoy estamos haciendo una potabilizadora que cuesta 25 millones de euros. Da agua a ese pueblo de allí, Cangas. A Moaña, a Redondela, a Mos… La Xunta no paga nada. Pedí apoyo a Rajoy debido a un problema de sequía. Feijóo le dijo que no nos apoyara. Nos iban a hacer una biblioteca y Feijóo le dijo al gobierno que la quitara. Hablé con Pedro Sánchez, dijo que sí; y el consejero de Cultura del PP dijo que no. Quiero las Islas Cíes Patrimonio de la Humanidad. Cuando llevábamos cinco años trabajando en esto, Feijóo intentó paralizarlo clandestinamente.
–Estás convencido de que Feijóo odia Vigo.
–Feijóo no entiende Vigo, no le gusta que esta ciudad ocupe un lugar central en Galicia. Claro que Feijóo no quiere a Vigo, pero Vigo tampoco quiere a Feijóo.
–Cuando él ganaba las autonómicas con mayoría absoluta, ¿no era aquí el más votado?
–En las últimas elecciones autonómicas, PP y PSOE empataron con un 32% en Vigo.
–Hombre, algo le quieren si le votó el 32% de los ciudadanos.
–En Galicia le votó un 47%. Aquí tiene quince puntos menos que la media. Algo está pasando.
–¿Le votaron a Feijóo más que al PSOE en la ciudad de Vigo?
–Empataron.
–No pudo haber empate, alguno estaría por encima.
–Me parece que alguna décima más él.
–Entonces, Feijóo ganó las autonómicas en Vigo.
–No, fue un empate técnico.
–Alcalde, pero cómo que empate. Si Feijóo ganó por una décima, ganó Feijóo.
–Cuando la distancia es esa, se habla de empate técnico.
–Bueno, qué te vamos a decir.
–Es una cuestión demoscópica. Pero ¿qué pasó cuando llegaron las municipales? Sacamos 54 puntos de ventaja al PP de Feijóo en Vigo. Quiero que atiendan a esta ciudad como se merece. Ni más ni menos.
–¿Lo consideras “insolvente” como dice Sánchez o te parece un error esa crítica como señala Page?
–Emiliano es un gran amigo mío y un gran político, pero no conoce bien a Feijóo. Aquí ganó con mayoría absoluta y, por tanto, todo el respeto a los resultados. Pero Feijóo es tal y como lo percibís ahora en Madrid.
–¿A qué te refieres?
–En Madrid hay quien lo percibe como muy insolvente.
–¿De verdad piensas que fue un gestor insolvente en Galicia?
–Fue un gestor que castigó dura e injustificadamente a mi ciudad. Convoqué una manifestación para defender la caja de ahorros que nos acabó quitando Feijóo. Prácticamente se echó toda la ciudad a la calle conmigo.
Pedro Sánchez
Entramos ahora en arenas movedizas: el nuevo PSOE, Pedro Sánchez y su idea de España. Abel Caballero pertenece a esa generación donde son mayoría los que fustigan, ya retirados de la política, al presidente del Gobierno. Los llamados “felipistas”.
Vamos a preguntarle al alcalde por la sedición, la malversación… Intuimos que no puede estar de acuerdo. Fue de los que apoyó a Susana Díaz en aquellas primarias. Caballero siempre responde. Jamás con argumentario. Pero maneja una técnica infalible que ya ha quedado de manifiesto en la entrevista: si la conversación le incomoda, habla de Vigo.
Ha empezado a llover. Al alcalde le fastidia tener que ir en coche al museo donde va a inaugurar una exposición. Quería enseñarnos la ciudad, quería ser él Jesús y nosotros Tomás. Quería que metiésemos el dedo en la llaga de Vigo y viésemos que esto es distinto de verdad, no sólo en su cabeza.
–¿Qué opinas de los barones Page y Lambán? De sus enfrentamientos con el Gobierno.
–El que tú tengas, desde tu ámbito local, alguna discrepancia con el Gobierno…
–Alcalde, no son discrepancias mínimas, sino discrepancias sobre el modelo de país.
–Tienes mayoría absoluta en Castilla-La Mancha, puedes hacer un gobierno en solitario. Pero si necesitas pactar… Oye, Emiliano pactó con Podemos cuando tuvo que hacerlo. No opino de todo esto, no le dedico demasiada atención. Primero Vigo, mi partido después.
–Cerraste el otro día la convención municipal del PSOE con un discurso muy entusiasta. Exhibiste gran ánimo.
–¡Pónganle una cañita a este hombre de mi parte!
–Te recuerdo apoyando con el mismo entusiasmo a Susana Díaz, que tenía una idea de España totalmente distinta a la de Sánchez. ¿Qué te parecen los acuerdos de Sánchez con los nacionalistas?
–Sánchez es un gran político y lo ha demostrado. Tengo mucho cariño a Susana. Pero Pedro ha demostrado ser un político excepcional. Tan pronto hubo la posibilidad de presentar una moción de censura, arriesgó y lo hizo. Ha cambiado el tablero político en España.
–¡Desde luego! Ya no tiene nada que ver con lo de antes.
–Intento ser objetivo. Cuando Pedro ganó, observé lo que hace. Yo estoy en el centro del tablero político en mi ciudad. Quiero ver un equivalente. Y Pedro está en el centro del tablero político de España y de Europa.
–Lo estás diciendo en broma: ¿Sánchez en el centro político?
–No, no. Digo que ocupa el centro del tablero, que no es el centro del espacio político.
–Perdón, nos hemos perdido. Explícalo, por favor.
–Son conceptos distintos. Pedro ocupa el espacio político preeminente en España, a eso me refiero. Estar entre la izquierda y la derecha es el centro político, pero no el centro del tablero. Cuando viene la OTAN, el centro de atención es Pedro. En Europa, el centro es Pedro.
–También es el centro, entonces, por una ley que ha beneficiado a los agresores sexuales.
–Y la ha corregido.
–Tropecientos días después.
–Pero la ha cambiado. Yo ya dije hace seis meses que había que cambiarla. A Pedro no le ha temblado el pulso.
–Como has dicho todo lo bueno de Sánchez, te recuerdo otras medidas con las que también ha ocupado “el centro del tablero”.
–¡El centro del tablero! Mira, ahí tengo el tablero de ajedrez con el que le hice unas tablas a Karpov.
–¿Eso es realidad o metáfora?
–¡Realidad! Ahí lo tienes. Hicimos tablas.
–Alcalde, no nos jodas. Cómo le vas a hacer unas tablas a un campeón del mundo de ajedrez.
–Repetimos unas tablas que hizo él en el campeonato del mundo en Manila. Karpov tenía los movimientos en la cabeza y yo me los estudié. Fue precioso.
–Jode, vaya tablas.
–¡Hicimos un tablas o no hicimos un tablas! –se parte de risa–.
[Abel Caballero ni siente ni padece. Disfruta en el ring. A lo largo de la entrevista, golpea la mesa con los nudillos, como si marcara el ritmo de una canción]
–¿Podrías relatar tu opinión sobre la reforma de la sedición y la de la malversación?
–Si ahora salimos a la calle y cogemos un autobús, vamos a pagar cuarenta céntimos. El billete vale 1,40. Una parte de la rebaja te la paga el Gobierno de España.
–Pero ¿de qué estamos hablando?
–Quiero decirlo, dejadme que lo diga. ¿Por qué la Xunta de Galicia no paga nada? Yo tenía una querencia muy importante por el Ingreso Mínimo Vital. Los salarios mínimos en este país eran ridículamente bajos. Estamos cambiando el país. Eso es una parte central de la acción de Pedro Sánchez. Otra cosa.
–Cuál.
–Estuve en Barcelona el día del homenaje a los fallecidos por el atentado. Estaban el rey, todos los ministros, los altos cargos… Yo representaba a los ayuntamientos. Vi a una Barcelona que nos tenía cercados. Eso hoy es impensable. Lo viví. Se ha avanzado mucho en Cataluña.
–Como no vas a responder a lo de la sedición y la malversación, ¿podemos decir lo que parecen tus respuestas?
–Claro –arroja una sonrisa.
–Te hemos preguntado por la sedición y por la malversación. Has respondido cosas que no tienen nada que ver. Conclusión: lo has hecho para no confesar tu verdadera opinión sobre la sedición y la malversación.
–Voy a contestar con otra cuestión.
–A ver.
–En Vigo, hay un policía que se llama Iván. Estuvo en Barcelona en los momentos duros. Le dieron con un adoquín en la cabeza, un daño terrible. Lo hice vigués distinguido. Quiero que nunca más vuelva a haber un Iván al que ataquen.
–No podemos añadir nada, alcalde, porque no vas a responder.
La verdad de Abel
Terminamos la entrevista acompañando al alcalde en la inauguración de una exposición de arte contemporáneo. Son esas obras –para los ignorantes como nosotros– difíciles de entender. Trozos de papel pintados anárquicamente con rayas de pintura.
Los ignorantes somos nosotros porque el alcalde esboza un largo discurso sobre la importancia de este tipo de arte y cita de memoria a dos o tres pintores. Luego, recorre con el autor la mayoría de obras y dice que ve cosas… donde nosotros no vemos absolutamente nada.
Antes de irnos, conviene hacer un viaje al corazón de Abel Caballero. Es hora de intentarlo. Cuando nos documentamos para este encuentro, el entonces ministro de Transportes aparecía en los diarios de los ochenta como un tipo aburridísimo, incapaz de dar un titular, poco deseado por los periodistas. Pasó por el ministerio de manera discreta. ¿Cuándo se prendió la mecha de la revolución?
–Alcalde, eras un tío aburridísimo, un coñazo épico. ¿Qué ha pasado? ¿Hay alguna circunstancia vital que explique este cambio?
–Las cosas tienen sus momentos [Caballero se parte la caja cuando escucha algunas de las cosas que decían de él los periódicos hace cuarenta años]. Cuando estás gobernando una ciudad, la empatía con la gente te mueve a lugares que cuando eres ministro no ocupas. Si eres ministro de Transportes no vas a ver un baile de break dance. Si eres alcalde, sí. Vas al fútbol y tiras un penalti. El alcalde de Madrid les da balonazos a los chavales, yo los tiro mucho mejor. Se los tiro a porteros profesionales y se los marco. Mirad, ahí está mi balón.
–Se dejan por compromiso, alcalde.
–No, no. Yo juego bien, ¿eh? Los clavo. Como decía Kubala, raso y al poste. A vosotros eso os suena a la prehistoria, pero Kubala era el mejor lanzador de penaltis que hubo nunca. Tiro raso y al poste, también lo hago en política.
–No tienes problemas de autoestima.
–Ninguno.
–¿Al Abel Caballero ministro le habría parecido un delirio todo esto de las luces, el break dance y subirse a los conciertos?
–No, le habría parecido estupendo. Los contextos son distintos. Yo traje a España los trenes de alta velocidad. Si estás viajando a Francia y Alemania para ver trenes, pues no te vas a poner a bailar break. Es un privilegio que me invitaran a bailar.
–Feijóo es hoy el burócrata que eras tú cuando tenías más o menos su edad.
–No. Yo a su edad era mucho mejor que él.
–Igual de aburridos.
–Yo no era aburrido, pero estaba con los trenes y las autovías. Siempre tuve sentido del humor, aunque fuera más o menos capaz de contarlo en público.
Abel Caballero ha publicado cuatro novelas. Algunas de ellas inspiradas en episodios reales. Sin embargo, todo lo que aquí aparece relatado… sucedió. Palabra de caballero.