Las puñaladas a Sánchez de 7 barones 'en defensa propia': Puig, Page, Vara, Espadas... hasta Lobato
El presidente sufre la primera rebelión de sus líderes regionales, alarmados por el lastre de pactar con ERC y Bildu, el indulto a Griñán o la política fiscal.
2 octubre, 2022 02:15La última puñalada se la acaba de dar un aspirante a barón, Juan Lobato, con la presentación de su logotipo de precampaña, en el que no aparecen ni las siglas del PSOE ni el símbolo del partido. Pero antes que él, y desde finales del verano, ya son hasta siete los barones que han desgarrado sus vínculos con el presidente del Gobierno: desde el eterno "verso suelto" Emiliano García-Page hasta otros menos esperables, como Ximo Puig, Guillermo Fernández-Vara...
No hay nada personal en contra de Pedro Sánchez. Lo hacen en defensa propia, porque ven en el aire su continuidad al frente de sus gobiernos si no se desmarcan del líder socialista.
"En 2019, la ola era favorable", admite un colaborador estrecho de uno de estos traidores líderes autonómicos socialistas. "Pero ahora nos conviene ir por libre, la imagen de Sánchez es un lastre".
El presidente está sufriendo la primera rebelión real de sus dirigentes regionales, unos alarmados por el lastre de los pactos con ERC y Bildu. Otros, asustados ante el fin del discurso de que "el corrupto es el PP" si se impulsa el indulto a José Antonio Griñán. Algunos, hartos de medidas improvisadas y contradictorias en la lucha contra la crisis. Y casi todos, en desacuerdo con la política fiscal que impone Moncloa.
De hecho, esta última semana, el propio Sánchez se ha visto obligado a improvisar un nuevo paquete de impuestos, entrando en el marco fijado por el PP de Alberto Núñez Feijóo... y asumiendo en su práctica totalidad los planteamientos de Unidas Podemos, para salir al paso de la carrera fiscal en la que ya habían entrado dos de los más fieles.
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Comenzó el lunes Ximo Puig, que habló por teléfono con Hacienda y con Moncloa. Al otro lado de la línea, primero María Jesús Montero y después Pedro Sánchez le decían que no. Pero el presidente de la Comunidad Valenciana se enfrentó a las órdenes. Y al día siguiente anunció en Las Cortes regionales una deflactación del IRPF para todas las rentas inferiores a 60.000 euros... superando incluso la apuesta (hasta 40.000) de Feijóo.
Echando cuentas, ésa había sido la quinta cuchillada por la espalda al presidente; la sexta se la dio, a los dos días, otro de sus alfiles regionales más fieles, el extremeño Fernández-Vara. En la suya, Puig había demostrado una clara necesidad de desmarcarse, hasta el punto de que se contradijo abiertamente respecto a un discurso de menos de una semana antes.
Después llegó Vara anunciando, el jueves, "la mayor bajada de tasas y precios públicos de la historia de Extremadura"... la manera que halló de entrar en la batalla fiscal "tratando de nadar y guardar la ropa", en palabras de otros dirigentes autonómicos del PSOE.
Urgido por las encuestas, atrapado por el discurso de los impuestos -que estudian otros barones, como el aragonés Javier Lambán ha admitido en público-, Vara no quiso ofender a Sánchez, después de que hace un año lo incluyó en la Ejecutiva, como secretario de Política Autonómica y cambiando, incluso, los estatutos para ello.
Aquello ocurrió en el Congreso de Valencia, hace menos de un año, cuando todo en el PSOE parecía unión y fiesta. Casi un parque temático. "A lo mejor, por eso hay quien le llama Fernández vaina", bromea otro portavoz regional.
El "mitin" de Zaragoza
Pero en realidad, la cosa se había torcido ya antes. Los últimos cambios impulsados por el líder en la estructura del partido, cuando a finales de julio dimitió intempestivamente Adriana Lastra -alegando públicamente un "embarazo de riesgo" sólo tres días después de acabar a gritos con Sánchez tras el Debate sobre el estado de la Nación- ya habían escamado en los territorios.
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"No nos ha consultado nada, ha sido un ordeno y mando", explicaba a este diario el portavoz de uno de ellos. Detectado este mar de fondo, el líder reunió a sus notables autonómicos el pasado 17 de septiembre en Zaragoza.
"Pero no fue una reunión, fue un mitin". A la salida de aquella cita, era palpable el malestar de todos y era audible, al menos en privado, el enfado de algunos de ellos. El secretario general los reunió en la capital aragonesa, con motivo de un Consejo de Política Federal, para dar el pistoletazo de salida a la carrera electoral, que será de fondo, para todos los comicios de 2023.
Page, la cuarta puñalada
Ya habían llegado a Zaragoza avisando de que advertirían al secretario general de que "nosotros no le diremos cómo tiene que hacer su campaña, pero no admitiremos que nos hagan la nuestra". Sin embargo, no hubo opción para ese intercambio de pareceres. "Después del discurso del jefe, sólo tuvimos un turno de dos minutos cada uno", explica otro de los presentes.
"Éste es un partido federal, ¿no? Y España, un Estado compuesto, decimos... así que nada de presidencialismos".
Pero al día siguiente, Sánchez salió herido por cuarta vez en una entrevista de Emiliano García-Page concedida a El Mundo: "Si seguimos con las mismas compañías, el PSOE sufrirá un castigo". Moncloa tocó arrebato, a la vista del enfado bíblico de Sánchez, y hasta desde la mesa del Consejo de Ministros se desautorizó al presidente castellano-manchego.
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Uno de los más beligerantes contra Page fue el ya citado presidente extremeño, en el pasado un barón igual de rebelde, pero mucho más relajado en el último año... hasta que se inauguró el supuesto tren de alta velocidad entre Madrid y Extremadura, que calificó de "vergüenza". Incluso llegó a pedir "dimisiones" en el Ministerio de Transportes.
Con este ambiente, antes y después de la cita de Zaragoza, en la que Sánchez pretendía pedir "unidad de acción" y filas prietas al toque de tambor de Ferraz, a nadie le puede extrañar el septiembre negro que ha tenido que afrontar el presidente del Gobierno, con hasta siete barones rebelándose contra su estrategia.
Las tres inesperadas
Porque en las últimas semanas, no sólo Page, Puig, Vara y Lobato, sino que Juan Espadas (Andalucía), Eneko Andueza (País Vasco) y Ángel Víctor Torres (Canarias) se han desmarcado de la figura de Sánchez.
Echando atrás, la puñalada número tres pudo ser la de Juan Espadas, al negarse a apoyar el indulto a Griñán, condenado a seis años de cárcel por el caso ERE. No pudo sorprender más en Ferraz y en Moncloa esta postura, sobre todo teniendo en cuenta que el líder socialista andaluz es un hombre "colocado ahí" por Sánchez.
Espadas cumplió la misión de ganarle las primarias a Susana Díaz, pero fracasó de lleno en las elecciones, donde el PP de Juanma Moreno alcanzó la primera mayoría absoluta de su historia en la región. "La campaña fue un desastre, se la impusieron en Moncloa, y desmarcarse en lo de los ERE era su primera oportunidad para empezar a tener perfil propio", admite un dirigente del PSOE de Madrid.
Antes, y durante, se estaba rebelando el presidente canario -en este caso, de puertas adentro-. Ángel Víctor Torres ha recibido a Sánchez hasta 10 veces en La Palma, desde que hace un año entró en erupción el volcán Cumbre Vieja. Y todos los veranos desde que es presidente se han visto en Lanzarote, donde el líder pasa las vacaciones.
De puertas afuera, la relación entre ambos nunca ha chirriado, dado que Torres es el barón que recuperó el Gobierno canario para el PSOE más de 25 años después. Pero el retraso en el despliegue de las ayudas a los palmeros -las partidas están, pero el dinero no termina de llegar a muchas familias, que siguen en barracones- ya provocó una fuerte discusión en la última visita.
Y antes, en julio, el barón insular encabezó el enfado de los que preguntaron, airados, qué había para sus territorios, donde la medida de los "trenes gratis" -anunciada en el Debate de la Nación- no aporta nada a los votantes "y contribuyentes", recordó. Ahora, su Gobierno bruñe su propio filo estudiando deflactar el IRPF, él también, porque "es de justicia", según admite el viceconsejero del Gobierno, Fermín Delgado.
Pero más allá de lo que parece -que la carrera de los impuestos la inició Juanma Moreno en Andalucía-, quien realmente clavó el primer cuchillo al líder socialista, por la espalda y en silencio, fue Eneko Andueza, otro hombre de Sánchez. El Gobierno del País Vasco, formado por el PNV y el PSE-EE fue el primero que ya en el inicio del verano anunció la deflactación de los tramos del IRPF "para paliar los efectos de la inflación".
La decisión se tomó dos semanas después de que, en Madrid, los nacionalistas vascos hubieran de tragar con los impuestos a la banca y las energéticas. Aprovechando el régimen foral, el Gobierno de coalición entre los peneuvistas de Andoni Ortuzar y los socialistas de Andueza decidió deflactar el IRPF con efecto para este año... y acaba de anunciar que lo repetirá en 2023.
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Entonces, a finales de julio, el PP quiso abrir grieta a nivel nacional, preguntando "por qué lo que vale para los vascos no vale para el resto de españoles", en preguntas parlamentarias y en las primeras sesiones de control tras las vacaciones.
Pero nada cuajó hasta entrado septiembre... cuando el nerviosismo de los barones se terminó de alimentar con unas expectativas económicas "cada vez peores", como admiten fuentes de la Ejecutiva del PSOE.
"La inflación no va a bajar, los tipos seguirán subiendo, la economía se frenará y habrá trimestres de crecimiento negativo... y, lo peor, el paro va a subir", explican estas fuentes. "Si somos 'el Gobierno de la gente', deberíamos olvidarnos del PP y centrarnos en que la gente no llega a fin de mes, y que eso es lo que importa, no nuestras peleas políticas".
El error, aseguran, no es la política fiscal en sí, sino el mensaje que se está enviando, centrado en un líder, Pedro Sánchez, "con poca credibilidad", y que lastra las opciones en las autonómicas, "donde nos la jugamos de verdad", advierten desde las baronías.