Sonia Moreno Alberto D. Prieto

La invasión de Vladímir Putin, la presión de la Unión Europea (UE) y el interés de control de Estados Unidos en El Estrecho y el norte de África son los tres vértices que empujaron al Gobierno español a poner fin al enfrentamiento con Marruecos. Además del deseo de Sánchez de poner fin a los desmedidos flujos migratorios en Melilla.

Para ello no quedaba otra fórmula que ceder ante Rabat y aceptar la propuesta marroquí sobre el conflicto del Sáhara Occidental: el plan de autonomía, por el que Marruecos se anexiona el territorio saharaui como provincia del sur.

“Yo no le llamaría presiones, pero sí que ha habido conversaciones”. En Moncloa juegan con el matiz del lenguaje diplomático para no admitir que la Comisión Europea y varias cancillerías han presionado a España en el último mes. Pero la realidad es ésa, según fuentes cercanas a Pedro Sánchez.

Cuando el pasado 24 de febrero, Putin dio la orden de comenzar la invasión de Ucrania, toda la UE giró su mirada a la vecindad oriental. “Y con ese conflicto abierto, que es bélico y un desafío radical en lo económico, en lo geopolítico y a los valores y principios de la Unión, el tema de Marruecos comenzó a salir en las llamadas” que cruzaban Sánchez y José Manuel Albares con sus colegas europeos. 

El problema del sur debía quedar solventado ya, ése era el mensaje. A España se le pidió, de vuelta, la solidaridad que tuvieron las instituciones europeas y los Veintisiete el mes de mayo pasado, cuando Mohamed VI lanzó a 10.000 personas al asalto de Ceuta. “No podemos tener más conflictos”, transmitían explícitamente, “y eso ha precipitado los acontecimientos”.

Según esta fuente, conocedora de la negociación desde sus inicios el pasado 13 de julio -la misma tarde en que el ministro Albares tomó posesión con “ese mandato” del presidente-, lo del Sáhara, en realidad, “no tocaba ahora”... y por eso nadie lo comunicó previamente a los socios de Unidas Podemos ni se informó al Partido Popular.

Fuentes gubernamentales no desmienten el “impulso” dado por Bruselas y las cancillerías alemana y francesa, principalmente. Aunque sí le ponen un matiz. “Sí estaba todo orquestado, y ya sabíamos que el viernes por la tarde, el Gabinete Real de Marruecos haría el anuncio”. Y por eso, a Albares le había dado tiempo a informar previamente a su homólogo argelino y al embajador en Madrid.

El papel de Bruselas 

La realidad es que Bruselas necesita “la mayor estabilidad posible con los países que pueden ser aliados”. Y España tenía una oportunidad de cerrar un conflicto y, al tiempo, colocarse en ventaja, ya que Argelia necesita aprovechar una oportunidad de mercado histórica: el gas, la materia prima de la que depende el 90% de su PIB, y que se vende 20 o 30 veces más cara que hace un año.

A las puertas del histórico Consejo Europeo de este jueves y viernes, Moncloa se felicita de que Bruselas acoja este paso de Madrid con los brazos abiertos, añade este ministro. “Ésta es una posición que ya ensayó Zapatero en 2008, y es la que mantenían Washington, París y Berlín”. Es de lo que hablaron Albares y el secretario de Estado, Antony Blinken, en la visita del español a Washington el pasado 18 de enero.

Se asume que la decisión de Sánchez es realpolitik, es decir, “puro pragmatismo”, y se espera que “la contraindicación que supone la reacción de Argelia” se quede en “mera escenificación” para descargar “las presiones internas”. Al menos, dice el Gobierno, “en eso estamos trabajando”. 

Marruecos-EEUU-Israel

En Marruecos también se conoció el acuerdo de esta “nueva etapa inédita” pactada por Rabat y Madrid a partir del viaje a la región de la subsecretaria de Estado de EEUU, Wendy Sherman, a principios del mes de marzo.

Durante su visita, en días consecutivos, a Madrid, Rabat y Argel, Sherman respaldó el plan de autonomía propuesto por Marruecos en 2007 como solución al conflicto con el Sáhara Occidental.

“EEUU sigue considerando el plan de autonomía marroquí como serio, creíble y realista, y como un planteamiento que puede responder a las aspiraciones de las poblaciones de la región”, reiteró.

Los mismos términos que han utilizado, primero Alemania, y ahora España para conseguir a cambio reanudar sus relaciones con Rabat. Aunque no se menciona directamente la “soberanía”, como sí hizo Donald Trump en su decreto de apoyo al plan de Marruecos el 10 de diciembre de 2020

“España le había anunciado a Argelia 48 horas antes que iba a apoyar la autonomía. Lo mismo que dijo EEUU dentro de las Naciones Unidas, sin hacer mención a la autodeterminación -postura que defiende el Frente Polisario-”, revelan fuentes marroquíes a EL ESPAÑOL.

“Es un acuerdo España-Marruecos, no se trata del Sáhara”, añaden fuentes gubernamentales españolas. “Hay que tener en cuenta que ahora queda lo que Rabat negocie con los saharauis, en el marco de Naciones Unidas”, añade un ministro. Es decir, que nos apartamos de un conflicto que sólo manteníamos por una cuestión moral y, realmente -según Moncloa-, todo queda como estaba: “La responsabilidad ahora es toda de Rabat”. 

Precisamente, el pasado jueves, el presidente español recibió al presidente de Mauritania, Mohamed Ould Ghazouani, en Moncloa. Y el pasado 6 de marzo, coincidiendo con el viaje de Sherman, Pedro Sánchez llamó por teléfono al presidente argelino, Abdelmadjid Tebboune, según informó este periódico y confirmó la Presidencia de la República en un comunicado. 

Por su parte, en su visita a Washington en el mes de enero, el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, confesó haber acordado unir fuerzas con Blinken para resolver el conflicto del Sáhara Occidental “que ya dura demasiado y para el que hay que encontrar solución”.

Lo que es evidente es que el punto de arranque para que la balanza en el conflicto entre Marruecos y el Frente Polisario se incline hacia el plan de autonomía marroquí está en el acuerdo tripartito EEUU-Marruecos-Israel de diciembre de 2020.

Reuniones de alto nivel

El tablero internacional con el terrorismo en el Sahel, la guerra en Libia, y la invasión a Ucrania mantendrán presente a EEUU en el norte de África. En este contexto delicado, el secretario de Estado, Antony Blinken, viajará a Rabat en mayo y julio para celebrar una serie de reuniones bilaterales de alto nivel. 

Blinken presidirá la reunión de la Coalición Internacional contra el autoproclamado Estado Islámico en Marruecos; en la que también participarán el resto de miembros de la coalición: Francia, Australia, Canadá, Alemania, Reino Unido, Turquía y España. Además, el funcionario estadounidense volverá dos meses después para el Foro Económico Afroamericano en Marrakech.

Para seguir de cerca la situación, el presidente Joe Biden anunció el 18 de marzo el nombramiento del diplomático Puneet Talwar como embajador de Marruecos, a falta de ser validado por la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, antes de ser sometida a votación en el plenario, de conformidad con el artículo 2 de la Constitución estadounidense.

Talwar, actualmente asesor principal del Departamento de Estado, ha ocupado altos cargos en seguridad nacional y política exterior en el Departamento de Estado, la Casa Blanca y el Senado de los EEUU.

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