Cataluña, a punto de llegar a la ocupación UCI que le costó a Madrid el estado de alarma en octubre
La intervención de la Comunidad de Madrid se achacó a una ocupación Covid del 35% en UCI, una cifra a la que Cataluña está a punto de llegar.
20 julio, 2021 02:48Noticias relacionadas
El 9 de octubre de 2020 y tras una acalorada reunión del Consejo Interterritorial de Salud, el Consejo de Ministros acordó decretar el estado de alarma para Madrid ante la protesta airada del gobierno de la Comunidad. De entre todos los factores que se aludían, había uno que era específico de Madrid y que permitía aislar a la capital y no hacer extensivo el decreto a ninguna otra zona del país: el 35% de ocupación Covid en UCI.
Hoy mismo, en su informe, Sanidad anuncia un 32,35% para Cataluña. Aunque el propio sistema regional de salud ha avisado de un posible colapso de las UCI catalanas para finales de esta semana, no es descartable si el ritmo sigue tan alto que lleguemos al temido 35% de ocupación en un par de días y haya que ampliar camas un poco donde sea.
Como decíamos el pasado sábado, Cataluña se ha convertido en una anomalía dentro de la quinta ola española. No solo la incidencia sigue disparada en 1233,93 casos por 100.000 habitantes sino que es de los pocos sitios donde vemos un aumento peligroso de hospitalizados que empieza a notarse en la cifra de fallecidos. En una semana, el número total de ingresados ha pasado de 1.296 a 2.288 (+76,54%).
Pero eso no es lo más grave. La situación de las UCI no solo es comparable a la segunda ola sino que pronto puede serlo a la tercera si el crecimiento semanal sigue en torno al 70,56% actual. Paradójicamente, Cataluña no llegaba al 32% de ocupación Covid en UCI desde el 10 de mayo, justo después del levantamiento del segundo estado de alarma nacional.
El número de fallecidos no parece aún alarmante pero en eso puede tener que ver un cierto retraso de comunicación del Ministerio. Las comunidades están dando cifras ya en torno a los 25-30 muertos diarios cuando Sanidad apenas consolida seis-siete por día.
En Cataluña, por ejemplo, el avance está siendo demasiado rápido: en los siete días previos al fin de semana, fallecieron 37 personas por 18 de la semana anterior y 10 de la previa. En otras palabras, el número de defunciones se ha multiplicado casi por cuatro en dos semanas, aunque la base es muy baja y se presta a estos escándalos.
Si nos detenemos a mirar las edades de los fallecidos en Cataluña, 22 de los 25 difuntos entre el 9 y el 15 de julio tenían más de 50 años… y otros 15 tenían más de 80. Una vez más, y van cinco, cuando se dice que no habrá enfermos graves ni habrá fallecidos porque los contagiados son muy jóvenes se obvia lo de siempre: que los jóvenes acaban contagiando a los mayores… y que los mayores, aun vacunados al 100%, no siempre consiguen desarrollar las defensas suficientes.
Las vacunas son un éxito incontestable de la ciencia, pero no nos vuelven inmortales. Quizá habría convenido un poco de pedagogía a este respecto.
Fuera de Cataluña, es difícil encontrar el equilibrio entre mantener un nivel de alerta razonado y a la vez no fomentar un pánico gratuito. Esta quinta ola está siendo una verdadera prueba de fuego en ese sentido porque los mismos datos, exactamente los mismos, se prestan a distintas interpretaciones.
Es el problema de que la tendencia y el volumen estén ahora mismo tan alejados entre sí. En otras olas, sabíamos que tarde o temprano coincidían y que el aumento en uno de los parámetros suponía a largo plazo el aumento en todos. Eso, obviamente, ha cambiado.
El único indicador en el que tendencia y volumen llevan disparados desde hace tres semanas es el de positivos detectados, la famosa incidencia acumulada. Este lunes, tenemos el mayor registro de casos en fin de semana (61.628) desde el 1 de febrero, lo que supone un incremento del 29,74% respecto al fin de semana anterior.
No solo estamos en cifras altísimas -323,98 casos por 100.000 habitantes cada siete días, 599,69 casos por 100.000 habitantes cada catorce- sino que estas cifras son cada vez mayores. El pasado lunes, estábamos en 257 y 400,41 respectivamente, según cálculo propio ya que Sanidad no incluyó datos de Comunidad Valenciana y Baleares.
Es cierto que parece observarse un agotamiento en la tendencia, pero eso es hasta cierto punto razonable en estas cantidades. En el mejor escenario, y ahora mismo parece lo más probable, habremos llegado al pico de casos diarios este martes o miércoles.
Ahora bien, los riesgos de mantener una transmisión tan salvaje del virus son obvios: de entrada, desde el punto de vista sanitario, mantenemos el circuito de atención primaria en un estado de estrés insostenible. Coincide, además, con la fecha de vacaciones de la mayoría del personal de centros de salud, con lo cual la presión sobre los que se quedan es muchísimo mayor.
Aparte, una alta transmisión del virus es peligrosa por sí misma. A lo largo del mes de julio, más de medio millón de españoles van a contagiarse de un patógeno cuya acción a corto plazo y secuelas a medio-largo plazo desconocemos. Es un riesgo altísimo el que estamos corriendo.
Por si eso fuera poco, el hecho de que el virus campe por sus anchas multiplica las posibilidades de una mutación que acabe siendo aún más peligrosa. Si el virus no se transmite, no puede mutar. Y si se transmite poco, se puede detectar esa mutación fácilmente. Entre cientos de miles de casos semanales, es imposible mantenerse al día, y eso puede conllevar un enorme problema cuando la protección que nos dan las vacunas vaya disminuyendo, algo que tampoco sabemos con certeza cuándo ocurrirá.
Ahora bien, esta alerta lógica en lo que respecta al número de contagios, es difícil cuantificarla en términos de hospitalizados y defunciones, con la mencionada excepción de Cataluña. Como dijimos el pasado sábado, el número de ingresos se ha multiplicado en España por tres en apenas dos semanas.
El dato de este lunes -1.069 nuevas hospitalizaciones- apunta a otra semana de aumento. Es la primera vez desde el 30 de abril que se superan los mil nuevos ingresos en un solo día. El total de hospitalizados sube a 6.482, un 66,55% más que el pasado lunes, mientras el número de camas UCI también se incrementa tras un fin de semana complicado: 1.039, un 44,51% más que hace siete días.
Dicho todo esto, conviene echar un vistazo comparativo al volumen total. A mí me cuesta hablar del volumen total porque cambia con demasiada velocidad, pero tampoco podemos obviar el hecho de que rozar los 6.500 hospitalizados ya nos hace coquetear con los números previos a la segunda ola, justo la que se gestó a lo largo del verano pasado para explotar en octubre.
De hecho, son más o menos los que teníamos el 28 de agosto (6.224). Lo mismo podríamos decir de las UCI: el porcentaje de ocupación sobre el total a nivel estatal ya se sitúa en un 11,42% cuando a finales de agosto de 2020 estaba en un 7%.
Sin vacunas, llevaríamos días rozando los mil muertos. Con vacunas, son solo unos diez, es decir, aquellas que quedan fuera del porcentaje de eficacia de cada laboratorio. El cuidado no está de más con los grupos de riesgo. Hemos conseguido salvar más de nueve de cada diez vidas, pero si la incidencia entre los mayores de 70 sigue en torno a 125, como está ahora, el número de defunciones mensuales se puede ir cerca de las mil. No es un número, en mi opinión, despreciable.