Los 500 del Imserso sin miedo al coronavirus: "Si nos pagan 15 días más de hotel, nos quedamos"
El Gran Hotel del Coto, en Huelva, sigue albergando a jubilados que llegaron antes de suspenderse los viajes del Instituto de Mayores.
15 marzo, 2020 03:09Noticias relacionadas
María Josefa lleva seis años sin viajar, justo el tiempo que hace que murió su marido. “Había hecho algunos viajecillos, poca cosa”, dice. Este año, animada por su familia, se decidió. Tiene 73 años, es de Granada y de entre la lista de hoteles que le ofrecía el Imserso, se decantó por el Gran Hotel del Coto, en Matalascañas, junto a la aldea del Rocío. Lo que María José jamás se imaginó es que una pandemia mundial alteraría sus anheladas vacaciones.
Esta semana, haciendo la maleta, el Gobierno anunció que se suspendería el programa de viajes para evitar el contagio del coronavirus. María José trató de anularlo, pero le explicaron que perdería los 380 euros —“un dinerito”— de la reserva. Así que viajó. Ahora, ya en el hotel, mantiene la maleta a medio hacer “por si hubiese que volverse pronto”.
Todo cuanto se mueve en Matalascañas es en torno al Gran Hotel del Coto, de cuatro estrellas, 466 habitaciones y más de 150 empleados, el mayor de la zona. El resto de calles están vacías. No por el coronavirus, sino por el invierno. Este núcleo de población perteneciente al ayuntamiento de Almonte vive del turismo, del que llega en verano —cuando está a rebosar de sevillanos— y del Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso) en los meses de temporada baja. Por eso no es raro ver a algunas personas mayores deambular por el entorno del hotel, situado entre los pinares del parque nacional de Doñana y las playas vírgenes del Atlántico, las más largas de Europa.
“No tengo miedo, pero ni cojo el ascensor ni subo en autobús”, explica María José, una huésped más de entre las casi mil plazas disponibles en estas fechas. Ha sufrido tres ictus, problemas de corazón y se sabe en riesgo por el coronavirus, del que apenas hay casos registrados en la provincia de Huelva. Aun así, sigue subiendo las escaleras a pie y da largas caminatas por la playa para evitar las zonas de mucha concentración de personas.
“¿Qué necesidad hay? Sé que estamos en riesgo, así que si viene el virus, que venga, pero no vamos a ir a buscarlo nosotros a él”, razona la mujer. Ella ha sido la última que, siguiendo las instrucciones del Ejecutivo de Sánchez, ha entrado en el hotel y la última que saldrá de él dentro de 15 días a contar desde el pasado martes, fecha en la que se suspendió el Imserso.
Como ya publicó EL ESPAÑOL, la cancelación de los viajes del Programa Social de Imserso anunciada por el ministro de Sanidad, Salvador Illa, por el coronavirus será efectiva desde este pasado miércoles y se alargará hasta el próximo 13 de abril, según los comunicados de Mundiplan y Turismo Social. Para quienes ya hubiesen viajado, la recomendación es que permanezcan en el lugar de destino. Fuentes del Gobierno calculan que hay unas 60.000 personas disfrutando actualmente de los viajes del Imserso y que 200.000 podrían resultar afectadas. El Imserso costea el 20 por ciento de los viajes y tiene un presupuesto de 133,37 millones de euros.
Los huéspedes del hotel del Coto siguen desde hace días con contenida intranquilidad las noticias referentes al coronavirus. Muchos de ellos pasan de los 70 años y saben que pertenecen a los grupos de riesgo. También son conscientes de que provienen de distintos puntos de España y la duda sobre si sus compañeros de pasillo están infectados siempre está ahí. Los hay de Castellón, de Vigo o de Málaga. También de Madrid.
Miedo a contagiar a los nietos
Andalucía es la comunidad más poblada de España, con ocho millones de habitantes, y la sexta en número de casos, 115. Pese a que sólo se ha registrado una víctima mortal por el momento, los datos no tranquilizan a quienes se han decidido a pasar sus vacaciones en la costa del sur.
“Nosotros nos vamos hoy, pero no por el coronavirus. Nos vamos porque se nos acaban las vacaciones”, apunta Antonio y María, dos abuelos nacidos en Coín (Málaga), pero residentes desde hace más de 50 años en Cádiz. “Hay mucha psicosis en el hotel, ayer se puso una persona de nuestro grupo malucha, con fiebre y mal cuerpo y pensamos que era coronavirus”, narra ella, de 77 años. “Yo pensé que esto [el COVID-19] ya estaba aquí, pero vino el médico y dijo que no era nada, que era un problema del estómago”, detalla. “Pero ya tenemos ganas de volvernos a casa, eso sí, hemos dicho a nuestros hijos que queremos estar unos días en cuarentena, porque aquí hay mucha gente de muchos sitios y nos da miedo pegarle algo a los nietos”, confiesa María.
“Toca volver”, zanja la animosa anciana. “Además, vayas a donde vayas no te encuentras con nadie por la calle, aquí es fácil guardar el metro y medio”.
El panorama de paraje desierto, casi fantasmagórico, que Antonio y María se encuentran por la calle pronto se verá también en el interior del hotel. A la hora de la salida, muchos de los que fueron huéspedes salen con sus maletas para volver a sus lugares de origen. Dentro, algunos sestean en los sofás del amplio recibidor. Hay movimiento, pero menos que días atrás. Ya no hay nuevas entradas y en el mostrador solo hay algunos clientes ultimando el ‘checkout’.
“Hoy tenemos previstas 120 salidas, y ninguna entrada”, explica a EL ESPAÑOL el director del Gran Hotel del Coto, José María Bajo. En sus once años de experiencia al frente de este establecimiento ha vivido otras crisis, la económica y la de la gripe A, pero ninguna ha sido tan drástica como la del coronavirus.
“Sabemos que al final saldremos, pero me dará mucha pena ver el hotel vacío, sobre todo porque si cierran los hoteles se acabará cerrando también Matalascañas, que vive ahora del Imserso”, asegura Bajo.
Desde que se anunció la suspensión del Imserso, el pasado lunes, la ocupación del hotel que dirige ha bajado hasta el 50 por ciento. Si debía haber unas mil personas, quedarán unas 500. Y todas se están yendo de forma escalonada. En la última semana, antes del 24 de marzo —la fecha tope hasta la que puede haber huéspedes del Imserso en su hotel— habrá 78 clientes.
Más trabajadores que clientes
“Imaginad, un hotel de mil plazas para 78 clientes”, subraya. Y de ahí, al cierre. Actualmente, la dirección trabaja para resolver qué pasará con los entre 150 y 160 trabajadores que prestan servicio en el hotel. Por la mente de todos ya pasa un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), aunque de momento es pronto para anticipar movimientos y Bajo espera que sea la patronal la que recomiende una actuación para todos los afectados. También ayudas para paliar esta situación. “Esperamos que la patronal defina la forma de proceder, porque el teletrabajo en el turismo es imposible. Es un sector muy afectado”, vaticina.
Pese al impacto económico y al hecho de los escasos contagios diagnosticados en Huelva —solo dos hasta este sábado—, el director aplaude la medida adoptada por el Gobierno de España. “Han acertado porque el Imserso mueve a mucha gente de muchos puntos del país, todos de una población de riesgo por la edad y es mejor cortar y contener el virus. Mejor esto a que se eternice la situación”, valora.
Dadas las decisiones tomadas por el Ejecutivo, hay clientes del Gran Hotel del Coto que ya han valorado irse antes de agotar su estancia prevista. Otros la mantienen sin problema, asistiendo a las más de 14 excursiones diarias que parten desde el hotel y con destino Cádiz, Jerez de la Frontera, Córdoba o El Rocío. Porque del turismo del Imserso no sólo viven quienes trabajan en la restauración.
“Una empresa de autobuses ha hecho una inversión de 600.000 euros y ahora está el buen hombre hecho polvo”, explica María Rebollo, que trabaja captando a clientes para unas excursiones comerciales. Es autónoma y ya ha pedido a su gestor que, dado el escenario y el más que previsible parón absoluto, pida la baja para evitar pagar las cuotas.
“Esto es un jarro de agua fría para todos, porque el turismo de mayores es lo que sustenta Matalascañas”, asegura. “Comemos del Imserso y ¿ahora qué?”, se pregunta.
Según narra a EL ESPAÑOL, ella —y muchos como ella— viven de lo que ingresen en los tres meses que dura el programa de viajes de invierno, por eso cruza los dedos para que la suspensión no se alargue a más del mes de abril. Mientras, seguirá buscándose la vida en otros sectores, más allá del turismo.
“¿Muerte o paro? Elijo paro”
El teléfono no para de sonar en la recepción, ya algo vacía, del hotel del Coto. Carina es la encargada de responder las llamadas. La respuesta suele ser la misma: “Sí, seguimos abiertos”. “La gente llama preguntando que si hemos cerrado, porque hay quien tiene reserva más allá del Imserso”, explica la recepcionista, que da cuenta de la cantidad de interrogantes que ha desatado la repentina comunicación del Gobierno.
El Programa de Turismo del Imserso para este ejercicio está dotado con 900.000 plazas y el Termal oferta 208.000 vacantes. De su organización se encargan Mundiplan y Turismo Social, con la participación de unos 320 hoteles y de la mayoría de las agencias de viajes españolas del país. Aunque en las oficinas de Mundiplan en el Gran Hotel del Coto, Salvador Román y Almudena Ramos, sus dos empleados, apenas han notado el caos que muchos esperaban.
“La gente pregunta, pero no hay alarma”, asegura Román. “Quieren saber si les afecta, pero ninguno de nuestros clientes tendrá que variar sus previsiones”, explica a EL ESPAÑOL. “La recomendación es la de todo el mundo, la de cuidarse y tener sentido común”, zanja.
La preocupación, claro, va por barrios. Aunque la tónica general es de tranquilidad. “En casa están más preocupados que nosotros”, advierte Charo Blanco, de Castellón. A sus 67 años, es el tercer viaje que hace junto a su marido, un primo de este y su mujer. Los cuatro, todos mayores que ella, se toman con buen humor la alarma.
“Si nos pagaran otros quince días, otros quince días nos quedaríamos”, garantiza Pascual, el más mayor de todos ellos. En Castellón no tienen a nietos que cuidar, todos son ya mayores. Por eso, razona, puestos a que te confinen, mejor en un hotel de cuatro estrellas. Supieron del primer caso de coronavirus en España al bajarse del avión, siendo ya tarde para arrepentirse. Hoy confiesan que de haberse tenido que decidir con la información que hay actualmente, probablemente se quedarían en casa. Están preocupados, aquí y allí.
“Nuestros hijos nos llaman todos los días”, cuenta Charo. “Me operaron del pulmón, me falta casi todo, y me afecta mucho a la respiración. Y, claro, están preocupados, se lo noto en el hablar”, reconoce la castellonense, que sabe que debe evitar zonas en las que haya mucha gente, pero que no renuncia a las excursiones programadas. Ya ha estado en Jerez de la Frontera viendo cómo bailan los caballos andaluces y en las bodegas de Tío Pepe. También ha ido a Cádiz y este sábado iba a Córdoba. El lunes volverá a casa.
El que se queda es Juan Manuel Lozano, uno de los camareros del hotel. Tiene 44 años, dos niños, una hipoteca y un coche que pagar. “Esto es criminal, en la playa va a cerrar todo el mundo”, asegura. “En casa se habla mucho del coronavirus, porque, aunque está lejos, cada vez lo sentimos más cerca. Sobre todo nosotros, que tenemos relación con personas que vienen de muchos puntos de España”, concreta.
Juan Manuel es fijo discontinuo. Sabe lo que es pasar largas temporadas en casa, siempre con la promesa de que el trabajo volverá. O en verano o para la campaña del Imserso. Trabaja ocho horas desde principios de febrero, pero ya da por perdida la temporada de invierno. “La empresa ya nos ha dicho que cerrará y tendremos que irnos todos al paro”, explica. En su caso, le queda seis meses de desempleo por cobrar, pero reconoce que es un afortunado y que tiene compañeros que no podrán hacer lo mismo.
Pese a todo, lo tiene claro: “La decisión del Gobierno se ha cargado la economía de Matalascañas, todo el mundo se irá a la calle, pero si me preguntas entre si quiero paro o muerte, elijo paro”.