Cartel de la exposición de Tintín en el Círculo de Bellas Artes.

Cartel de la exposición de Tintín en el Círculo de Bellas Artes. Europa Press

Historias

Tintín, el niño periodista que cubrió la evolución de Europa: del pasado colonial a la defensa de los derechos humanos

Las primeras historias del reportero del flequillo amarillo han pasado a dominio público, precisamente los tebeos tildados de racistas.

Más información: El mundo del cómic se une contra el 'bullying' en 'No pinta nada' de Fundación Mutua Madrileña y Disney

Publicada

En 2007 el abogado David Enright, activista británico por los derechos humanos, interpuso una queja ante las autoridades de su país por encontrar el álbum de cómic Tintín en el Congo en la sección infantil de una librería. En su opinión, el contenido del libro era racista y justificador del colonialismo, ya que describía a los congoleños como poco menos que "monos" que hablan "como imbéciles". Por las mismas fechas, algunas bibliotecas públicas de EEUU llegaron a retirarlo o hacer que solo fuese consultable en salas aparte, previa solicitud, reservadas a textos especialmente delicados.

La verdad es que cuesta llevarle la contraria. En ese primer álbum los personajes africanos son caricaturas exageradas, de labios enormes, que visten de forma ridícula imitando la moda europea, hablan con acento tontorrón y creen en supersticiones. Y cuando Tintín decide ir de cacería, acumula una pequeña montaña de antílopes y hasta los colmillos de un elefante al buen tuntún. 

Ahora imaginemos que Enright, o cualquier otro, empezase a leer Las Aventuras de Tintín por el final. En Tintín y los pícaros, publicado en 1975. En esta historia el protagonista rescata a un renacuajo que se ha quedado fuera de un charco devolviéndolo al agua dentro de un pañuelo, ayuda a liberar al Capitán Haddock de una serpiente sin hacer daño al animal y cuando su antiguo aliado, el general Alcázar, le pide apoyo para dar un golpe de Estado -el ficticio país sudamericano de San Teodoro está dominado por la dictadura del general Tapioca-, lo hace solo a condición de que sea sin pegar un solo tiro ni fusilar a nadie. Por el camino, Tintín y sus compañeros conviven con los indígenas de la también ficticia etnia arumbaya.

Sí, claro, son tebeos, pero también 50 años de evolución. Precisamente este año queda en dominio público en Estados Unidos la primera aventura del reportero belga: Tintín en el país de los soviets, la única que Georges Remi, Hergé (Bélgica, 1907-1983), nunca reeditó, por considerarla demasiado propagandística.

Irónicamente, en aquella aventura, publicada en el suplemento juvenil del diario católico Le Vingtième Siècle, había una crítica real a los viajes organizados para periodistas occidentales que mostraban una Unión Soviética de Stalin 'idealizada', ocultando la pobreza o los conflictos nacionalistas. Después Tintín viajó al Congo, con el resultado ya comentado, y más tarde por Oriente Medio y China. Y ahí cambió todo.

Tintín sale de los tópicos

Los tópicos sobre africanos o indios americanos de las primeras historias de Tintín habían sido tan groseros que cuando el joven Hergé anunció que pensaba enviar al personaje al lejano Oriente fue contactado por el padre Gosset, un sacerdote católico que había vivido en China y trabajaba en la Universidad de Lovaina con estudiantes chinos católicos.

Este presentó al dibujante con Tchang Tchong Yen, un joven escultor, que se convirtió en uno de los mejores amigos del autor y sirvió de documentalista principal del álbum, en el que se acabó denunciando la invasión japonesa de Manchuria de 1932 y la lucha del pueblo chino por la democracia.

Viñeta de Tintín llegando a la luna.

Viñeta de Tintín llegando a la luna. Europa Press

Años después, Tchang sería víctima de la Revolución Cultural de la China de Mao Tse-Tung y Hergé, sin saberlo, lo convertiría en el motor de Tintín en el Tíbet, en el que es rescatado de un accidente aéreo. A finales de los 70 ambos volverían a reunirse y Tchang podría salir de China y pasar sus últimos años de vida en Bélgica.

Posteriormente, llegarían La oreja rota (1937), donde se denuncia la Guerra del Chaco y el negocio del comercio de armas; El cetro de Ottokar (1939), en la que la invasión nazi de Checoslovaquia se presenta a través de las ficticias Borduria y Syldavia, o El cangrejo de las pinzas de oro (1940), que aparte de presentar al icónico malhablado del Capitán Haddock se mete de cabeza en el conflicto entre judíos y palestinos… antes de que existiese el actual estado de Israel, durante el mandato británico en la zona.

Y tras la Segunda Guerra Mundial, en la que la censura de la ocupación nazi obliga a aventuras menos políticas -pero donde Tintín critica los saqueos de tumbas incas, por ejemplo-, llegó la Guerra Fría, con cera para las dictaduras comunistas de Europa del Este en Objetivo: La Luna (1952), El asunto Tornasol (1956) y Stock de coque (1958), esta última también denunciando la esclavitud moderna en términos que servirían casi igual para 2025.

El Tintín cazador y racista del Congo, por el camino, se convierte en un animalista que no utiliza esa palabra y un activista que ofrece refugio a gitanos -o más bien el capitán, que les cede parte de los terrenos de la Mansión de Moulinsart- y defiende los derechos de las minorías. En su momento, Hergé se explicó (que no puso como excusa) que en las aventuras africanas no reflejaba más que lo que eran opiniones comunes en la Europa de su época (e incluso rehizo algunas páginas en reediciones posteriores). También recordó que su personaje siempre fue, más que un reportero, un boy-scout.

En 1964, en el 35 aniversario del personaje, el propio Remi le escribió una carta a su 'hijo' Tintín que llegó a leer en la radio, y que se puede ver en el libro Conversaciones con Hergé, del periodista Numa Sadoul.

En ella admitía que le tenía miedo. Que había salido mejor persona de lo que él mismo fue nunca, y que incluso había civilizado al bruto del Capitán Haddock, al que le puso al lado para humanizarlo, sin éxito. Se quejaba el dibujante, en fin, de que le había salido todo bien con ese hijo tan ideal, capaz de superar, desde la ficción, los defectos de todos sus padres, y enseñar así a los niños de diferentes épocas.

En los últimos años Tintín ha defendido los derechos humanos.

En los últimos años Tintín ha defendido los derechos humanos. Anne Lubrano

Quizás incluso demasiado bien. Cuando en 2011 Steven Spielberg estrenó su adaptación al cine, en animación 3D (tomando algunas de las aventuras menos 'políticas', pero pensando en un público infantil), las redes españolas, en concreto el antiguo Twitter, actual X, lo retomaron con el hashtag #TintínHoy, imaginando al belga en pleno siglo XXI tomando partida por las causas más justas (y precarias) posibles. Si uno busca con paciencia, uno de los últimos tuits al respecto, de 2012, imagina a Tintín en Siria. Hay personajes que nunca pierden actualidad.