Sin pisar el albero de coso taurino alguno y con el ordenador haciendo las veces de montera, brindo esta columna a Emiliano García-Page quien, sin reflexión mediante, no ha tardado en sacar pañuelo verde desde el balcón presidencial para echar a los corrales la estúpida decisión de Ernest Urtasun, a la sazón Ministro de Cultura y declarado antitaurino, de suprimir el Premio Nacional de Tauromaquia. Un pañuelo, en este caso a través de la cuenta X del presidente de Castilla-La Mancha, con destino a los clarines y timbales que con tanto estruendo como desatino jalean desde el tendido ministerial, anunciando la desaparición de un premio instituido en 2011 por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, aunque su primera medalla no se otorgó hasta dos años más tarde al maestro Paco Ojeda.
Un aviso en redes sociales en el que García-Page anuncia contactos de inmediato con el mundo taurino para crear unos premios a la tauromaquia en Castilla-La Mancha, aunque con la vocación de ser inclusivos con otros territorios del Estado: “Estos premios tienen la ambición también de poder ser coordinados o compartidos con otras autonomías, puesto que pretendemos que tengan alcance nacional e internacional”, tuiteó el presidente autonómico desde X. Una defensa de la Fiesta Nacional – a la que la legislación vigente sigue considerando como parte del patrimonio cultural, digno de protección y promoción en todo el territorio nacional -en la que el presidente de esta tierra no está sólo. También, como Castilla-La Mancha lo hizo en 2011, las comunidades autónomas de Valencia, Madrid, La Rioja, Andalucía, Navarra, Murcia, y Castilla y León han elevado la tauromaquia en sus respectivos territorios a la consideración de Bien de Interés Cultural, protegiendo el indiscutible carácter cultural de la tauromaquia y su trascendencia económica.
Aunque el ministro no ha querido entrar en las consecuencias de la decisión de suprimir el Premio Nacional de Tauromaquia, una distinción dotada con 30.000 euros, sí ha manifestado que se trata de una decisión “coherente y razonada” bajo sus particulares criterios ya expresados en reiteradas ocasiones. Más aún, unas actuaciones ministeriales, en cuanto a la tauromaquia, que asegura Urtasun seguirán en la misma línea en el futuro. Una conducta a la que aficionados y administraciones competentes no debemos permanecer impasibles ante quien se muestra dispuesto de hacer a la Fiesta todo el daño posible. Podrá o no gustar la tauromaquia, pero en nuestro país, a pesar de lo que diga el ministro, sigue siendo un exponente más de su cultura, si esta la entendemos como el conjunto de conocimientos, costumbres, ideas, formas de vida y hábitos que caracterizan a sus pueblos. Una significación que en Castilla-La Mancha, como en la mayoría de territorios del Estado, sigue siendo muy explícita.