Del amor y el toreo
El torero Juan Ortega brindó ayer por la tarde una clase excelsa de lo que debe ser el toreo. Lentitud, tranquilidad y suavidad en la muleta, igual que la mano delicada en la espalda del amante. Básicamente eso y no otra cosa es la tauromaquia. Como categoriza el famoso dicho al uso, las prisas son para los malos toreros. Y Juan Ortega no lo es. Aunque le tocó un lote difícil de Victoriano del Río, como toda la corrida prácticamente, recibió al segundo suyo con la caricia lenta de la verónica al capote y al quinto de la tarde, al que consiguió arrancarle una faena a base de ley, lo llevó lenta y tímidamente con algunos muletazos de gloria hasta la media estocada final, que le propició una oreja. Así se torea, pintando lento y suave un lienzo al natural, que fue lo que hizo ayer por la tarde Ortega. No lo había visto, era la primera vez que lo hacía y me gustó. Me recordó en algo a Morante. Su verticalidad y figura eran sensacionales. Sevilla tiene aquí torero para rato. Me llega y recuerdo la leyenda de la novia y el altar. Pero eso lo que propició fue un huracán rosa que luego se disolvió. El amor es otra cosa al matrimonio. Juan Ortega dictó ayer lección sobre el ars amandi de Ovidio y todos los que vinieron detrás. La caricia, la lentitud exasperante de su muleta son lo mismo que los prolegómenos y los besos callados en el cuello. Me gustó Ortega y lo recordaré. La sorpresa de un torero siempre alegra la tarde a un taurino.
Tomás Rufo, nuestro paisano natural de Pepino, hizo una gran faena al tercero de la tarde, pero la espada le privó del triunfo. Clavó las rodillas en el suelo al inicio de la faena y se metió al público en el bolsillo. La banda del Maestro Nevado atacó el pasodoble antes que ningún día viendo cómo rugía la plaza. Pero los toros son como la vida. Puedes alcanzar la gloria en un minuto y luego venir circunstancias cabronas que te lancen contra el suelo. Tuvo que entrar dos veces a matar Rufo y no hubo triunfo. Aunque sí un sabor de boca espléndido del que es ya sin duda una gran figura del toreo. Acudieron a la plaza su padre y hermano, con los amigos de Eurocajarural, que sienten como familia. Enrique Muñoz, director de negocio, vecino suyo y una de las personas que más cuida al entorno y al torero; Miguel Ángel Escalante, responsable de las relaciones institucionales, y Javier López, presidente de la entidad, disfrutaron del festejo. Eurocajarural se compromete con la Feria de Albacete y exhibe músculo también aquí. En torno a mi cabeza sobrevolaba el espíritu de Gayarre, que fue el primero en hablarme de Rufo y sus capacidades. Tomás es figurón del toreo y sólo tiene que perseverar y ahondar en su torería.
Ayer fue día de campanillas en la Feria porque también la cúpula de Globalcaja acudió a varios eventos. Coincidieron en El Callejón Mariano León, presidente; Pedro Palacios, director general; Antonio González, relaciones institucionales. Globalcaja asienta aquí en Albacete gran parte de su poderío y lo demuestra en Feria con múltiples actividades junto al tejido social, cultural y económico. También pudimos ver al presidente de la Denominación de Origen La Mancha, Carlos David Bonilla, quien anda metido en vendimia de lleno. Y Rafael Torres, presidente de Virgen de las Viñas, la mayor cooperativa del mundo y una inmensidad de mar y viñedo. Su lucidez y ejercicio sobre la loma de los ochenta años son proverbiales.
A la Feria se van acercando cada vez más personalidades. Hoy estará Page todo el día en Albacete. Anoche llegó al pisto de La Tribuna, auténtico rompeolas de la Feria y una de las grandes reuniones sociales que propician estos diez días. El pisto en el parque de la Fiesta del Árbol abarca los sectores todos y ahí se encuentra media Castilla-La Mancha. La capacidad de convocatoria es excelente y el ambiente, magnífico. Como diría Rajoy, aquí está hasta el Tato. Busqué a Clara Mesones para darle un beso de amor como Ortega por su artículo de ayer, pero no la encontré.
El éxito de la Feria de Albacete es creciente y no tiene límite. La clave está en los albacetenses. Lo comentaba ayer en el radio Alberto Reina, responsable de asuntos taurinos en la ciudad. El carácter, la forma de ser, la bonhomía. La llanura, en definitiva. Madrid es un poblachón manchego y se demuestra aquí en Albacete. Todas las virtudes que adornan la capital de España de apertura al mundo y cruce de caminos están en Albacete a lo pequeño. Quizá, como dice Reina, lo determinante esté en que sigue siendo una fiesta de pueblo. De gran pueblo y pequeña ciudad. Donde nadie es extraño, todos caben, viven su feria como desean. No la toquéis, que así es la Feria.