El “sanchismo” es un espejismo de la política española, que se diluye si te aproximas con conocimiento. El “sanchismo” es un invento de la derecha para intentar mostrar que existen dos maneras de entender y practicar el socialismo. Por un lado, estaría el “sanchismo”, forma perversa y pervertida del socialismo, por otro, el socialismo autentico, secuestrado por el pérfido “sanchismo”, que es el socialismo que coincide con los discursos tácticos de la derecha. El “sanchismo” es un intento de mostrar dividido al PSOE y pescar votos entre los ingenuos, si es que alguno existiera. El “sanchismo” es un reclamo para quienes se sirven de eslóganes simplistas para satanizar al adversario. Adentrarse en la complejidad de la política supone un esfuerzo que pocos están dispuestos a hacer. Es el caso de gentes que escriben y desde luego, también, de quienes no quieren que haya un gobierno de izquierdas en España. Porque un gobierno de izquierdas les parece una traición a las esencias patrias, que siempre son de derechas.
A los de las esencias no les gusta que se suban las pensiones de acuerdo con la evolución del PIB. ¡Se van a hundir las cuentas públicas! No les gusta que se suba el salario mínimo –a pesar de recomendaciones técnicas– porque afectan a los beneficios de las empresas. Y como dicen los empresarios ellos son los que crean trabajo, pero callan que son los trabajadores quienes crean sus plusvalías y sus márgenes. No les gusta que se ponga un impuesto transitorio a la banca y a las energéticas. Los beneficios disparatados forman parte del orden patriótico de derechas. No les gusta, ni les gustó, que el Sr. Sánchez formara un acuerdo de gobierno con nacionalistas y otros. No puedo evitar recordar cómo, no hace muchos años, sesudos analistas alababan las ventajas de los gobiernos de coalición en contraposición a los gobiernos de mayorías absolutas. Teorizaban que las alianzas en los gobiernos hacían más fuerte la democracia, se exigía más flexibilidad a la hora de tomar decisiones. El discurso de la pluralidad democrática se ha olvidado y ahora todo se centra en calificar al “sanchismo” como autócrata. Lo cual carece de sentido en un gobierno de coalición. No les gusta que el gobierno busque una salida –nadie propone otras alternativas– al conflicto creado en Cataluña. Se oponen a BILDU, herederos de ETA, a quienes se les dijo que, abandonando las armas, se podrían expresar en democracia. Eso suponía aceptar la mochila de sus historias tortuosas. Sí no se aceptarán los “curricula” de los partidos, el PP debería ser suprimido por sus corrupciones a gran escala o por el mayor atentado contra la democracia de la operación Kitchen.
Desconozco si las actuaciones de Sánchez, como las de Zapatero (zapaterismo), como las de Felipe González (felipismo) pertenecen al árbol del bueno o del mal socialismo. Se puede recordar que en los años del felipismo cambió España. Que en los tiempos del zapaterismo se ampliaron derechos y que en los años del “sanchismo” se ha impuesto un salario mínimo para aquellos que no tienen nada, se ha contenido una inflación que había provocado, primero, la epidemia y, después, una guerra, aunque no tengamos claro los factores que está influyendo en la subida de los alimentos y de consumo. No sabemos si se deben a las crisis mencionadas o a movimientos especulativos de empresarios y comerciantes. No sabemos si los derechos que colectivos diferentes están conquistando nos hacen una sociedad mejor, más compresiva, más social. El “sanchismo” es una expresión para mentalidades débiles en tiempos de mensajes cortos y maniqueos. Sí se sabe que es un invento de la derecha para derribar al gobierno de Sánchez con el mínimo esfuerzo.