¿La filosofía es literatura?
Todo lo científico en filosofía acaba por ser aburrido, el creador debe trabajar desde una genuina necesidad estética.
Sostiene Javier Gomá que, para que la filosofía sea entendida por la mayoría, debe tener su propia poética, ser literaria. “La filosofía es literatura porque sus suposiciones no son demostrables empíricamente —manifiesta el filósofo a Jesús Ruiz Mantilla (El País)—. En ese sentido es tan fiable como la poesía o la novela. La verdad se sustenta en el consenso que levanta entre sus lectores”.
El filósofo, que ha publicado Universal concreto, va más allá y asegura que “la diferencia entre la ciencia y la literatura es que a la primera le interesa lo último, y a la segunda, lo de siempre”, para concluir que “todo lo científico en filosofía acaba por ser aburrido”.
No sé si José Manuel Sánchez Ron será de la misma opinión. Daniel Arjona (El Mundo) pregunta al autor de El canon oculto por qué no se ha logrado la soñada unión de ciencias y humanidades.
“Han tenido lugar acercamientos en ambas direcciones, desde la ciencia y también desde la literatura, como el reciente y excepcional MANIAC de Benjamín Labatut —responde el académico de la RAE—. Pero, no me engaño, el divorcio prosigue. Y es triste comprobar cómo la política cultural en todas partes sigue dirigida por personas con escasa cultura científica”.
“Los artistas deben tener la libertad para decidir la forma en la que participan en la vida pública”, Jazmina Barrera
La publicación literaria digital WMagazín ha preguntado a varios autores por el eterno debate sobre si los escritores deben estar presentes en los asuntos públicos y su papel como intelectuales.
La mexicana Jazmina Barrera, autora de La reina de espadas, opina que “el único deber de un artista es crear desde una genuina necesidad estética. Deben tener [los artistas] la libertad para decidir la forma en la que participan en la vida pública”.
Por su parte, a Daniel Gascón, autor de El padre de tus hijos, no le parece que “las opiniones de los artistas y escritores estén más fundadas que las de otros profesionales […] Pero, como los demás ciudadanos, tienen derecho a hacerlo y a participar en el debate, a exponer su punto de vista e intereses, y los demás podemos juzgar la calidad de sus argumentos”.
Son muchos los novelistas que sostienen, como Daniel Remón, que cuando se sientan a escribir no tienen ni idea de por dónde les va a llevar la novela. “Para mí la literatura es un espacio de libertad —revela sobre su última obra el autor de Ciencia ficción a Raquel García (Cadena SER)—. No sabía hacia dónde iba a ir [...] No imaginaba que iba a acabar hablando de la muerte de una madre, de hecho, tardó en salir. Lo hizo de forma orgánica, según iba trabajando terminó imponiéndose y no pude escapar”.
“Las opiniones de los escritores no están más fundadas que las de otros profesionales”, Daniel Gascón
Sergio del Molino considera “un tópico que los escritores decimos en las entrevistas, que los personajes se adueñan del texto y te llevan por caminos imprevistos”. Pero confiesa, entrevistado en Librotea, que en su novela Los alemanes le ha pasado un poco eso con uno de sus personajes.
Hablando de las razones del éxito de su libro El estilo de los elementos, Rodrigo Fresán ofrece una teoría a Lala Toutonian (Coolt). “Es un signo de los tiempos: la gente, cuando se entera de que hay algo de verdad en el libro —quiero decir de historia real, porque la historia más imaginaria para mí esconde verdades, la idea de que la ficción es mentira es ridícula—, se da como un enganche más inmediato y tal vez mejor predispuesto”.
Y añade el autor argentino afincado en Barcelona que “venimos de bastantes años de autoficción, y a mí me gusta más decir que lo mío es camión–ficción o tren–ficción”.
P. S. María José Solano (Zenda) comenta a Carmen Iglesias que su libro El carácter es el destino pone de relieve la figura de la mujer “con una idea clásica y modernísima a la vez: la igualdad frente al feminismo”.
“Es que en mi época el machismo era tan evidente que simplemente no hacías caso, te fortalecías día a día por dentro, y desde luego la lucha, en este caso, invariablemente, entonces y ahora, es dar la cara —afirma la directora de la Academia de la Historia—. Yo, al menos, lo he hecho siempre [...] Pero mi defensa, mi feminismo, siempre ha sido hacia adentro: en la cultura, los libros y los maestros”.