Entre la trivialización y la tribalización
Vivir en la teoría del “me gusta” nos aleja del conocimiento. Parece que todo se hunde y empezamos a notar el desarraigo. Menos mal que todo es un fallo humano, no ideológico
Félix de Azúa dice haber constatado que “todas las cosas serias, sea la música, sea la literatura o sea la farmacopea, se están trivializando cada vez más”. Asegura, en conversación con Ángel Peña (The Objective), que “la cultura seria, como arma crítica y de conocimiento, ha desaparecido”. “Vivimos en la teoría del ‘me gusta’”, advierte. “Lo que me interesa –explica el autor de Música y complejidad– es lo que me ayuda a entender el mundo. Y me da igual si me gusta o no, hay muchas cosas que no me gustan nada y, en cambio, me interesan horrores”. Vaticina que “el arte de la música, al igual que las restantes artes en su versión seria, es posible que haya llegado a su fin.”
Tampoco es muy optimista Luis Antonio de Villena. “Son malos tiempos”, –dice a Sergio C. Fanjul (El País). “Todo convulsiona, pero no ves que el tiempo que vaya a venir sea mejor. Los niveles de cultura y educación han caído a niveles inimaginables. Hay que haber vivido lo anterior para darse cuenta. Parece que todo se hunde. Hay una terrible sensación de que todo vale.”
El escritor peruano Santiago Roncagliolo siente que, “en general, los escritores y los artistas no encajamos (...) En mi propia condición de escritor viene incluido el desarraigo, o sea, la idea de no terminar de formar parte”. De hecho, escribió su último libro porque “el mundo se está tribalizando”. Entrevistado por Henrique Mariño (Público), asegura que “debido al factor tribal, ideológico o nacional, aumentan las personas que se sienten como los extranjeros que protagonizan Lejos, porque no terminan de encajar en un grupo que les exige entregarles su vida para estar protegidos por la manada”.
Félix de Azúa: “La cultura seria, como arma crítica y de conocimiento, ha desaparecido”
Daniel Sánchez Arévalo echa mucho de menos “escribir sin miedo”. Padece “el síndrome del brazo encogido”. Cuenta a Lucía Tolosa (Ethic) que sufrió este síndrome cuando “me lancé a escribir [la serie] Las de la última fila, por miedo a ofender o a tratar mal la mirada femenina”. Asegura que hoy día “no vuelas libre” y que “muchos nos autocensuramos por no meternos en polémicas” .
El estadounidense de origen vietnamita Viet Thanh Nguyen cree que “cancelación” y “woke” son “solo términos que la gente utiliza para estigmatizar al otro”. Así lo manifiesta el escritor en una entrevista con Mauricio Ruiz (Letras Libres). “Yo me identifico con la izquierda y pienso que debemos criticar a otras personas cuando son racistas, pero creo que a veces lo hacemos demasiado rápido –explica–. Eso es un fallo humano, no ideológico. Independientemente de la ideología en la que nos encuadremos, todos somos propensos a culpar al otro bando e ignorar lo que hace el nuestro. Eso es lo que intento mostrar en mis novelas.”
Para Manuel Vicent, “la crítica está muerta”. Echa de menos “un crítico que sea un verdadero esteta al estilo de los reseñistas británicos del siglo XIX”. “Las reseñas las lee el autor, la familia y algunos amigos y enemigos –cuenta a Antonio Yelo (Jot Down). Lo último que tiene que hacer un autor es discutir con un crítico. Algunos escritores se cabrean y llaman. Hay que tomárselo con calma. Con una mala crítica te llevas un disgusto, claro, pero al cabo de una hora se te pasa”.
Luis Antonio de Villena: “Hay una terrible sensación de que todo vale”
El debate de la autoficción no cesa. A Carmen Posadas hasta le cansa con “su ombliguismo constante”. “En mi obra está muy clara la parte ficcional y lo que es ensayo –revela a Manel Manchón (Letra Global)–. Donde se borran los límites es en la autoficción. (...) Pero es un género que no me gusta, no me lo creo.”
P. S. Josep Maria Flotats está preocupado por la deshumanización, según recoge Justo Barranco (La Vanguardia). “El arte del teatro es subir al escenario y comunicar al público un sentimiento, que es lo que nos hace humanos. Todo lo demás son máquinas, proyecciones, teléfonos móviles, pantallas (...) Estoy convencido de que somos los últimos mohicanos, vamos a desaparecer dentro de poco, creo (..) En nuestra sociedad de ciudadanos transformados en consumidores y no en ciudadanos parece que los maestros son algo del pasado y cada joven director, no todos, pero a menudo, empieza cada vez de cero. Y en arte nunca se ha empezado de cero, en ningún arte ni ninguna cultura”.