¿Son los artistas culpables de la guerra?
A Ramón Andrés le preocupa el ruido porque considera que es un arma eficaz para reducir a los pueblos y piensa que la sociedad de hoy cuestiona el silencio porque "no es símbolo de producción"
El cineasta ruso Viktor Kossakovsky, según recoge Laura Puy Muguiro (Diario de Navarra), considera que “el putinismo” y sus consecuencias son posibles “gracias a los rusos, a todos, y en primer lugar a los artistas”. ¿Por qué culpa a los artistas? “Porque no supieron convencer a la gente y hacer frente a esta propaganda y esta mentalidad. Los propagandistas tienen su parte de culpa, pero es menor porque apelan al cerebro, a la razón, mientras que los artistas se dirigen al corazón, a los sentimientos. Yo también soy artista y me considero también culpable, un cómplice de todo lo que está pasando. Me considero criminal”.
Kossakovsky pronunciaba estas duras palabras en los Encuentros de Pamplona 72-22, que dirige Ramón Andrés, quien por cierto no cree tanto en la culpabilidad del artista. En cambio, al autor de Filosofía y consuelo de la música, en una entrevista con Luis Reguero (El Asombrario & Co.) sí que le preocupa”el ruido”, porque “ es un arma eficaz para reducir a los pueblos”. Y explica que “la sociedad de hoy cuestiona el silencio porque, entre otras cosas, no es símbolo de producción”.
El Nobel sudafricano J. M. Coetzee también defiende el silencio. Cuenta a Juan Cruz (EPE) que conoce a “escritores que trabajan con música de fondo”, pero él lo encuentra “un hábito incomprensible”. “Si escucho música mientras estoy componiendo las frases –explica– , los ritmos de la música se entrometen en los ritmos de la prosa que intento escribir. Incluso diría que la forma estética de la música interfiere con la forma de la prosa que estoy escribiendo”.
A propósito de la música, aún llaman la atención las directoras de orquesta. La mexicana Alondra de la Parra se rebela en una entrevista con José Luis Jiménez (ABC). “Sigue siendo triste que pensemos en directoras y directores (...) yo solo veo artistas. Me interesa cuál va a ser su idea, no su género. Todas las directoras están metidas en un mismo costal, yo no sé si tenemos nada que ver unas con otras por el simple hecho de ser mujeres”. Por cierto que la directora aclara que música clásica es “un pésimo nombre” y prefiere hablar de música de concierto, porque “la música de seria no tiene nada, somos artistas, juglares, nos tenemos que arriesgar y empujar los límites hasta donde se pueda”.
Volviendo al poder de la cultura, Juan Diego Botto, director de En los márgenes, reconoce ante Javier Zurro (elDiario.es) que “una película no cambia el mundo”. Y lo matiza. “Pero a veces puede contribuir a generar un debate o a hacernos preguntas. Y si sirve para eso, bienvenido sea (...) pues estará mucho más que cumplida la misión”.
Karina Sainz Borgo: “España reniega del español, lo minusvalora y lo ningunea”
El mensaje de la película no ha calado en Carlos Boyero (El País). “Entiendo que los que están jodidos agradezcan la permanente ayuda del buen samaritano –escribe–, pero a mí me agota su intensidad y su perpetua militancia ayudando al prójimo. Sé que los santos existen aunque también que me pueden resultar agotadores”.
El Nobel de Literatura a la francesa Annie Ernaux ha despertado entusiastas elogios. Karina Sainz Borgo (ABC), en cambio, se lamenta del olvido de Javier Marías y la escasa influencia del español. “Siendo el eje cultural e histórico en el que coinciden más de 500 millones de hablantes. España incomparece ante el español. Reniega de él, lo minusvalora y lo ningunea. Tiende la política oficial a mezclarlo con el malentendido 'Marca España', esa idea hortera y de feriante que trata al idioma como si fuese la denominación de origen de un queso”.
P. S. El dramaturgo Eusebio Calonge reflexiona sobre la importancia del teatro con Pablo Bujalance (Diario de Sevilla). “Escribir teatro significa escribir sobre el otro (...) La falta de fe del hombre contemporáneo se concreta en la falta de fe en el teatro. El teatro es una vocación, un llamado. Está antes de cualquier decisión que puedas tomar, en tu interior más íntimo. Luego, a partir de aquí, está la fe en la obra que requiere cada arte (...) Si no tienes fe en lo que haces, terminarás siendo un versificador, pero no un poeta; un autor de literatura dramática, pero no un hombre de teatro. En una época en la que nadie habla del alma, nosotros hemos subido al escenario para liberar el alma del espectador”.