Bienvenidos al "otro cine español"
Tras la resaca de la gran fiesta del cine español nos preguntamos por el 'boom' de buenas películas estrenadas en los últimos meses. ¿Es algo definitivo, estructural o una coincidencia producto de la casualidad?
Carlos F. Heredero
Crítico. Director editorial de 'Caimán Cuadernos de Cine'
Bienvenidos al ‘otro cine español’
Entre los directores que han filmado este año algunas de las películas más relevantes del cine español aparecen los nombres de Fernando Franco (La consagración de la primavera), Carla Simón (Alcarràs), Elena García Riera (El agua), Isaki Lacuesta (Un año, una noche), Albert Serra (Pacifiction), Jaime Rosales (Girasoles silvestres), Jonás Trueba (Tenéis que venir a verla), Pilar Palomero (La maternal), Meritxell Colell (Dúo), Alauda Ruiz de Azúa (Cinco lobitos), Carlos Vermut (Mantícora), Irene M. Borrego (La visita y un jardín secreto), Rocío Mesa (Secaderos) o María Elorza (A los libros y a las mujeres canto)…
Que todos ellos hayan encontrado, en mayor o menor medida, la acogida y el respaldo –incluido el máximo galardón obtenido por Carla Simón– no solo de prestigiosos festivales (Cannes, Berlín, San Sebastián, Málaga, Sitges), sino también de la crítica más exigente, incluido el plus que ahora supone en algunos casos el apoyo de las nominaciones de la Academia para los premios Goya, pese a los clamorosos olvidos que esas candidaturas dejan al descubierto, ha terminado por colocar en primera fila a ese ‘otro cine español’ que hace solo cinco, siete o diez años circulaba por los márgenes y por la periferia de la industria.
Entremedias se han abierto paso también solventes propuestas más comerciales en diferentes registros (As bestas, de Rodrigo Sorogoyen; Modelo 77, de Alberto Rodríguez; Cerdita, de Carlota Pereda), pero lo más llamativo de la situación actual tiene que ver con el acceso a la superficie visible de cineastas y, sobre todo, de un concepto de la creación y de la producción que antes permanecían ocultos en la parte sumergida del iceberg: esa producción humilde, pero sincera y personal, que hasta hace muy poco tenía enormes dificultades para encontrar ventanas de exhibición y que era mirada con desconfianza, cuando no con desprecio, por la gran industria, ahora recluida en el ‘gueto’ (entiéndase la ironía) de los grandes –en realidad medianos– éxitos de taquilla generados por el cine más rancio (elíjase a gusto del consumidor: de Los renglones torcidos de Dios a la enésima entrega formateada por Santiago Segura).
Lo más llamativo de la situación actual tiene que ver con el acceso a la superficie visible de cineastas y, sobre todo, de un concepto de la creación y de la producción que antes permanecían ocultos
Bienvenida sea entonces la euforia que los medios y las voces más patrioteras y oficialistas proclaman ahora un día sí y el otro también para cantar la buena salud creativa del cine nacional. Si estamos hablando de las arriesgadas, originales, sinceras y heterodoxas propuestas que nos han ofrecido este año los cineastas nombrados en el primer párrafo, entonces este firmante estaría de acuerdo –por una vez– en sumarse al coro, pero a condición de que se tome nota y no se vuelva a las andadas, de que sigan abriéndose puertas para el cine que de verdad expresa una mirada sincera, que se atreve a explorar nuevos caminos expresivos, que encuentra, duda, tropieza, se equivoca, se levanta de nuevo y sigue buscando sin cesar la verdad de sus imágenes. Porque ese ha sido siempre, se quiera o no, el único, incierto y estimulante camino del cine que realmente merece la pena.
Nuria Vidal
Crítica de cine
¿Espejismo o realidad?
El cine español se ha estado moviendo entre el espejismo y la realidad prácticamente toda su existencia. Hay momentos en la historia en los que domina más la sensación de que todo es un gran espejismo, el nuevo cine español fue un poco eso; otras, en cambio, se impone como una realidad evidente, el cine de la transición o el boom del cine en los ochenta. Si tengo que definir lo que es el cine español en este 2023 creo que me decanto por la idea de que es un espejismo que se ha hecho realidad.
No estoy muy segura de si fue Godard o Truffaut el que dijo que lo difícil no es hacer una primera película, sino una segunda. Este año, por suerte, tenemos entre las candidatas a la mejor película dos directoras que han triunfado con su segundo largometraje. Alcarràs, de Carla Simón, ha sido mucho más premiado que Verano 1993, el filme que la dio a conocer; La maternal, de Pilar Palomero, ha vuelto a triunfar tras el éxito de Las niñas. ¿Quiere decir esto que estamos ante un gran momento del cine español, o solo un gran momento de sus directoras? Las dos cosas
probablemente.
Para confirmar que el espejismo se ha hecho realidad y sin alejarnos de los Goya, hay que buscar algo más. Por ejemplo, la continuidad en el trabajo. Debutar es relativamente fácil, ya lo decían los chicos de la ‘Nouvelle Vague’, lo complicado es hacer una segunda y una tercera película. La continuidad es la única garantía de que una industria, y el cine es una industria tanto como un arte, está en plena forma.
Para confirmar que el espejismo se ha hecho realidad hay que buscar algo más. Debutar es fácil, ya lo decían los chicos de la ‘Nouvelle Vague’, lo complicado es hacer una segunda y una tercera película
El hecho de que los directores nominados lo sean con su tercera, cuarta, octava película, es una de las mejores noticias. Y en esta continuidad integro las series a las que considero productos audiovisuales tan importantes como el cine hecho para la gran pantalla. Rodrigo Sorogoyen llega a As bestas tras una serie espectacular, Antidisturbios; Alberto Rodríguez ha tardado en rodar Modelo 77, pero no ha estado sin hacer nada entremedio; Carlos Vermut ha podido dedicar casi cuatro años a levantar su proyecto más arriesgado, Mantícora.
Si nos fijamos en las óperas primas, podemos comprobar que sus directores tienen una larga y premiada trayectoria de cortos y, además, dos de ellas, Alauda Ruiz de Azúa, que debuta con Cinco lobitos, y Carlota Pereda, directora de Cerdita, ya tienen a punto un segundo filme. La continuidad es para mí uno de los principales elementos que transforman el espejismo en realidad.
Quizás peco de optimista, es posible, no lo niego. En estos momentos de crisis generalizada, me reconforta pensar que el cine español confía en sus productores, en sus directores, en sus actores y técnicos. Me alegra descubrir nombres nuevos, ideas renovadoras y también, por qué no, conservadoras. El futuro no lo hacen solo los innovadores, el futuro se construye con todos. Que el espejismo podría ser mejor, sí, seguro. Pero de momento es una excelente realidad.