Image: André Breton

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Opinión

André Breton, el papa del surrealismo

André Breton abre para siempre los manaderos del pensamiento creativo, no ideológico, que principian a fluir en la literatura, la poesía, la pintura y la vida

14 noviembre, 2002 01:00

Ilustración de Ulises

Aunque escribió una antología del humor negro, su humor no era ni siquiera negro. Se trataba más bien de un hombre interiorizado, malhumorado, grave, que llegó a ser el Papiso del surrealismo, novedad y variante que él mismo inventó y que pronto se impondría como una de las corrientes más profundas y vigorosas de la vanguardia. El surrealismo no era una experiencia sino una ley que nació ya escrita y madura. Quiero decir que la abolición de la literatura dentro de la literatura es un acto fundamental de la mente creadora.

El surrealismo es el campo donde se libra la batalla entre la inteligencia y la intuición. Eso que Salvador Pániker llamaría y distinguiría como el cerebro y el espíritu. El enfrentamiento, en fin, entre una idea y una metáfora. Pero la metáfora no es sino una idea instantánea, repentina, creativa, una idea mucho más veloz y repentina que las ideas de los ideó-logos, los filósofos y todo eso. La metáfora es una idea que lleva volando consigo un airón imaginativo. La metáfora, la frase que se emite contra el corazón de una cosa o un ser, para descifrarlo, tiene mucha más urgencia y más penetración que la idea filosófica. Esto puede parecer un canto al irracionalismo. Efectivamente, hay un irracionalismo que es sólo la escombrera de la razón, la ruina de los razonamientos, y hay otro irracionalismo que está en la mente como la idea, pero se dispara antes y llega más lejos. Por añadidura, la idea no deja sino enseñanzas que cambiarán con el tiempo, mientras que la metáfora, después de su recorrido, ocurre que ha creado una cosa nueva, una vida o un objeto que no existían antes, como es, por decirlo vulgarmente, la “rosa de sangre” o la estrella verde. No hay estrellas verdes, pero el verde lo aporta la metáfora. Todo esto, que estaba latente en el Barroco, el Renacimiento y el Romanticismo, André Breton lo hace suyo renunciando luminosamente, sombríamente, al pensamiento de la coherencia y el sentido común. Breton abre para siempre los manaderos del pensamiento creativo, no ideológico, que principian a fluir en la literatura, la poesía, la pintura y la vida.

André Breton abre para siempre los manaderos del pensamiento creativo, no ideológico, que principian a fluir en la literatura, la poesía, la pintura y la vida

Así, el surrealismo constituye toda la cultura genuina del siglo XX, y no ha convivido con la postrera cultura racional sino que ha huido de ella y su huida toma también la figura de una obra de arte. Aragon, Dalí, Max Jacob, Eluard, etc... dan variedad y estructura a la cultura surrealista. Apollinaire había decorado la racionalidad con audacias de ingenio, pero sólo Breton acierta a herir en el corazón mismo la gran cultura europea del pensamiento lógico, sacando la gran cultura europea del pensamiento lógico, sacando a la luz los museos del silencio, eso que Freud haría nacer de la sexualidad. Breton y Dalí fueron a ver a Freud como el verdadero maestro, pero el médico no les entendió. El surrealismo pone macizo de inventiva todo el siglo XX y con eso basta. El surrealismo no es un esnobismo, pero lo meto aquí porque miles de esnobs murieron en la vanguardia atrevida mientras Breton se quedaba en casa escribiendo cartas a Nadja. Breton tampoco era un esnob, sino un monje austero y papalicio de la religión surrealista. Con el tiempo, los surrealistas descubrieron el peyote en México como alimento verídico para el fluir incesante de su pensamiento marginal al pensar. Ya en América, y decadente el surrealismo en Europa, Breton pasa a Estados Unidos y da conferencias muy bien pagadas sobre la hermosura guerrera de los marines norteamericanos. él, que había hecho la Revolución Surrealista para Moscú.

Los años no degeneran el talento, pero sí la capacidad de mantenerlo erguido en un mundo ya ajeno y hostil. Breton es culpable de expulsar a Dalí de la capilla surrealista, culpable de un exclusivismo que va eliminando gente, pero el surrealismo ya se había extendido por el mundo como esa fuerza joven y oscura que suponía una mirada nueva sobre la realidad, o más bien una realidad nueva para encender el mundo. El surrealismo fue el clasicismo del siglo XX y potenció al máximo la metáfora o el adjetivo metafórico. El surrealismo dio voz y dibujo a la más honda y viva creación del hombre. Del surrealismo seguimos viviendo, sin saberlo, desde el cine a la publicidad, pasando por esa mirada nueva con que la realidad nos mira.