El paraíso perdido
Pablo Auladell
1 mayo, 2015 02:00La mayoría de esas aventuras editoriales, en las que el texto matriz se desprovee de toda sustancia hasta dejarlo en el pobre esqueleto de la anécdota, suelen producir una honda rabia en quien conoce el original o, en el mejor de los casos, una severa melancolía. El historietista no dialoga con la novela que toma como referencia sino que se limita a trivializarla hasta extremos sonrojantes, como es el caso de unas versiones en manga que circulan por ahí, y de las que prefiero omitir el nombre.
Por eso sorprende favorablemente esta adaptación de la gran obra de John Milton llevada a cabo, a lo largo de varios años, y con algunos paréntesis de por medio, por Pablo Auladell (Alicante, 1972). El texto del denominado "príncipe de los poetas épicos de Inglaterra" está lleno de demasiadas aristas para ser manipulado, empezando por la más evidente de describir lo indescriptible. De modo y manera que, si los traductores a otras lenguas se las vieron y desearon para traicionarle lo mínimo, como fue el caso de Jovellanos entre nosotros o de Chateaubriand en Francia, cuanto no más complicado es recrear en cómic un asunto, que ya en el momento de su edición, en el siglo XVII, algunos pensaron que era demasiado teológico y ajeno a las vicisitudes más concretas de la vida humana.
La desesperación de Satán, desposeído de todo como castigo a su rebeldía, sobre el que Milton reflejó algo de humana comprensión, y por momentos de simpatía, era también en el instante de su escritura la de un Milton "destronado""por sus implicaciones como secretario latino de Cromwell, pobre, prácticamente ciego, y amenazado por los que estaban llevando a cabo la restauración monárquica. La voz del demonio derrotado tiene mucho, por tanto, de la voz del poeta vencido.
Los que hemos visto siempre en Auladell uno de los mejores representantes de aquel cómic "poético" que tuvo su apogeo, siempre minoritario, en los años ochenta del pasado siglo (con figuras como Castells, Del Barrio, o Raúl), y que buscamos esa huella entre el alud de novedades de cada año (en el 2014, por ejemplo, Días, nieve... de Francisco Marchante), estamos de enhorabuena con esta propuesta que parece una sucesión de salmos religiosos (La Biblia) y profanos (La Iliada o La Eneida) que hacen referencia al poder de Dios y a su intervención directa en los asuntos del hombre.
El alicantino, que destaca por su capacidad en la creación de atmósferas (y no se me ocurre otra mejor ni posible para expresar los sentimientos profundos que encierra El paraíso perdido), trabaja como de costumbre con una musicalidad rítmica cada una de las secuencias, dejándose impregnar hasta el tuétano por este poema de la Humanidad, logrando en muchos momentos un total entendimiento con la desesperación que allí se sustancia, y que termina con la expulsión del Paraíso de nuestros primeros padres.
La conciencia del lector, creyente o no, es zarandeada de continuo por la perversidad y obstinación con que el espíritu del Mal planifica y lleva a cabo su venganza contra Dios en las personas de un Adán y una Eva ajenos a la suerte que les aguarda si rompen el pacto contraído con su creador. Aún nos aguardan algunas sorpresas editoriales en este año (una aproximación a la vida de Paul Celan, entre otras), pero, créanme, si saben cerrar los oídos a los cantos de sirena del mercado, que este volumen es de lo mejor que ha aparecido en mucho tiempo.